Capítulo XIII

299 37 10
                                    

— Este analgésico podría irle bien.— Su mano volvió a meterse en la bolsa y tomó otro recipiente, enseñándote su etiqueta para que vieras el nombre.— Aunque si la herida se ha infectado también deberías usar un antibiótico como este. Sin embargo, debería observar cuales son sus síntomas para determinarlo mejor.

Parpadeaste varias veces tratando de encajar el sentido en sus palabras.

— ¿Quieres decir que tú...? ¿Entiendes de esto?

Aquello logró que se percatara entonces de tu visible confusión.

— Oh, es verdad. Perdona, como antes he dicho algo del trabajo pensaba que ya lo había mencionado. Soy médico.


***


Se removió sobre la cama, llevándose una mano al costado. El dolor aún no había desaparecido, pero lo podía soportar lo suficiente como para incorporarse sobre su lugar con movimientos lentos. Echó la manta a un lado y se puso en pie, sus pies se deslizaron en medio de la oscuridad hasta llegar frente a tu cama. Enseguida se percató de que esta estaba vacía.

Pensativo, se sentó sobre el colchón, tratando de deducir a donde podrías haber escapado tan temprano sin avisarle. No tardó mucho en recordar como el día anterior, mientras curabas sus heridas, habías insinuado en más de una ocasión que no quedaban medicinas ni suficientes vendas.

Se dejó caer de espaldas sobre las sábanas desechas, determinando que habías ido al mercado a por más provisiones. Tras unos segundos tumbado en aquella postura, lentamente empezó a moverse hasta que su mejilla quedó reposando sobre tu almohada. Inspiró, y aquella dulce fragancia impregnada en la tela le envolvió con suavidad, como cuando años atrás pasaba las noches durmiendo entre tus brazos. Los recuerdos de la noche anterior no tardaron en sumergir sus pensamientos.

No podía dejar de pensar en el modo en el que te había quitado el medallón de las manos, dejándose guiar por aquel arrebato nervioso que le había poseído nada más verte con él. Tu rostro desencajado por su acción. El silencio que sumergió la habitación mientras os iluminaba la tenue luz de la velas.

Chasqueó la lengua con desgana y trató de no darle más vueltas a aquello, de hacerlo desaparecer de su cabeza. Pero más imágenes aparecieron.

Tu expresión desencajada al verle sobre el suelo cubierto de sangre en el suelo del baño. El modo en el que habías ido corriendo donde estaba, abalanzándote sobre él y colocando tu mano sobre la suya sin dudarlo un solo momento a pesar de la sangre.

Su rápido pulso mientras te observaba arrodillada frente a él, con aquella expresión concentrada dirigida hacia su torso al descubierto. Curando la herida en su costado con la mayor cautela posible. Haciendo que temiera por momentos que fueras capaz de notar el modo en el que su respiración flaqueaba de vez en cuando o el fuerte tambor azotando con fuerza en el interior de su pecho. 

Tus suaves dedos, horas más tarde, retirando los mechones oscuros que cubrían su mirada y deslizándolos por detrás de su oreja, mientras permanecía sentado sobre la cama, terminando el gesto en una suave caricia sobre su mejilla que consiguió erizar por completo toda su piel. Haciendo que al instante sus mejillas ardieran con fervor y su pulso volviera a perder el control.

No estaba seguro de cuando se había vuelto tan difícil mantener aquellos impulsos bajo control, pero cada vez le resultaba más exhausto estar frente a ti sin perder la compostura. Con el paso de los años pensó que se acostumbraría a tener que lidiar con aquello en secreto, pero sucedía exactamente lo opuesto y era incapaz de determinar si esto conseguiría delatarle cuando menos lo precisara.

𝑃𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑜 𝐷𝑒𝑙𝑖𝑛𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑒 (𝑳𝒆𝒗𝒊 𝒙 𝑹𝒆𝒂𝒅𝒆𝒓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora