8. ¿De qué hablas?

9.2K 724 19
                                    

[N]

Una de las cosas más molestas de ser un mestizo, es el hecho de tener sueños terriblemente extraños. A veces te muestran fragmentos del futuro, a veces fragmentos del presente; otras más, del pasado.

Mi primer sueño es sobre los dos últimos días; una rememoración de los últimos sucesos de mi vida. Aparezco yo, como es de esperarse, en medio del bosque, después de enterarme de que Aimee es hija de Zeus; medio confundido mientras medito el porqué de que el Universo sea así de injusto.

—¿Ya no te agrada tu nueva amiguita?—La presencia de una voz irritantemente dulce y suave me hace saltar en mi lugar—. Y yo que creí que Hades podría tener una integrante más en la familia.

Eris se carcajea libremente.

La encaro, teniéndola a unos cuantos pasos; es una mujer de piel blanca, de cabello, labios y ojos color azul, lo que hace contraste con su atuendo; un vestido rojo con negro, con un listón y aretes dorados.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?—Inquiero con los nervios de punta, siendo lo suficientemente sensato como para ocultar el temblor en mis manos. Hay algo que no me gusta de todo esto.

—Soy una proyección de tu mente, cariño. Sólo quise visitarte—me responde dándole un bocado a una manzana, con una sonrisa condescendiente.

—¿Una visita? Será mejor que visites a tus hijos, Eris—replico con frialdad.

Su sonrisa se desvanece lentamente. De pronto está de pie frente a mí, con una fea mueca de furia.

—Niño insolente; no siempre tienes la fortuna de ver a la gran Eris frente a ti. Podría convertirte en polvo ahora mismo...

—Pero no lo harás—la corto—, no antes de decirme lo que quieras decirme.

Sonríe de nuevo, satisfecha.

—Eres inteligente, hijo de Hades.

Asiento levemente, apremiante.

—Está bien, Nico, te lo diré ya; te he elegido porque me pareces el más sensato de los seis niñatos imbéciles que enviará Quirón—comienza y aprieto los labios, obligándome a callar—, me pareces perfecto para mi nuevo plan; puesto que están detrás de las Diosas desaparecidas, bueno.... no me siento tan segura. No sé si me entiendes—me da una mirada lobuna— quiero que te encargues de guiarlos por el lugar equivocado. Perseus Jackson, el chico estrella... él los guiará, lo sé porque tiene experiencia en el territorio de Alaska, pero también sé que confía en sus amigos. Y, ¿quién es su amigo?—Termina con una media sonrisa seductora.

En seguida el suelo se derrumba y me veo siendo absorbido por un gran agujero negro; la próxima vez que piso un terreno firme me encuentro en el Inframundo, a los pies de mi padre.

—Nico, ya me has oído; tienes que parar lo que sea que intenta hacer Eris en tu mente—me dice mi padre con convicción.

—No entiendo nada, padre. ¿Se supone que debo proteger a los hijos del Dios que mató a mi madre, a tu esposa?—Murmuro como poseído, y por más que trato de decir otra cosa, no puedo; entonces recuerdo que esto ya pasó, y que no lo puedo cambiar.

—Creí que el chico era tu amigo—replica el señor de los Muertos, con un tono más lúgubre.

—¿Jason?—Lanzo una risotada—, no tengo amigos.

¿Qué ocurre aquí? ¡Jason es mi amigo! Percy, Annabeth, Reyna... incluso Leo era mi amigo. ¡Son mis amigos! Grito interiormente, desesperado porque alguien me escuche.

Hijo de Hades; Nico di Angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora