Capítulo 9

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Eren y yo bajamos hasta el comedor. Me ayudó a bajar las escaleras y abrió la puerta para que pueda pasar. Sentía que mi tobillo estaba mejorando pero todavía no quería abusar de él. El doctor me había dicho que un par de días podría dejar la muleta y caminar normalmente, la fractura había sido muy leve. 
En el comedor estaba Hange hablando con dos de sus subordinados mientras almorzaban. Nos saludó con un gesto de la mano y siguió con lo suyo. De las decenas que solíamos ser normalmente, éramos tan solo ocho personas. 

-Sentate, yo te traigo tu comida- me dijo Eren señalando la mesa. Yo le hice caso. Me gustaba esa especie de pequeña cercanía que estábamos desarrollando. Dejó un plato de sopa espesa y un trozo de pan frente a mi y luego se trajo lo mismo para él. Almorzamos hablando de algunas trivialidades del día a día, le conté un poco sobre mi vida, para nada interesante comparada a su historia, pero noté como me escuchaba muy atentamente. 

-¿Y tus padres ambos siguen con vida?

-Si -respondí con una leve culpa - vivían en un pueblo al sur de Shiganshina, pero fueron evacuados junto con los demás cuando los titanes entraron. No los veo desde que me uní a legión, se que están bien porque a veces me escriben, pero los extraño.

Eren me miraba como a un gato mojado. Me sonrió y extendió su mano para apoyarla sobre la mía. Me dio escalofríos.

-Ya muy pronto vas a poder verlos de nuevo. Y van a poder vivir felices y libres.

-Ojalá - atiné a responder con una leve sonrisa. Luego dirigí mis ojos a su mano sobre la mía y me sonreí un poco más. Creo que se sintió intimidado, porque la retiró enseguida y yo me arrepentí de haberla mirado.

-¡Eren! ¡Olivia! Que bueno que están por acá- la voz de Ness nos obligó a mirarlo parado junto a nuestra mesa - parece que paró un poco de llover, y me vendría bien algo de ayuda en el establo. Algunas yeguas están preñadas y no salieron con los soldados, necesitaría cepillarlas para limpiarles el barro de la tormenta.

Eren lo miró y asintió con la cabeza. Ness se sonrió satisfecho y dijo que nos veía en el establo en una hora.

-No hace falta que vengas, no creo que sea buena idea -me dijo haciendo referencia a mi pie.

-No, no te preocupes. No necesito apoyarme en la muleta cien por ciento, puedo ayudar con el cepillado.

La verdad es que quería seguir compartiendo tiempo con él, y eso implicaba ir al barro y a la bosta de caballo, bueno supongo que haría el sacrificio.
Terminamos de comer y nos dirigimos hacia el establo. La lluvia ya se había detenido, pero el cielo seguía encapotado y gris, por lo que no cabía duda que muy pronto llovería de nuevo. Las gotas de agua que habían quedado acumuladas en los árboles golpeaban el suelo de a ratos, al igual que las que caían del techo sobre la entrada del establo. Eren abrió la puerta y nos invadió un olor a caballo mezclado con barro y lluvia.

-Qué agradable - comentó haciendo un gesto con la nariz. Yo me reí. 

-Gracias por la ayuda. Eren, podrías juntar los desechos y arrojarlos en aquel pozo mientras Olivia las cepilla. Yo voy a ir a buscar las bolsas de alimento - nos indicó Ness mientras se alejaba de nosotros.

Tomé el cepillo y me dirigí hacia una de ellas para comenzar a cepillarlas. Vi como Eren agarraba una pala y comenzaba a levantar los desperdicios de caballo que estaban desperdigados por todo el lugar.

-Te tocó la mejor parte- le dije riendo mientras lo veía poner caras por el olor y las moscas que revoloteaban por la zona.

-Ni me digas, no se por qué acepté hacer esto- me respondió. El piso era puro barro, al igual que nuestras botas. Lo vi entrar y salir varias veces con la pala cargada de bosta de caballo, hasta que en un momento sentí un ruido sordo y un golpe. Cuando me asomé, me encontré con Eren sentado en el piso y todo el pantalón embarrado. No pude evitarlo y estallé en una carcajada.

-No es gracioso - me dijo intentando ponerse de pie con una expresión de fastidio. Apoyó las manos en el piso y se empujó hacia arriba, pero estaba tan embarrado que acabó por volver a resbalar. No podía evitarlo, era la primera vez que no me pasaba algo vergonzoso a mi adelante suyo, así que iba a aprovecharlo. 

-Bueno al final yo soy un pato pero vos sos un cerdo embarrado, oink oink- le dije burlándome de él y riendo.
Me miró ofuscado, pero enseguida vi que su expresión se transformó en esa que uno pone cuando está por hacer una maldad. Y la maldad llegó enseguida al centro de mi pecho: un proyectil de barro.

-Ah no... ¿Estás demente?- le grité entre sorprendida y risueña. Bien, si ese era el juego, lo jugaría. Me agaché y junté el barro que estaba bajo mis pies con ambas manos para lanzárselo de lleno en la cara. El lugar no tardó en convertirse en un campo de batalla en donde ensuciamos más de lo que habíamos limpiado, incluyéndonos a nosotros mismos. Ambos estábamos cubiertos de barro de pies a cabeza, pero lo cierto es que me estaba divirtiendo un montón.

-¿Qué pasa? ¿La señorita no puede con un poco de barro en la cara? - me dijo arrojándome otro proyectil.

-ESO NO ERA BARRO- grité asqueada al darme cuenta que era bosta de caballo. Me dirigí hacia él que seguía sentado en el piso armando otro bollo de ya no sabía bien qué, y agarré un puñado de paja seca que estaba junto a la puerta para arrojársela en la cabeza. Me reí, parecía un espantapájaros venido a menos por un huracán.

-Bien, ya, es suficiente ¿Tregua?- dijo extendiendo su mano hacia mi entre risas. Yo asentí y se la tomé, pero no me la estrechó, sino que tiró de ella y acabamos los dos en el medio del barro.

-Te voy a matar- le dije sin poder contener la sonrisa. Podía sentir su cuerpo debajo del mío y aquello hizo que el calor me invadiera de pies a cabeza. Ahora estaba nerviosa, pero no quería ponerme de pie y aparentemente él tampoco quería que lo hiciera. Sus ojos verdes resaltaban aún más abajo del barro que tenía en la cara. Su mano derecha me acomodó un mechón de pelo embarrado atrás de la oreja, y luego bajó por mi mejilla. Se me aceleró el corazón ¿Qué estaba pasando? El estómago se me retorció a cosquillas y no pude más que mirarlo a los ojos. Su mano bajó por mi mejilla hasta mi nuca, y sentía que me atraía hacia él. No era posible, me iba a besar, me iba a besar en el peor escenario posible, en un establo rodeados de bosta y tirados en el barro. Y sin embargo todo se sentía perfecto. El corazón me latía desbocado, y estaba segura que se me saldría por la boca si no nos besábamos en ese instante. Y lo hizo. Sus labios se apoyaron sobre los míos y de repente fue como si todo el mundo se hubiese parado. Le correspondí tímidamente, pero luego me dejé llevar y apoyé su mano sobre su mejilla para dejar que el beso subiera un escalón más en intensidad. 

-Ehem- nos separamos de golpe. 

Ness nos estaba mirando parado en la puerta con unas bolsas de grano en cada mano. Tenía una ceja arqueada y parecía estar entre molesto e intrigado.

-Perdón-dije poniéndome de pie rápidamente. Si no hubiera tenido la cara llena de barro me hubiese visto roja como un tomate. Eren se paró detrás de mi.

-Fue mi culpa, yo empecé a molestarla y... lo vamos a limpiar todo- dijo rascándose la nuca. Ness movió la cabeza de lado a lado.

-Adolescentes.... - musitó entre risas- alguna vez fui joven yo también ¿Saben? Se los voy a dejar pasar. Pero me tienen que dejar este lugar reluciente, porque está peor que cuando llegamos.

Y volvió a salir dejándonos solos. No me atrevía a mirar a Eren, simplemente no podía ¿Estaría arrepentido? ¿Habría sido real o solo fue la euforia del juego que lo llevó a besarme? ¿Debo hacer de cuenta que no pasó nada? La situación ahora era extraña. 

-Deberíamos limpiar, no quiero que se enoje- le dije acomodándome el pelo lleno de barro. Eren me miró y asintió con la cabeza. Creo que él tampoco sabía como reaccionar ahora.

-Te queda linda... la cara con caca de caballo.

Lo miré de la peor forma que me salió, aunque solo quería sonreír enormemente. Aquello me había cambiado el día por completo, aunque no estaba segura que significaba en verdad. Le hice un gesto mordiéndome el labio inferior, y nos pusimos a limpiarlo todo. 

Eren Jaeger... qué será que te traés entre manos. 

Una última vez (Eren Jaegar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora