XIII

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La película terminó con John cubriéndose el rostro por el terror, Roger riéndose a carcajadas y Brian besándose con Chrissie sin prestarle mucha atención a la película.

– Bien, ¿Tienes algo de beber? – preguntó Freddie hurgando en los muebles de Brian, el rizado asintió con la cabeza desde el sofá.

– Si, ahí hay un vodka, whiskey... Y algunas cosas más. – le señaló un mueble y Freddie asintió.

– Bingo. – exclamó con una gran sonrisa al encontrar las bebidas, sacó unos vasos de vidrios.

– !Hey cuidado con eso! Son de decoración. – Brian se paró para ayudar a Freddie con los vasos, parecían ser una reliquia. Freddie rodó sus ojos ante la exageración de Brian.

– ¿Quieres beber algo, o quieres irte de aquí? – susurró John en el oído de Lee. Ésta se ruborizó.

– Unos tragos estarían bien. – se encogió de hombros y John con una sonrisa asintió.

– Está bien.

– Mira John, tu favorito. Hay para hacer daikiris de frutilla. – exclamó Freddie con una expresión de felicidad asomándose por la puerta de la cocina, mientras sostenía un bowl con frutillas dentro. John soltó una risita.

– Hazme uno, se ven tentadoras. – asintió el castaño.

– ¿Te gustan los daikiris? – preguntó la rubia, curiosa.

– Si. Me gustan casi todas las bebidas. – volteó nuevamente a ella y tomó su mano, para empezar a dejar pequeñas caricias con sus largos dedos. – ¿Y tu, tienes algún favoritismo?

– De vez en cuando comparto alguna bebida blanca, pero la verdad no me gustan mucho. Me caen pésimo. – hizo una mueca que hizo reír a John.

– Tienes estómago de bebé. – se burló John y Freddie con Brian volvieron de la cocina repartiendo tragos para todos.

– Cállate, no tengo estómago de bebé. Dije que de vez en cuando si compartía una que otra bebida. – lo empujó levemente riendo, con la mano libre.

– ¡Daikiris! ¡Tomen sus daikiris! También hay Whiskey y... ¿Que dijiste que era ésto? – preguntó el cantante mientras repartía una charola con tragos recién preparados.

– Tequila, Fred. – le indicó Brian sirviéndose un trago de tequila.

– Eso. Cómo sea, esta noche nos embriagaremos hasta olvidar nuestros nombres. ¿Oyeron? Es una orden. – comentó entre risas, y Roger soltó una carcajada mientras bebía su daikiris. John también tomó dos, para él y para Lee.

– ¿Brian, puedo quedarme ésta noche? No pienso conducir con todo lo que voy a beber. – dijo Roger mientras le daba un sorbo a su trago.

– Agradezcan que tengo camas de sobra, sofás... Y alguna que otra bolsa de dormir. ¿Alguien más se queda?

John miró a Lee. Ésta se encogió de hombros.

– En casa avise que volvería, lo siento. – sonrió vergonzosa.

– Entonces no beberé más. – John dejó su vaso en la mesita de café.

– ¿Por qué? No, está bien. Me pediré un taxi.

– No, yo te llevo. – se negó el castaño. – no moriré por no tomar un daikiri. Lee – comentó riendo.

– Bien entonces me quedo. No quiero arruinar la noche.

– No lo haces. ¿Estás segura? No lo hagas solo por mi eh... – John alzó una ceja.

– Estoy segura. Además no me vendrá mal una noche fuera. – sonrió aceptando finalmente.

Las siguientes dos horas las dedicaron a beber como de costumbre. Lee intento cuidarse porque sabía que las bebidas blancas le sentaban mal, así que solo tomo un vaso de daikiri. John ya estaba bastante ebrios porque a él si le gustaba beber, al igual que al resto de la banda y las chicas también. Excepto Mary, que como a Lee tampoco le gustaba mucho el alcohol.

El reloj marcaban las 4AM y John y Lee aún seguían hablando en la sala de Brian. Él y Chrissie habían desaparecido hace rato, yendo a "dormir" a su habitación. Roger y su cita habían pedido primero la habitación de huéspedes. Mary y Freddie dormían plácidamente en un sofá, habían caído rendidos hace poco ya que se habían quedado charlando con John y Lee. Pero ahora eran tan solo ellos dos, riendo en susurros, sentados en la alfombra de la sala.

– Eres mucho más interesante de lo que pensaba... Bueno, la verdad es que se notaba que eras muy interesante. – confesó John arrastrando un poco sus palabras.

– Y tu también. Bueno, digamos que me aproveche de que estás algo ebrio para hacerte hablar. Por algún motivo el alcohol te pone bastante charlatán. – dijo entre risas. John soltó una carcajada y Lee lo calló en regaño. – ¡Vas a despertar a todos con tu súper risa! – se quejó riendo en susurros.

– Lo siento. Es que es cierto, el alcohol me pone muy charlatán. Y a veces digo cosas de las que me arrepiento estando sobrio. – negó con la cabeza sonriendo.  – Pero hey, a final de cuentas los borrachos siempre dicen la verdad. – se encogió de hombros.

– Gracias por invitarme hoy. La pasé muy bien... Siempre la paso bien contigo. Siempre estoy descubriendo algo nuevo en ti...

– Y yo. – sonrió encontrándose con la mirada de la rubia. – ¿Te había dicho ya lo hermosa que eras? – preguntó. Lee se sonrojó.

– No digas nada de lo que después te puedas arrepentir. – bromeó y John se acercó lentamente.

– Eres la chica más linda que he conocido. Todo en ti es muy bello, desde tu rostro hasta tu forma de ser. – confesó en un suspiro. – Puede que me haya costado decirlo estando sobrio, pero es porque soy muy tímido. – rió tambaleandose un poco. Lee tomó su mejilla sonriendo.

– Me gustas John. – aprovechó la situación, rogando porque mañana cuando despierte lo olvide. Pero John no estaba tan ebrio, por lo que abrió un poco más sus ojos y la miró algo sorprendido.

– ¿Eso es... de verdad? 

Lee no supo qué responder. Más bien no quiso responder nada más. Le dió un beso lento, y suave, tomándolo por el rostro. En sus mejillas la barba estaba recortada al ras y su piel era bastante suave para ser un hombre.
Aún saboreando sus suaves y finos labios recorrió con sus dedos hasta llegar a su largo cabello que ahora tanto le gustaba, admiraba cada detalle en John, cada detalle que lo hacían ser único.

– También me gustas Lee Connor. Espero recordártelo mañana, para que no lo olvides.

Lee soltó una risita en sus labios. Charlaron un rato más y cayeron dormidos en las bolsas de dormir que Brian les había prestado. Se habían dormido en el suelo, que no era lo más cómodo del mundo. Pero estaban juntos, y abrazados. Y nada más se comparaba a aquella sensación nueva que estaban experimentando los dos.

The Miracle | John DeaconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora