18. En busca de la segunda rehén.

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[N]

Después de lo que parece una eternidad, logramos llegar al lugar donde, según la sabelotodo de Afrodita, debe encontrarse Niké. Cuando entramos a la casa ubicada cerca de la frontera entre Alaska y Canadá, me doy cuenta que no soy el único en dudar de lo que nos ha dicho la Diosa del Amor.

Hay un sinfín de bloques de hielo que nos hace resbalar y también un par de velas a punto de consumirse por completo. También notamos que las paredes de ladrillo rojo no son más ladrillos rojos. Son más bien pedazos de cemento negruzco con hollín de hace décadas, probablemente. Toso sarcásticamente, dirigiéndole una mirada de soslayo a Jason.

—Eh, bonito lugar para los descendientes de los mismísimos Dioses, ¿no?—Jason se ríe, siguiéndome el juego.

—Sí, apuesto a que éste es un nidito de amor para algunos—murmura, divertido.

—Vamos, yo apuesto 50 dracmas a que ninguno de ustedes lame el piso—nos reta Thalia, escarbando en su bolsillo. Al instante, Percy está con nosotros.

—Oh, oh. Creo que Cara de Pino perderá su dinero—silba, petulante. Percy hace un ligero movimiento de muñeca y un chorro de agua sale de sus palmas, haciendo al piso limpiarse por sí solo. Posteriormente, se agacha para darle una rápida probada al suelo. Thalia le paga y él sonríe victorioso.

—Demonios, Percy. ¡Eres como el Hombre Araña! Sólo que lo tuyo es agua, no telaraña—ríe Aimee.

—¡Gracias a los Dioses! Al fin alguien que entiende mi mundo—Percy y ella chocan palmas, y una pequeña chimenea se enciende dentro de mí. 

—Percy, somos mestizos, no cavernícolas. Sabemos quién es el Hombre Araña—dice Annabeth en tono obvio.

Todos nos miramos, y entonces Thalia habla:

—Yo no. Pero no es difícil adivinar que se trata de un hombre mitad araña, supongo—su tono de simplicidad me hace sonreír y me acerco sin problemas a ella.

—Yo tampoco lo sé, pero en mi siglo creo que los nombres eran un poco más elaborados. Ya saben, se esforzaban en hacerlo difícil e interesante.

Annabeth carraspea, de repente incómoda. Soy consciente de la mirada furibunda de parte de Aimee; no me importa, descubro que lo disfruto.

—Bueno, chicos. No estamos aquí para discutir sobre un superhéroe ficticio...así que, a trabajar, creo.


🍁🍁🍁


Nos encontramos en guardia mientras comenzamos a registrar el lugar; no tardamos mucho en descubrir el subterráneo. 

—¿Un subterráneo? Eso es cómo... si alguien construyera un centro comercial en medio del desierto—murmura Thalia.

—De hecho, hay un centro comercial en el desierto. Lo llaman Las Vegas y es jodidamente popular.

—Cállate, Jackson.

Descendemos con cuidado hasta encontrar un túnel y conseguimos alumbrarnos con la espada de Jason y Percy, y con el escudo de Thalia también. Aimee trata de hacer más luz con las chispas de su látigo, pero al instante nos mostramos inconformes.

—Aimee, puedes matarnos con eso. No es nada contra ti, sólo queremos vivir—le dice Percy con lo que él llama sutileza. Afortunadamente, Aimee lo guarda.

Estamos a un par de metros de la única luz que hemos percibido, cuando oímos una serie de pasos apresurados.

—Escuche, Su Alteza, es sólo un imprevisto. Podemos solucionarlo...—oímos una voz entrecortada. Nos fundimos en las paredes. O lo intentamos. Cuando pronuncian Su Alteza comparto una mirada sorprendida con Jason. Sus ojos me dicen todo: ¿Y nosotros qué somos, plebeyos?  Casi un chiste.

Hijo de Hades; Nico di Angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora