XVII

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El martes Lee salió de la clase de química inorgánica, bufando mientras leía unas fotocopias con los libros que tenía que sacar de la librería para la clase que viene.
Al alzar la vista se encontró a John parado en el pasillo, apoyado contra la pared contraria. Traía un sweater a rayas horizontales, su mochila colgando de un hombro, su largo cabello caía pesado y ondulado enmarcando su bello y angelical rostro. Seguía siendo tan hermoso y era inevitable sentir aquellas mariposas en el estómago cada vez que lo veía. Y John, por su parte se sentía igual cada vez que veía a la rubia.

– John... Hola. – lo saludó con una expresión de sorpresa.

– ¿Cómo estás? ¿Tienes clase? – preguntó curioso acercándose a ella para saludarla con un beso en la mejilla.

– ¿Bien... Y tú? – se sorprendió al verlo afuera de su clase. Hace días que no se hablaban. Freddie le comentó que había hablado con él, y que ahora solo tenía que poner "su grano de arena" para hacer que aquello vuelva a funcionar. – No, de hecho ahora es mi descanso de media hora antes de entrar a la librería.

– ¿Quieres ir a almorzar? – le preguntó algo tímido, rascando su nuca. Lee sonrió.

– Claro, vamos... – aceptó sonriente. – pero te recuerdo que vine en bicicleta.

– La subimos al auto, no hay problema. – sonrió el castaño.

Caminaron en silencio hasta la salida del departamento de ciencias. John ayudo a subir su bicicleta en la baulera como de costumbre y emprendieron viaje al centro comercial. Eligieron ir a McDonald's ya que sería un almuerzo rápido, así que pidieron sus órdenes y una vez estuvieron listas se fueron a sentar.

– ¿Cómo has estado? Hace días no te veo con la banda...

– Bien, he estado ocupada. Universidad, trabajo y el papeleo del nuevo apartamento. – comentó sonriendo algo cansada, mientras le ponía ketchup a su hamburguesa.

– ¡Es cierto! ¿Cómo vas con eso? ¿Ya es tuyo?

– Sí, estos últimos días fueron puros papeleos, ir a chequear que todo esté en orden, los de la inmobiliaria estaban haciendo algún arreglo por algún daño de los inquilinos anteriores etcétera. Pero ya la semana entrante voy a empezar a comprar las cosas con los ahorros que tengo. – explicó.

– ¡Eso es increíble Lee! Me alegra mucho oír qué todo éste resultando, de veras.

– Gracias por preocuparte, John. – sonrió. – ¿Tú cómo has estado?

– Las cosas han ido bien, ya estoy estudiando para los primeros exámenes. – explicó mientras comía su hamburguesa.

Charlaron en lo que almorzaban sobre cosas indistintas, John le contaba cómo iba todo entre la banda y la universidad. Hasta le contó que en la última presentación una chica les había lanzado un sostén, comentario que hizo reír por varios minutos a Lee.

Una vez finalizaron su comida, salieron caminando nuevamente hacia el auto de John para buscar la bicicleta de Lee, ya que la librería quedaba en el centro comercial y no era necesario ir en auto.

– Escucha Lee... El verdadero motivo por el que te invité es porque quería hablar contigo.

La miró algo tímido cuando cerró la baulera ahora vacía. Lee alzó la vista de su bicicleta, curiosa.

– Claro... ¿Sobre qué querías hablar? – preguntó. Pero en el fondo si sabía dé que era lo que quería hablar John.

– No sé si quieras hablar ésto ahora... Pero necesito hablar sobre lo que ha pasado...entre nosotros.

– Yo también quería hablar contigo sobre lo mismo... – quitó un rubio mechón de su rostro.

– No has llamado en todo éste tiempo...

– Creí que estabas enfadado conmigo. – se encogió de hombros.

– No lo estoy, ¿Por qué estaría enfadado? Sólo quería darte tu espacio. – explicó haciendo una mueca.

– No fué lo que esperaba exactamente...– aquello comenzaba a tener un aire de discusión. Las discusiones no le gustaban en lo absoluto a John, lo ponían nervioso y más tenso de lo que normalmente era. Se removió en su asiento.

– Yo... – la rubia volvió a mirarlo. – Yo quería preguntarte si has podido aclarar tus pensamientos, Freddie me ha hablado un poco sobre tí...

– Si lo sé. – suspiró y dejó su bicicleta estacionada a un lado. – Si lo he pensado bastante. Y resulta que no puedo dejar de pensar en ti, John Deacon. – confesó finalmente, mirándolo mientras entrecerraba sus ojos por los fuertes rayos del sol que bañaban la ciudad, típico de la hora del mediodía. – Me gustas. Eso ya lo sabías, pero por algún motivo he cambiado totalmente de parecer. Y aún, aunque esté perdiendo el control de la situación, aunque estés en mi mente 24 horas y no pueda concentrarme en mis actividades... Aún así te quiero en mi vida. – confesó y John se ruborizó.

– ¿Es...Estás segura?. – preguntó con un poco de timidez. Lee asintió con su cabeza. – También me gustas Lee. Y te he echado de menos en todos éstos días, pero no quería presionarte. – explicó mirando sus dedos mientras los removía nervioso. – Quería que hagas una elección pensándolo en frío, no porque tengas la presión de que estoy esperando una respuesta. ¿Sabes?

– Si, pero no tenías que desaparecer de mi vida de esa manera. – hizo una mueca. – Resulta que...Te aprecio. Y me sentí bastante mal después de que me pidas que no juegue contigo... No era mi intención. – bajó la mirada.

– Hey... – se acercó a ella y tomó su mentón con sus dedos, alzando su rostro para que lo miré a los ojos. – Lo siento por hacerte sentir mal por desaparecer así... No era mi intención dar un mensaje erróneo.

– No, yo lo siento por hacerte creer que jugaba contigo. Eso no es cierto, jamás lo haría. Me gustas... De verdad me gustas. – suspiró. John sonrió de lado.

– Está bien. Ya lo olvidé de todas formas... Sé que no lo haces.

Lee asintió con la cabeza. John se quedó observando su bello rostro por unos segundos más y finalmente cortó la distancia para unir sus labios en un beso que habían esperado por días. Bajó sus manos para abrazarla por la pequeña cintura de la rubia, y ésta lo abrazó por el cuello sin romper el beso. Disfrutaba de los labios de John como la primera vez que los había probado, finos y suaves. Era como el beso de un mismísimo ángel.

Se separaron un poco para recuperar en aliento y se miraron entre sonrisas y una pizca de timidez.

– Debo irme... O llegaré tarde al trabajo. – le recordó y John sonrió asintiendo con la cabeza.

– Claro, lo siento por retardarte.

– No es tu culpa, soy yo la que no se quiere ir. – suspiró alejándose del abrazo riendo tímida, mientras volvía a tomar su bicicleta. – gracias por el almuerzo... Y por ésto.

– No es nada. Entonces... ¿Las cosas están bien entre nosotros? – preguntó para asegurarse.

– Si John. – sonrió amplio y se subió a su bicicleta.

– Me alegra oír eso. Buena suerte en el trabajo. – se acercó para darle un último beso un poco más rápido y se alejó.

– Gracias, nos vemos en la semana. Adiós. – le sonrió con esa típica sonrisa de enamorada y John la observó irse pedaleando entre las calles del centro comercial, hacia el trabajo.

Suspiró sintiendo una vez más aquella cálida sensación en su pecho. Se estaba enamorando de Lee Connor, y las primeras señales de aquello ya comenzaban a florecer en su interior.

The Miracle | John DeaconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora