El secreto

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La manada de orcos estaba cerca. Los páramos no nos ocultaban de nuestro enemigo. Se acercaban con sus wargos. Podía olerlos. Gandalf nos encaminaba entre las rocas en busca de refugio, pero una flecha nos indicó que habíamos sido vistos. Comenzó la batalla. Ruidos de metal entrechocando, flechas volando en todas direcciones, rugidos y gritos.

-¡Gloin!_ exclamé.

Éste se volvió y atravesó al orco.

-¡Corred!_ gritó Gandalf.

De repente sentí un intenso pinchazo acompañado de un dolor horroroso. Pero sabía que si paraba moriría. Los orcos nos rodeaban, habíamos perdido de vista a Gandalf. Nos agrupamos alrededor de una enorme piedra. Acorralados, luchamos matando a algunos de ellos. Sentía un calor ardiente en el hombro derecho. Fue entonces cuando vi la flecha clavada. Que inmediatamente tiré de ella.

-¡AHH!._ caí al suelo de rodillas por el dolor, sujetándome el hombro.

-¡Por aquí!.

De repente Gandalf apareció detrás de una roca cercana, nos aproximamos con cuidado, había un agujero por donde los enanos comenzaron a tirarse. Los seguí.

Un cuerno, y luego otro y otro sonó arriba. Pero no era un cuerno de orcos.

Gandalf se apresuró y seguimos un camino. Con pasos atropellados conseguí avanzar a su paso.

-¿Estáis bien?_ preguntó Nori.

Todos asintieron. Durante el descanso me aparté un poco del grupo y me vendé la herida.

-¡Saqueador!_ me llamó Thorin.

Me levanté rápidamente para que no se diera cuenta de nada. El sudor le recorría la frente, tenía los músculos en tensión y su mirada fija en mis ojos me desconcertó.

-¿Te han herido?._ susurró.

-Estoy bien, Thorin._ dije mientras intentaba caminar lo más derecha posible.

.............

Para nuestra sorpresa llegamos a Rivendel. Thorin por supuesto se enfureció. Aunque los odios se fueron apagando con toneladas de comida, que no probé. Luego los muchachos ocuparon una fuente donde se bañaron ante las miradas desconcertantes de elfos. Para entonces, el calor y el dolor pasó a ser insoportable, empezaba a nublarse mi vista y a perder el conocimiento por momentos.

-Hermanos... Bombur, Oin...

Choqué contra alguien, aunque no podía reconocerle.

-¿Qué te ocurre?.

"Bofur". Quité la mano del hombro dolorido, y vio el redondo de sangre entre las ropas.

-¡Está herido!

"Herido". Es cierto. No saben que soy una mujer.

-¡No! No, Bofur...

Desperté entre sábanas blancas con bordados que evocaban a la naturaleza. Un elfo se encontraba en la habitación.

De repente sentí un pinchazo en el hombro. Miré hacia allí. Estaba vendado, y mi torso desnudo, tapado por las sábanas. Miré al elfo.

-Se curará. Por suerte la herida no es profunda.

-Maese Elrond...

-Dime, ¿qué hace una mujer en una compañía de 13 enanos?.

Arrebujada entre las sábanas, hice frente al dolor e hice una reverencia.

-¡Por favor! No digáis nada. Ellos no deben saberlo.

-Tarde o temprano lo sabrán. Una nueva herida en campo abierto sin un refugio como éste y te descubrirán.

Hizo una pausa.

-Thorin ha solicitado verte.

Se levantó y abrió la puerta dejando paso al enano que no lo miró con buenos ojos. Tras él volvió a cerrar la puerta. Me sentí tan avergonzada en ese momento que me quedé paralizada entre las sábanas bordadas y cerré los ojos para no verle. Oí sus lentos pasos dirigiéndose hacia un costado de la cama, de repente se pararon.

-Saqueador...

Nunca me llamaba por mi nombre. No me atreví a contestar, tenía miedo de sus replicas. Diría que había puesto en peligro la misión o aún peor. Quizá mis hermanos se habían dado cuenta de que no era un hombre.

-¡...!

Noté como la cama se ladeaba ligeramente hacia la izquierda, Thorin se había sentado al lado de mi regazo.

-Le dije a Gandalf que no era buena idea. Le avisé que no me haría cargo de lo que pudiese pasarte. Os advertí a ambos.

Sentí cómo la sábana se desplazaba desde mi cuello hasta más abajo del hombro y volvía de nuevo a su origen.

-Debería ser yo quien curase tus heridas._ dijo mientras quitaba un mechón de pelo de mi frente a un lado.

Se levantó, dejando la cama nivelada de nuevo. Sus pasos se hicieron más lejanos y por último oí cómo se cerraba la puerta. Me incorporé con cuidado, con algún que otro pinchazo en la herida, miré la ornamentada puerta de la habitación.

¿Por qué habría dicho eso?. Durante el día restante, me quedé reposando sin salir de la habitación.  Me puse la ropa que me habían dejado. Curiosamente era un vestido violeta con pequeños encajes plateados en los bordes de las mangas y el cuello escotado. Un extraño sentimiento cruzó mi mente, hacía mucho tiempo que no llevaba ropa de mujer. Me deshice la trenza en la que guardaba mi largo y rubio ceniza cabello.

Otra puerta conducía a un balcón desde donde se veía un río que cruzaba Rivendel, donde en ese momento los enanos disfrutaban como chiquillos con el agua. Con el simple hecho de verlos disfrutar animaba mi corazón y me hacía sonreír sin preocupación. Hasta que el ruido de unos pasos me sacó de mis pensamientos y me hizo volver a la realidad. Gire sobre mis pies.

-¡Thorin!_ exclamé asustada.

Hice una torpe reverencia y me quedé con la mirada fija en el suelo por miedo a sus reprimendas. Sin embargo, el rey no dijo nada. Con miedo levanté cuidadosamente la vista irguiéndome poco a poco para contemplar el rostro asombrado del enano.

Tenía la boca entreabierta sin lugar a dudas no le salían las palabras, sus ojos no podían centrarse en un solo objetivo, y su ceño siempre fruncido estaba relajado, dejando paso a una expresión de sorpresa.

-Mi señor._ me adelanté un paso.

Parpadeó varias veces y clavó sus ojos en los míos.

-¿Cómo fuiste herido?_ caminó hasta el balcón fijando su mirada al vacío, marginándome de su vista.

-Una flecha de un orco, fue en la encrucijada. No llegó muy profundo así que pude sacarla yo mismo.

Thorin apretó los barrotes del balcón. Intenté apaciguar su ira.

-Lo siento, no bajaré la guardia de nuevo.

Sus ojos claros reflejaban la luna.

-¿Por qué no avisaste?.

-No quería demorar al grupo. Ni preocuparos._ susurré.

-Desde que dejé que formaras parte de la Compañía, estás bajo mi responsabilidad.

Una pequeña brisa movió nuestros cabellos en la misma dirección. "No me hago cargo de lo que pueda pasarle". Esas fueron sus palabras cuando me contrató. ¿Acaso yo le importaba?.

-Eres nuestro único saqueador. No pondré nuestra misión en peligro por ti.

El azote de la veracidad de sus palabras me desplomó moralmente.

-Asegúrate de no llevar esas ropas delante de nadie.

Thorin x Oc (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora