0. Recuerdos del Pasado

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Ramsgate, Inglaterra, 1896.

Sesenta años después del incendio del Castillo Coveley.


El viejo llenaba su pipa en silencio. 

—¿De veras desea que le cuente qué sucedió, Detective? El pasado ha quedado atrás. ¿Qué punto tiene revivir aquello ahora? Los muertos deben descansar.

—Comprendo cómo se siente, señor. Y lamento importunarlo con preguntas, dada su edad. Pero con el mayor respeto, permítame insistir. Los nuevos dueños de la propiedad me han comisionado esta investigación. Están dispuestos a pagar por las molestias, y una buena suma, en caso de que usted desee saberlo si el Detective Ralph Fisher esperaba algún gesto de aprobación por parte del viejo, se llevó un chasco. El anciano le echó una mirada tan dura que temió haberlo ofendido irremediablemente. 

Fisher se amedrentó con la perspectiva de que el viejo se negara a hablar una palabra más y lo obligara a volverse sin haber cumplido la misión encomendada. Tragó saliva y carraspeó para aclararse la garganta, antes de insistir con un tono de voz distinto, tan amable que era casi un ruego:

Como comprenderá, mis clientes desean saber qué hay de cierto en las historias que corren acerca del incendio y las muertes. Y usted estaba allí entonces. Usted fue testigo, ¿verdad?

—Claro que estuve allí...

El Detective Fisher era todo oídos. El anciano sentado frente a él pareció ausentarse por un momento. Todo su semblante de piel reseca y arrugada sufrió un cambio y el Detective supo que estaba haciendo memoria. Ese hombre tenía las respuestas que él había venido a buscar. Se relamió de anticipación por el dinero que cobraría al presentar su informe.

El viejo se puso de pie con energía y caminó hacia la ventana. Pareció dudar. Miró al mar largo rato, en silencio. El Detective creyó que se debatía entre el miedo y la avaricia, pero nada más lejos.

Por primera vez en años, todo aquello volvía a él.

Coveley. El antiguo castillo con sus altos muros, los íconos de piedra que guardaban la entrada. Cerró los ojos y lo vió de nuevo, sólido, imponente, rodeado de verdes bosques. Desde lo más profundo del recuerdo llegó a él un suave rumor de los árboles aquella mañana que su madre lo llevó a vivir al castillo...  

De pronto, la perspectiva de tener un público fue más importante que la renuencia a hablar de los desgraciados sucesos que lo impulsaron a abandonar Coveley.

Asentía como para sí, con los labios fruncidos en una mueca resuelta. 

Se dió vuelta para mirar a Fisher, resopló para alejar las dudas, dió dos rápidos pasos hasta la mesa y se sentó de nuevo frente al hombre, estudiándolo fijamente mientras daba unas pitadas a su pipa, midiendo qué tan capaz era de valorar todo aquello que él podía contarle.

Fisher no se dejó intimidar por esa dura mirada.

Por fin, el viejo pareció convencerse de que había llegado el momento de acabar con un siglo y medio de secretos e intrigas. Esgrimió una sonrisa torcida, y dando una palmada a su pierna anunció, jovial: 

—Es una historia larga, Detective. Y no, no empezó el día que se incendió el castillo y Ellen Paige se fué del pueblo. Empezó mucho antes de esas muertes Fisher abrió los ojos con asombro y el viejo se echó hacia atrás, sonriendo. Era evidente que lo estaba disfrutando.

—¿Antes del incendio, dice? ¿Quién es esa mujer? —el Detective fruncía el entrecejo, confundido, pero más interesado que nuncaLos registros no mencionan a nadie con el nombre de Ellen Paige.

Sacó una libreta y un lápiz afilado, dispuesto a apuntar en el papel aquellas respuestas, y lo animó a continuar:

—Por favor, cuénteme qué sucedió exactamente.

—No tome notas ahora, Detective, sólo escúcheme dijo el viejo con firmeza, pero sin perder la sonrisa. Los ojos le brillaban anticipando el relato de todos aquellos sucesos—. Yo le contaré la historia de esa desgraciada mujer y le daré los detalles que necesita para escribir ese reporte.

Hizo una pausa para asegurarse del efecto que sus palabras tenían en Fisher, y luego añadió:

—Pero antes de eso, debo contarle algo de los Coveley. Es una familia con mucha historia y muchos secretos, puede creerme. Algunos vivieron momentos muy felices, como la querida Lady Elizabeth. Y otros fueron siempre muy desdichados, ya se sabe. Pero déjeme empezar por el principio...


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-Ana

Los Secretos de la Luna (Coveley Castle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora