2. Tienes derecho a guardar silencio (Borrador)

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Kanzaki dormía plácidamente en la cama de abajo de la litera. Estaba acostado boca abajo porque le parecía más cómodo así.

—¡¡¡Algodón de azúcar, despierta!!!— un guardia le gritó horriblemente mientras daba golpes en los barrotes de su celda con una cachiporra.

"No soy un algodón de azúcar, soy un chicle", pensó Kanzaki fatigado, mientras se levantaba de la cama con flojera.

—¡¡¡DESPIERTA, PEDAZO DE BASURA!!!

Ante tal grito, Kanzaki se levantó asustado.

—¡B-Buenos días...!— saludó... también asustado.

El guardia se le acercó bruscamente a tomarlo de la nuca y lo sacó de la celda a la fuerza para manipular su cuerpo y dar un "amigable" paseo por el ala uno.

—¡Primero te vas a los baños, después a desayunar y sigue tu trabajo de destino!— dijo el guardia con enojo —¡revisa tu nombre en la lista para saber qué harás hoy! ¡Luego comes, más trabajo de destino o tiempo en tu taller recreativo si ese día te toca, luego cenas y regresas a tu celda hasta el día de mañana! ¿¡ENTENDISTE!?

—¡Sí...!— respondió, quería que lo soltara ya porque lo estaba lastimando.

Después, el guardia le sonrió con malicia y lo miró a los ojos.

—Procura que no te apuñalen. Aunque no creo que vayas a durar mucho.

• • •

Fue a los baños, tal como le ordenó el guardia, de hecho, este mismo se encargó de supervisarlo y se quedó en la puerta vigilando a los otros reclusos.

Kanzaki entró hacia las regaderas, tomó una toalla y de inmediato logró captar la atención de varios presos.
Todas esas miradas fueron suficientes para ponerlo nervioso, al grado de que empezó a temblar levemente.

"Solo debo buscar una regadera y bañarme, no suena tan difícil...", se dijo a sí mismo, pero su temblor no disminuía.

—Oye, algodón de azúcar— alguien lo llamó —Aquí hay una regadera libre, ¿por qué no la usas?

Había algunas regaderas que tenían una delgada separación entre ellas, pero había otras que no, en este caso, la regadera que le señalaban no tenía separación y estaba justo en medio de dos regaderas que estaban ocupadas por dos presos muy intimidantes.

—Ven, ¿qué estás esperando?, ¿o es que quieres que vaya por ti?

Kanzaki tragó saliva, y en medio de su temblor se negó a avanzar, pese a que no parecía tener ninguna otra opción.

—Ha-Hay una regadera libre por aquí también— dijo, no supo cómo sacó la valentía para hablar y para empezar a caminar hacia esa regadera libre.

Pero entonces, uno de los presos que lo llamó, entre cerró los ojos con enojo y lo miró muy disgustado.
Kanzaki conocía esa expresión, porque Ryuichi Sato hacía lo mismo cada vez que hacía algo que no le gustaba, conocía su lenguaje corporal a la perfección.

Esa maldita expresión le erizó la piel, le revolvió el estómago y ya no podía dejar de temblar.

—Ven acá, ratoncito— ese recluso intimidante de cabello negro, fue hacia él y lo llevó a la regadera a la fuerza.

Ya frente a los grises azulejos, el chico de cabello rosa empezó a quitarse la ropa, sintiendo como las miradas de ese par de reclusos empezaban a devorarlo vivo.

Colocó su ropa y su toalla en el suelo, ni tan cerca ni tan lejos como para perderla de vista o mojarla.
Se metió a la regadera y abrió las llaves con sus manos temblando, para intentar nivelar la temperatura.
Mojó su cuerpo lentamente, porque el agua aún estaba algo fría y solo conseguía temblar más.

Soy inocente  (Yaoi/Gay) PAUSADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora