Capítulo XXV

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Levi permanecía sentado sobre una de las sillas frente a la mesa. Su mirada, inexpresiva, posada sobre las llamas del fuego en la cocina.

Su brazo se apoyaba sobre la mesa, con la camisa arremangada y la piel al descubierto. Frente a él, iluminado por la brillante luz de la lampara de aceite, su compañero se sentaba en la misma mesa con hilo y una aguja en mano. Concentrado cosía la reciente herida de su brazo.

—Hacía ya un tiempo desde la última vez que consiguen hacerte un solo rasguño.

Él, con la mano libre, tomó la taza de porcelana frente a él por el borde superior y se la llevó a los labios. Sopló suavemente el humo que salía de su interior y dio un pequeño sorbo.

—Las hierbas de este té no valen nada.

Furlan presionó ligeramente su piel hasta que la cabeza de la aguja apareció al otro lado en la que era ya la última puntada. Con precisión pasó la cuerda sobre sí misma e hizo un pequeño nudo para sellar la herida del todo.

Dejó la aguja a un lado y tomó un paño de trapos limpios junto una pequeña petaca de alcohol para retirar la sangre de su brazo. En cuanto la piel de su brazo quedó de vuelta impecablemente lavada, retiró el paño y tomó las vendas. Levantó su brazo con suavidad y empezó a envolverlas alrededor de la longitud de la herida sin presionarlas demasiado.

Un pequeño suspiró escapó de sus labios.

—Listo. Ahora solo quedan los rasguños de la espalda.

Levi retiró el brazo y se levantó de inmediato con la taza en la mano. Se acercó al desaguadero y tiró el contenido por el agujero.

—Con esto ya será suficiente. Gracias.

Furlán arqueó una ceja con incredulidad y se levantó de la silla también, lavándose las manos de sangre con el mismo paño lleno de alcohol. Levi acababa de dejar la taza recién lavada en el armario y apenas dio un paso hacia la puerta, cuando el rubio alzó la voz.

—¿Piensas salir ahora para retomar ese proceso de investigación tuyo que consiste en hacer preguntas a quién no debes y enemistarte con toda la red de mafias compinchadas con los de las militar en la ciudad?

Levi se detuvo sobre su lugar, volteando el rostro en su dirección.

—¿Acaso tienes un método mucho mejor mente?

—No precisamente.

—Entonces no se para que perdemos el tiempo hablando de esto.

Regresó de nuevo en su camino hacia la puerta de entrada, hasta que escuchó por detrás de su espalda a su compañero acercarse. Su mano se posó sobre su hombro, deteniéndole.

—Levi espera.

Él frunciendo el ceño con cierta hostilidad, retiró su mano de un manotazo y se detuvo para encararle de nuevo.

—¿Ahora qué sucede?

—Sé que te cuesta que nosotros aportemos sugerencias al grupo, pero no creo que salir ahora a estas horas sea el mejor plan para tu salud. Y ya sé que no sueles llevar demasiado bien lo de dormir más de dos horas seguidas, ¿pero cuánto hace que no te quedas la noche entera aquí con nosotros? Ni siquiera eres capaz de esconderlo ya en tu expresión, estás más pálido que nunca y a este paso esas bolsas bajo tus ojos van a llegar hasta el suelo. ¿No ves que el estrés y el no dormir te está pasando factura? Ni siquiera eres capaz de pelear sin que te apuñalen un brazo.

—No hay otra manera. ¿Quieres que den con nosotros antes de que yo dé con ellos?

—¡Oh, vamos! Han pasado ya tres semanas. ¿Crees que si tuvieran algún hilo del que tirar no nos habrían encontrado ya? Está claro que no saben nada.

𝑃𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑜 𝐷𝑒𝑙𝑖𝑛𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑒 (𝑳𝒆𝒗𝒊 𝒙 𝑹𝒆𝒂𝒅𝒆𝒓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora