20. ¡No!

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[A]

Caminamos sigilosamente entre elfos y hombres-pez hasta llegar a la gran máquina.

Ahí, encontramos una puerta de acero, pero sin más protección que un cerrojo enorme. Quizá Eris nunca supuso que llegaríamos hasta aquí, de todos modos.

Entre Percy y Jason logran derribar la puerta y todos nos apilamos en la entrada para ver. Localizo los controles y me acerco a ellos, con Annabeth detrás de mí.

—Creo que puedo cancelar la succión y liberarla... Tan sólo debo mover aquí...—comienza a apretar botones de forma rápida y me preocupo momentáneamente en si no está causando una explosión. Diez minutos después de observar el teclado de controles, la máquina colapsa con un ruido sordo y la gran cabina donde Niké permanece congelada comienza a drenarse, como si de un tubo de experimentos se tratase.

Miro a Annabeth de soslayo, sorprendida.

—¿Alucinante? No ha sido nada. Mi padre solía hablarme sobre controles de aviones. No son tan distintos—se encoge de hombros, como si estuviésemos hablando de comer.

De repente una alarma realmente ensordecedora se activa. Me doy cuenta de que hay una cámara en la sala de controles y que estamos siendo grabadas.

—Se acabó el sigilo—Thalia, sarcástica y mordaz.

Entonces Jason, Nico y ella forman un arco defensivo y comienzan a despachar a cualquier criatura enana que aparece.

Annabeth y yo nos apresuramos a sacar a Niké del horrible rectángulo y veo con temor cómo sus alas tiemblan de frío. Niké convulsiona por un par de segundos y entonces se queda inmóvil. Me agacho con cuidado para verificar que siga consciente y de pronto ella explota en un gran punto brillante.

—Eris, ¡preséntate ante mí y protégete de mi furia!—Ruge furiosa.

Pienso que tiene derecho a enojarse, pues ser succionada por una máquina no ha de ser una buena experiencia, supongo.

De la nada, Eris se presenta en medio del caos que representa su ejército de hombrecillos y mujercillas, y sonríe cínicamente a Niké.

—Hola, hola. La bella durmiente al fin logró despertarse—finge un bostezo—. Bueno, se despertó gracias a patéticos semidioses. Has caído muy bajo, Niki.

Niké lanza un nuevo rugido al aire y lanza una ráfaga de fuego azul en dirección a Niké. Con un sobresalto, la miro.

Cuando el calor se disipa Eris aparece de nuevo, riéndose.

—Fallaste.

Un minuto después, entre ellas comienza una guerra sobrehumana, mientras que todos nosotros luchamos contra el ya reducido grupo de enanos diabólicos.

Siento más de una vez un tiro fallido de Niké o de Eris rozarme la oreja, pero dejo de preocuparme debido a la carga de aniquilar a los elfos con mi látigo.

Hemos acabado con dos terceras partes cuando un grito desgarra el aire.

Reconozco la voz con un estremecimiento y todo se vuelve en cámara lenta de repente.

Cuando giro la cabeza logro echarle un vistazo a todo a mí alrededor; Jason y Percy trabajan juntos como uno solo y por su parte Thalia y Annabeth rematan a las víctimas de la otra. Al único que no veo en acción es a Nico y paseo mi mirada con más urgencia todavía.

Entonces veo, a unos metros de distancia, exactamente paralelo a mí, un círculo formado por los pequeños monstruos. Corro hasta allí para encontrar lo que temo y me entero de que mis rodillas tiemblan con anticipado horror; es Nico, con un agujero en el pecho, jadeando desesperado por aire.

Hijo de Hades; Nico di Angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora