3. Un atisbo de preocupación.

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[A]

Cuando abro los ojos suelto un quejido quizá un poco dramático, lo que me hace comprobar dónde estoy, por si alguien se ha alarmado con mis sonidos matinales. Bien, no estoy en medio de la nada, lo que es buena señal. Reconozco el sitio rápidamente: la cabaña de Hermes, una cama para mí sola que me ofrecieron cuando llegué casi muerta del cansancio. No hay nadie más, y el sol entra libremente por las ventanas.

Por lo que sé, a diario llegan nuevos campistas, lo que significa que los Dioses suelen divertirse a menudo con mortales... y que a veces la cabaña de Hermes llega al tope, aunque sea por uno o dos días. No estaba dispuesta a dormir en el suelo, no después de la tremenda paliza que me llevé, así que agradecí el haber llegado cuando había camas disponibles.

Bostezo y me estiro, dejando salir un gemido por mis articulaciones entumidas. Clarisse, la chica que lideraba el grupo de los novateadores, me había ayudado a levantarme después de recibir más de 40 globos de pintura en mi cara, espalda y otras extremidades del cuerpo.

Me había sonreído lobunamente y dicho (cito sus palabras): sobreviviste, y sin llorar. Eres bienvenida en la cabaña de Ares.

Muy amistosa y todo.

Me levanto con pereza y me visto con la nueva camiseta que me han proporcionado uno de los chicos de Apolo; noto que me hace sentir como una fruta, pero igual me reconforta.

Me apresuro a llegar al comedor, pero en el camino me encuentro con los Stoll, un par de chicos casi idénticos que han resultado ser jefes de la cabaña de Hermes, y que he tenido el placer de conocer ayer.

—Hey, Aimee, ¿no hueles a podrido?—Me dice Travis con una risita burlona. Lo fulmino con la mirada.

—Déjala en paz, Trav. No vaya a devolvernos la caja de huevos que le arrojamos anoche—le responde Connor, con lo que ambos estallan en carcajadas.

—Aliados con Ares, ¡debería darles vergüenza!—Les digo medio malhumorada.

Anoche me habían hecho una bromita al salir de las duchas (y es que habían elegido justo el momento en el que ya estaba limpia) lanzándome más de una docena de huevos en la cara. La mayoría habían estado podridos (estoy segura que adrede) y me había pasado como una hora quitándome el olor.

Cuando he llegado al comedor me dejo caer frente a la mesa que me corresponde, pegando al instante mi cara a ésta.

—Cómete las verduras, Aimee. Así tal vez no te duermes—canturrea Nico, que pasa a mi lado. Me fijo en que también acaba de llegar y se dirige a su mesa solitaria en uno de lo rincones del comedor.

Espero a que alguien se siente a su lado, pero al ver que no llega nadie y él come solo, me doy cuenta de que no tiene más hermanos.

Lo observo un largo rato hasta que él me atrapa. Enarca una de sus pobladas cejas y puedo sentir el calor agolpándose en mis mejillas. Bajo la mirada y me concentro en la comida.

—Campistas—escucho la estridente voz de Quirón en la mesa del Señor D, junto a quien comen algunos sátiros—, debido al gran número de campistas que hemos recibido este último mes, les comunico que mañana llevaremos a cabo un juego de Captura la Bandera.

El comedor entero estalla en vítores y veo cómo varios campistas se unen para reafirmar alianzas.

—Les encomiendo la tarea de poner al tanto a los nuevos campistas y explicarles las reglas. Son libres de rearmar sus equipos hoy.

La mitad de la gente aglomerada en el pabellón está totalmente emocionada, mientras que otros (incluyéndome) están perdidos sin saber a qué se refiere.

Hijo de Hades; Nico di Angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora