21. De nuevo junto al mar

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No recuerdo bien cuándo fue la primera vez que la señora Murray mencionó a Lady Elizabeth, pero fue en los dos o tres días siguientes a mi llegada al castillo.

Yo era apenas un niño de pueblo, todavía deslumbrado por las bondades de la vida en la casa Coveley: comida variada y abundante, muchos ambientes lujosos de amplios espacios, un cuarto para mí solo.

La soledad y el silencio de la casa fueron lo que más me impresionaron. Sólo éramos nosotros tres en un castillo enorme donde alguna vez habían vivido de forma permanente 30 personas o más, entre amos y servidores.

Había en la casa 10 dormitorios grandes, cada uno de ellos con un saloncito particular. Algunos tenían también un vestidor adosado. El dormitorio del señor de la casa, ubicado en la segunda planta, tenía además de un salón privado y un vestidor, un cuarto pequeño para el ayuda de cámara y un pasillo interno, disimulado en la pared, que lo comunicaba con el dormitorio de la señora de la casa.

Este dormitorio, que por las reformas de Philip se convirtió en el más grande y confortable de la casa, tenía su propio cuarto de baños donde Lady Coveley podía disfrutar de la enorme bañera de bronce sin salir de sus habitaciones.

El vestidor era el doble de grande de cualquier otro que hubiera en la casa y lo mismo el saloncito privado. Y contaba, desde luego, con un pequeño cuarto añadido para que la doncella personal de Lady Coveley estuviera a todas horas cerca de su ama.

Fue en la primera recorrida que hice por esas habitaciones cuidadosamente conservadas, que la señora Murray comenzó a hablarme de Philip y Elizabeth.

Yo era un niño, no estaba informado de los detalles de la historia del castillo. En el pueblo se hablaba mucho de los Coveley, desde luego, pero yo no prestaba atención a lo que se decía.

Tenía en mente, por supuesto, el nombre de Lord Anthony Coveley. 

Pero dado que se había ido de viaje a poco de nacer yo, nunca lo había visto. Y con la señora Murray hablando de Philip esto y Philip lo otro, llegué a confundirme y pensar que era Philip quien estaba de viaje y llegaría pronto con su esposa, Lady Elizabeth.

Recordando el pedido de mi madre acerca de recomendar a mis hermanas para ayudar en la casa, superé mi timidez para preguntar:

—Señora Murray, ¿cree usted que cuando regrese Lord Philip y Lady Coveley, Lady Elizabeth querrá tomar una doncella para que la asista?

—Niño, ¿qué dices? Lady Elizabeth murió hace años, que en paz descanse.

Mi rostro perplejo debe haber sido una sorpresa para ella, pero al comprender que yo estaba confundido con tantos nombres me llevó a la biblioteca donde en un mueble especialmente construído para eso se guardaba un gran libro con los nombres de toda la familia Coveley.

Mi rostro perplejo debe haber sido una sorpresa para ella, pero al comprender que yo estaba confundido con tantos nombres me llevó a la biblioteca donde en un mueble especialmente construído para eso se guardaba un gran libro con los nombres de to...

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Allí pude poner orden en los relatos que la señora Murray me contaba de manera incansable.

Lady Elizabeth murió en 1776, el año que empezó la guerra con los estados americanos. La señora Murray tenía unos  trece años entonces, y la muerte de su señora la quebró en dos.

Los Secretos de la Luna (Coveley Castle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora