Soy inocente (Yaoi/Gay) PAUSADA

20. Jugando con fuego

El auto se movía en dirección hacia el reclusorio y desde la perspectiva de Kanzaki Shinomiya, parecía que avanzaba lentamente.

Otra vez todo empezaba a tornarse borroso y costaba trabajo respirar.

"Él está ahí adentro esperándome... ¡¡Está esperando que yo regrese para torturarme de nuevo!!

—No quiero ir. No quiero entrar ahí, ¡por favor, no me lleven ahí dentro...!— suplica angustiado y su ojo restante llora.

Pronunciar eso último fue tan difícil, que ahora si se siente como si se hubiera quedado sin aire.

—Shinomiya.— Koco lo llama, pero el policía que conducía interrumpe su intervención.

—Cierra la boca. No tenemos tiempo para tus quejas.

Koco se altera ante esa contestación tan desagradable y mira al sujeto con enojo. También le responde algo, pero Kanzaki en el asiento de atrás, sencillamente ya no presta atención.

Se puede oír una respiración irregular, que se vuelve más y más inestable conforme suspira.

Shinomiya inhala, la acción le provoca mover su pecho y tórax de manera sutil, pero aquel movimiento insignificante lo hace resentir el dolor qué hay en su pecho.

Exhala y hay un alivio imperceptible.
Entonces vuelve a inhalar y a soltar, lo hace unas veces más, con pesadez.
Y de pronto siente que no puede, cuando las puertas del lugar le abren paso al auto donde se encuentra.

Su ojo se abre en pavor y su cuerpo se encuentra envuelto en tensión. El chico aprieta los dedos de las manos que aún tiene y comienza a retorcerse en el asiento, con la esperanza de que pueda sentirse mejor.

"Katsuragi... no... va a matarme. Va a violarme."

El entorno desenfocado por lágrimas lo marea, también tiene ganas de vomitar. Está visualizando lo que le sucedió en el ala dos; no importa que sus recuerdos estén cada vez más borrosos y lejanos, siguen ahí para atormentarlo.

No importa nada, lo único que sabe es que no quiere regresar a ese lugar, no a ese lugar... de todos los demás.

—Shinomiya.— Lo llama Koco otra vez.

Ya han llegado al lugar y deben bajar del vehículo, pero Koco quiere mirarlo porque es más que consciente de lo que le sucede al pecoso.

Kanzaki se agarra el rostro y clava sus uñas en él, rasgando sus mejillas con pánico. Intenta respirar, lo que le cuesta tanto.
Duele, arde, es horrible, es tan horrible que empieza a soltar muchos gemidos ahogados, en su intento por respirar normalmente.

Su vocecita sale y luego él se sujeta el cuello con ambas manos; es su inútil intento por respirar, como si tocando su cuello pueda cambiar las cosas.

"¿¡Por qué está pasando esto!?, ¿¡cómo puedo hacer que pare!?, ¡me moriré!
¡¡Quiero morir!! ¡¡Quiero morir para no tener que verlo nunca más!!"

Se hiperventila, desesperado.

Toda su existencia duele, es difícil. Tiene miedo y llora.

El impaciente hombre uniformado decide salir del auto y abrir la puerta de una vez. No esperará a que se calme, pese a todos los intentos de Koco por ayudar al chico y detener al policía.
Enojado, agarra a Kanzaki de los hombros y jala su cabello para sacarlo, gritándole:

—¡SAL DE UNA VEZ, MALDITA SEA!

Kanzaki no se opone, en realidad permite que su cuerpo sea sacudido de manera violenta. Sin embargo, pese a su sumisión, el policía lo golpea con la cachiporra que saca repentinamente.