13. ¿Manzana de la discordia?

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[N]

Estar interesado en una chica me parecía problemático antes, pero ahora... ¿puede algo tan natural como la atracción volverse letal?

Descubro que sí.

Hace rato que me había dado cuenta de algo irremediable y horroroso: no puedo sacar a Aimee de mi cabeza. Ahora, justo cuando necesito concentración, una empusa se coloca frente a mí, con la estúpida cara de Aimee mejorada.

Maldita sea la atracción física.

—Vamos, cariño. No te resistas—su canto es como el de una sirena y tiene una brillante sonrisa.

Estamos en el mismo sucio y maloliente callejón, recargados unos en otros. No me cuesta mucho tiempo darme cuenta que las empusas vienen a comerse los cerebros de aquellos con un cromosoma X y un cromosoma Y. En efecto: los chicos somos más vulnerables a este tipo de cosas.

Por el rabillo del ojo veo a Jason y Percy hablarles a Piper y Annabeth, respectivamente. 

—Cariño, no decías eso cuando estábamos en el Tártaro—le habla Percy a una empusa que sólo sonríe incómodamente.

Bueno, lo que sea que eso signifique, sé que es malo para la misión.

Comienzo a preguntarme si yo no debería estar exento de esta hipnosis, pero no tengo tiempo a reflexionar cuando alguien que luce como Aimee viene a mí para endulzarme el oído.

Eris, con su vestido llamativo y su risa estremecedora, entra en mi campo de visión justo cuando pierdo noción de todo lo demás.


🍁🍁🍁


[A]

Las empusas continúan coqueteando con Nico, Percy y Jason. Las chicas, por el contrario, intentamos limpiar el desastre matando mujeres mitad serpientes.

—Actúan como sirenas. ¿Se supone que es así? —Susurra Thalia con la respiración agitada.

—No son empusas normales. Parecen...—empieza Annabeth.

—¿Influenciadas? —Una voz con tono seductor y femenino proveniente de la oscuridad termina su oración.

Con un sobresalto nos giramos hacia ella, luego de decidir que, de cualquier modo, las empusas nos rodearán.

—Muy astuta, hija de Atenea. Supongo que, después de todo, a ti debí recurrir desde un principio, no a ese inútil y asustadizo chico del Inframundo—ronronea la silueta con un ademán de rechazo.

Empuño mi pequeña daga con más fuerza y hago el látigo sacar chispas con la insinuación de que Nico es un asustadizo.

—Eris—suelta Annabeth con un tono frío, resignado, amenazador y alarmado. Todo al mismo tiempo.

Eris sale por fin de entre las sombras. Con el resplandor de la luna llena parece incluso más bella que como la pintan en los mitos. Tal como la describió Nico, sus ojos y cabello son de un tono azul llamativo, mientras que su piel es blanca como el papel y usa un vestido ceñido pero elegante de un tono más oscuro. Sus labios forman al instante una sonrisa para nada amistosa.

—La misma que viste y calza—bromea ligeramente y lanza una chispa al cielo, que sale de una de sus perfectas pero letales uñas. En un instante el callejón se ilumina, lo que me permite vernos rodeados de mujeres vampiro con piernas deformes y lenguas de serpiente. Y que, además, los cuerpos de los chicos yacen inconscientes no muy lejos de nosotras.

Noto que mi expresión facial delata mis emociones, pues Eris lanza una sonora carcajada al viento y disimuladamente cambio mi peso de un pie a otro.

—¿Crees que no podemos contigo? Te patearé el trasero como lo he hecho antes a otros inmortales—Thalia la desafía.

El aire se vuelve tenso y pesado de repente. Un tic en el ojo izquierdo de Eris y un ligero tartamudeo hacen que su molestia quede en evidencia.

—Niñas estúpidas. Nadie respeta a la Gran Eris, ni siquiera ustedes. ¡Si supieran lo que significa que una inmortal como yo se presente frente a mestizos mediocres!

—Te respetaríamos si fueras digna—me aventuro sintiendo una leve punzada de valentía.

—¡Ustedes no son dignos de mí!—Los ojos en llamas azules de Eris terminan extinguiendo la leve punzada de valentía de mi ser.

—Dinos de una vez a qué has venido—la voz de Annabeth se levanta, exigente.

La expresión de Eris finalmente se calma, aparentemente feliz de que alguien le ayude a seguir con su monólogo.

—Oh, mi querida Annabeth, como sabrás, o habrás supuesto, ya que eres muy inteligente... he venido a darles una oferta. —Eris sonríe peligrosamente—.  Andando, que delante se ponga la más astuta, guapa y cortés jovencita. He de ofrecerle un regalo espléndido.

En la palma de su mano, aparece una manzana.


🍁🍁🍁


Lo que pasa en los siguientes minutos me desconcierta.

Soy incapaz de contener o reprimir mi lado competitivo. La vanidad y el orgullo me pinchan, como gritando ¡Nosotros, nosotros! ¡Escógenos a nosotros!  

Y no soy la única. Thalia y Annabeth me miran como si me hubiese convertido en un estorbo repentinamente.

—Yo soy la más inteligente, obviamente. No se ofendan, pero mi madre es la diosa de la...—comienza Annabeth.

—Sí, sí, de la sabiduría y la inteligencia. ¡Todos lo sabemos y a nadie le importa!—La corta Thalia.

—Todas somos inteligentes, entonces—Annabeth se cruza de brazos.

—Vayamos con lo siguiente. ¿Guapa? En la escuela tenía un montón de pretendientes...—miento inocentemente.

—Yo he recibido un montón de cumplidos—suelta Annabeth.

—Yo soy de las cazadoras de Artemisa—. Thalia gana esa ronda.

—¿Y qué me dices de la cortesía? ¡Eres de lo más pesimista!

Me sacan sutilmente de la pelea que han comenzado. Alcanzo a darme cuenta de que sus insultos son en griego, lo que me irrita. Ni siquiera puedo ponerme a la altura en un idioma que no domino.

Paso el tiempo mirándoles pelear, abstraídas en su propio mundo. Pasa mucho tiempo hasta que me aburro y caigo dormida, con sus voces cansadas aún llegando débilmente a mis oídos.


🍁🍁🍁


Cuando al fin despierto son pasadas las doce y el resto de personas se despereza poco a poco. Noto una sensación horrible en las extremidades del cuerpo. Me asalta la repentina idea de que estoy drogada.

—¿Qué pasó?—Pregunta Jason cuando logra abrir los ojos.

—Nos atacaron empusas, luego alguien nos llevó al rincón. Traté de luchar pero eran tan... persuasivas.

—Jamás creí que lo diría, pero creo que nos robaron—suelta Nico en tono exasperado, con la funda de su espada vacía.

—Tranquilo, chico. Aquí está—una Thalia somnolienta le lanza a duras penas su espada.

—Hey, ¿ya vieron esto? Estamos nadando en sangre—mi voz suena distante, entrecortada.

Todos bajan la vista al suelo y es cuando Annabeth comienza a balbucear:

—Maldición. ¡Esta vez sí que me la hicieron!

Todos parecemos despertar al mismo tiempo de la pequeña ensoñación cuando vemos las manzanas a nuestros pies, rojas y brillantes, inesperadamente cómodas y aterradoras.

—Parece que Eris logró su objetivo—silba Jason, consultando un reloj—nos ha retrasado.

Hijo de Hades; Nico di Angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora