Capítulo XXI

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—¿Está...?¿Muerta?

—Lo parece, pero no. Solo está inconsciente.

Isabel se acercó a su amigo, que yacía sentado sobre una silla frente a la cama. El cuerpo escalofriantemente delgado de una mujer desconocida se posaba sobre las sábanas y la suciedad y mala olor que desprendía rompían por completo con la impoluta harmonía del dormitorio de su líder.

—¿Qué...? ¡¿Qué es lo que ha sucedido ahí fuera Furlan?! ¡¿Dónde está Levi?! ¡¿Quién es esta mujer y por qué está atada aquí en su habitación si apenas parece capaz de tener la suficiente fuerza como para ponerse en pie?! ¡¿Ella es el motivo por el que no podía venir con vosotros?!

En ese preciso instante, el sonido de la compuerta en lo alto del edificio resonó a través de las finas paredes del hogar. Como si se tratara de una alarma, la joven se puso en marcha en esa dirección dejando atrás la extraña muchacha y su compañero en ese dormitorio.

Una vez llegada frente a las escaleras que daban a la planta superior se detuvo en seco y el sonido del mecanismo que abría la puerta no tardó mucho en sonar. Levi se adentró de un portazo. Su cabello y ropajes llenos de barro, su pierna y brazo y otras partes del cuerpo con sangre. Su respiración agitada y sus ojos abiertos de par en par como si aún no hubiera terminado el peligro. Isabel no tardó en alertarse.

—¡Hermano mayor!

Levi bajó las escaleras rápidamente sin apenas detenerse a mirarla una vez llegado al suelo. Pasó por su lado y sin dudarlo un segundo fue directo al comedor, abriendo la puerta de nuevo de un golpe, sin el menor de los cuidados.

—¡¿Dónde están?! —exclamó apenas se percató de que no había quien buscaba ahí.

Una de las puertas se abrió con calma, y el joven de la banda de cabellera dorada apareció de detrás apoyándose en esta. Con el dedo pulgar señaló al interior de la habitación del recién llegado.

Sin una sola palabra, el hombre salió flechado hacia su dormitorio.

La luz de las dos velas situadas en la mesita junto a la cama apenas iluminaban bien la pequeña sala. Levi, ahora con pasos más prudentes, caminó hasta llegar frente al colchón donde reposaba una figura inusual. Se detuvo lentamente y se quedó quieto, en silencio, contemplando a la mujer inconsciente.

Unos pequeños pasos se acercaron por su espalda y se detuvieron a su lado.

—Parece que al fin ha perdido las pocas energías que le quedaban.

Levi permaneció imperturbable. Como si aquella oleada de desesperación se hubiera desvanecido por completo nada más verte. Sus ojos ahora más pequeños y tranquilos.

—Gracias por traerla hasta aquí a salvo. Te debo una.

—Estoy seguro de que no hubiera podido si tu no hubieras retrocedido a hacer frente a esos soldados que nos seguían. Así que estamos en paces. —Levi asintió con un leve movimiento de barbilla, volviendo la vista al frente. —¿Qué piensas hacer cuando despierte? No parecía muy cooperativa con el que la sacaras de allí.

—Ella... Ella no está bien. Voy a hacerle entrar en razón.

—Hm. Ya veo.

Los dos compartieron unos segundos más en silencio. Levi finalmente suspiró, se quitó la capa empapada y sucia y empezó a desabrochar las cintas del equipo de maniobras pegado a su cuerpo.

—Deberíamos limpiarla —pronunció el rubio, que aun seguía quieto en la misma posición.

En ese instante, una nueva voz apareció en el marco de la puerta.

𝑃𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑜 𝐷𝑒𝑙𝑖𝑛𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑒 (𝑳𝒆𝒗𝒊 𝒙 𝑹𝒆𝒂𝒅𝒆𝒓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora