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– Oigan, juguemos verdad o reto. – propuso Freddie dando unos aplausos para que todos le presten atención.

Para disfrutar los últimos días de vacaciones, alquilaron una casa quinta con una gran piscina. También tenía un campo de tenis. Habían ido los cuatro, incluídas novias y amigas.

– Vaya juego de mierda. – se quejó Roger riendo mientras bebía una cerveza acostado en una reposera.

– Si no quieres jugar no lo hagas. – le respondió Freddie sin pelos en la lengua. – ¡Empiezo yo! BRIAN, ¿Verdad o reto?

– Si es un juego de mierda. – rió dándole la razón a Roger. – No lo sé, verdad. – respondió sin pensar demasiado.

– Te reto a contar cuántas chicas has besado. – lo miró divertido desde el borde de la piscina.

– Y yo que carajos se. – respondió entre risas.

– Dos. – se burló Roger desde su asiento y Brian volteó a verlo riendo pero enojado.

– No seas malo. – se quejó. – no lo sé Freddie, unas veinte. – se encogió de hombros.

– ¿Tantas? – preguntó Freddie incrédulo.

– ¡Hey ya basta! Ya te respondí. – se quejó ahora sí algo enojado. – ¡siguiente!

– Bien bien. – Rió Freddie. – John, ¿Verdad o reto?. – miró a John. Lee ya sabía a dónde iba todo ésto. Así que antes de que John pueda responder se lanzó al agua, salpicando a algunos que estaban en el borde.

– Reto. – respondió John algo tímido.

– Te reto a besar a Lee. – lo desafió sin más. Éste abrió amplio sus ojos y comenzó a reír.

– ¿Por qué? Eres un imbécil. Otro reto. – respondió intentando sonar normal. Lee salió a la superficie y no había oído el reto.

– Vamos John, es sólo un beso. – Lee miró a Freddie confundida. Éste la miró de vuelta y comprendió todo.

– Basta Freddie.

– Uuhhh, ¿Te gusta? ¿Por eso te da vergüenza besarla? – canturreó.

– Ya para Fred.– lo paró Brian saliendo de la piscina, intentando que deje de molestar a John.

– ¿Por qué no besas tu a Chrissie? – lo desafió John. Brian lo miró incrédulo.

– Porque es novia de Brian y no es divertido. – se cruzó de brazos.

– Freddie, no seas pesado. Juguemos a otra cosa mejor. – Lee intento cambiar de tema y John - que estaba más rojo que un tomate - agradeció internamente por eso. La verdad ahora no sabía cómo iba a mirarla a la cara.

– Son todos unos aburridos. No sé por qué ustedes dos le dan tantas vueltas al asunto. – rodó sus ojos y Lee se tensó un poco.

Aquello estaba siendo demasiado evidente y los demás no les sacaban los ojos encima a los dos, comenzando a darse cuenta de que "algo" había entre ellos. Aunque ni ellos mismos querían aceptarlo.

La tarde concurrió entre risas, juegos, música y muchas charlas. Pasar tiempo juntos era de lo más divertido, y más porque ahora tenían una nueva amiga, Lee. 

Cuando el día llegó a su fin, John le pidió a Lee que pase un momento porque quería enseñarle el nuevo disco que había conseguido. Ambos estaban aún algo mojados de la piscina. A John aquella tarde le pareció que Lee estaba más hermosa que de costumbre, con su cabello rubio al natural con las ondas por el cabello húmedo, y sus mejillas rosadas algo quemadas por el sol. Era realmente hermosa, y no sabía por qué todavía no hacía nada al respecto.

Entraron a su casa y dejaron las mochilas en la entrada mientras reían sobre algo que Lee le estaba contando.

– Ya vengo, espérame aquí. – le indicó el muchacho mientras se dirigía a la habitación, Lee espero sentada en el sofá.

Ésta se incomodó un poco. No tanto por John sino por si misma y por sus pensamientos inmorales hacia el chico. No quería arruinar las cosas entre ellos dos, se estaba dando una linda amistad pero no podía evitar sentir aquella extraña sensación en la panza cada vez que lo veía, o cada vez que él reía, o cada vez que la miraba con sus verdes ojos concentrados en lo que sea que ella estuviera diciendo, o cada vez que le explicaba algo que le interesaba y ponía esa expresión de interés y un poco de nerviosismo moviendo sus manos rápidamente.

John volvió sacándola de sus pensamientos.

– Aquí está. – sonrió volviendo con el disco en sus manos. Lee caminó hacia él y lo tomó.

– Uhh, Bruce Springsteen . Éste es uno bueno.– observó la muchacha.

– Lo conseguí en esa antigua tienda de discos. Estaba medio escondido, tuve suerte. – rieron.  – Ponlo, también tengo algo para darte. – dijo mientras se dirigía a su escritorio que estaba en la sala. Aquel típico sector donde unos dos meses atrás le había estado explicando matemáticas.

– Claro. – Lee puso el disco en el viejo tocadiscos de John. "Born un the USA" comenzó a sonar en la casa de John. Y camino nuevamente hacia donde estaba el muchacho buscando entre una carpeta. – ¿Qué buscas?

– Encontré mi carpeta de cálculo dos, seguro te venga bien para éste nuevo año. – John se la enseñó sonriente.

– Oh, ¿De veras? ¿No la necesitas no?

– No, no... Yo ya terminé de ver cálculo. Ahora estamos más con las materias de la especialidad. – le explicó mientras Lee hojeaba la carpeta leyendo los contenidos.

– Ésto significa que ya no serás mi tutor, ¿Cierto? – preguntó apenada sin quitar su vista de la lectura y John soltó una risa.

– ¿Por qué dices eso? Si necesitas ayuda te voy a ayudar, pero está bueno que tengas una carpeta de dónde estudiar. Bueno, a mí me habría servido mucho. – se encogió de hombros acercándose a la muchacha y señaló una hoja. – Funciones trigonométricas, la cereza del postre. – bromeó haciendo un gesto besando la punta de sus dedos y Lee soltó una carcajada.

– Voy a extrañar tus clases. Sobretodo la cara que ponías cuando me iba de tema. – bromeó Lee.

– ¿Qué cara ponía? – preguntó divertido. – soy bastante inexpresivo, es muy curioso que hayas notado una cara en específico. – rieron.

– Una cara de que no te gustaba que te interrumpan.

– Es que eres tan ocurrente, Connor. Yo solo intentaba explicarte algo y tú ya estabas ahí preguntándome si leía todos esos libros que tenía ahí.

– Son dudas que no me dejaban dormir por las noches. – John soltó una carcajada. Esa que tanto le gustaba a Lee.

– ¿Recuerdas algo de lo que te expliqué? Porque sería una pena empezar cálculo dos sin acordarte nada de cálculo uno. – retomó la conversación algo nervioso por la mirada de la rubia.

– Equis de efe es una función.– fue lo único que dijo la rubia sin mucho sentido, señalando la hoja. John frunció el ceño para leer de qué se trataba eso que acababa de decir, acercándose un poco más a la jóven.

– Eso no tiene sentido, es al revés. – dijo riendo un poco aún con el ceño fruncido. Se quedaron unos segundos así, Lee leyendo la hoja de contenidos y John mirándola a ella. John sintió cómo sus manos sudaban un poco de los nervios que tenía. Su corazón iba a mil por hora.

Secó sus manos en sus shorts y suspiró. El momento era ahora o nunca, aprovecho que ella estaba algo distraída leyendo y tomó su rostro entre sus manos. Lee volteó a verlo algo sorprendida y John sin más plantó un beso en sus labios. Tomándola por sorpresa a ella pero también así mismo. Aquel arrebato no era común en él, el era más tímido y cauteloso, pero aquél era el momento indicado.

La tenía ahí, tan cerca y tan hermosa. Lee al principio se había quedado petrificada, pero un segundo después cerró sus ojos y le correspondió aquel esperado beso al castaño. Se relajó y subió sus manos al largo cabello ondulado de John, era tan suave, tanto como lo era él en general. Dulce, tierno y suave. Aquel beso fue mejor de lo que se había imaginado y fantaseado todo éste tiempo.

The Miracle | John DeaconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora