Capítulo Catorce: La confesión.

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Michelle

Ya había pasado una media hora y yo no dejaba de caminar sin un destino en mente.

Mis pies ardían, la noche comenzaba a asomarse pero yo no podía dejar de llorar.

Podrían etiquetarme de dramática, pero nunca me había pasado algo así.

Y no sólo hablo de la humillación, sino de Julianna y Bryce. Sí, había traicionado a mi amiga, pero ella me había dejado en el olvido por la chica que le gusta.

Y él...

Entiendo que fui grosera, estúpida, que lo eche de mi casa literalmente. Pero no sabía qué hacer.

Mi primer beso real había sido con el chico que le gusta a mi mejor amiga, ¿qué se supone que haría?

Me dedico a admirar las gigantes casas, nunca había pasado por aquí.

Diablos, ni siquiera sé dónde estoy.

—Michelle.

Paro en seco cuando escucho mi nombre. Me giro para mirar a la persona que me nombra.

Apenas lo veo, comienzo a caminar nuevamente.

—Michelle...

—Vete.

Siento sus pasos más acelerados cada segundo, su mano se aferra a mi brazo, deteniéndome y girándome hacia él con suavidad.

—¿Qué quieres? ¿Por qué me seguiste?

—No podía dejar que anduvieras sola...

—Sé cuidarme.

—Tenemos que hablar.

Suelto una risa seca por sus palabras.

—¿Ahora quieres hablar, Bryce? ¿Cuando me veo así? —apunto mi cuerpo aunque lo único que esté desaliñado sea mi rostro empapado de lágrimas.

—Michelle —vuelve a nombrarme, lo miro en silencio, esperando que hable—, lo siento.

—¿Por qué?

—Por no ayudarte.

—Bien. Disculpas aceptadas, ahora puedes irte.

Vuelve a girarme hacia él, suelto un chillido.

—¿Qué quieres ahora? —pregunto en un exclamo— ¿Tienes algo más que decir? ¿Lamentas que haya hecho el ridículo?

—No.

—¿Entonces? —alzo mis brazos perdiendo la paciencia— ¿Qué quieres entonces, Bryce?

No contesta, hace contacto visual mientras parece pensar algo antes de decirlo.

—Me gustas, Michelle.

Su confesión me deja helada.

—Diablos. Me gustas tanto —repite, mi estómago se revuelve como si acabara de comer, mis piernas se debilitan—. No sé si porque eres hermosa, o porque tu personalidad es única, o porque simplemente eres tú. Michelle Evans.

Sus manos encuentran mi rostro, lo acuna con ellas sin dejar de mirarme a los ojos.

—Me encantas, Michelle. Me encanta tu forma de pensar, tu carácter, tu cuerpo, tu sonrisa, tus ojos, tu forma de expresarte, tus labios... —baja su mirada unos segundos a ellos antes de volver al contacto visual—. Me encanta todo de ti, Michelle. Y me duele saber que tú no sientes lo mismo por mí. No sabes cuánto me duele.

Mis ojos se cristalizan porque estoy demasiado sensible. Sus palabras se repiten una y otra, y otra, y otra vez en mi mente como un disco rayado. Lamo mis labios antes de contestar casi en un balbuceo.

—Tú también me gustas, Bryce.

Parpadea un par de veces, mostrando su sorpresa. La sonrisa que tanto he esperado con ansias todo el día, se hace presente. Mandando una fuerte electricidad a mi espalda, estómago, brazos, y piernas.

Acerca mi rostro al suyo con sus manos, se inclina hacia abajo para quedar casi de mi estatura. Suelto un jadeo cuando su aliento mentolado y dulce choca contra mi piel, entreabre sus labios sin dejar de mirar los míos de una manera profunda.

Vuelve a mirarme, como si preguntara lo que tiene obvia respuesta. Asiento, y sin esperar más, estampa nuestros labios en un beso romántico y lento.

Mis brazos suben a sus hombros, se entrelazan en su cuello con necesidad, me pongo de puntillas para alcanzarlo, y él abraza mi cintura con cariño.

Mi estómago siente algo más que mariposas, siente un zoológico dentro.

Mi mente queda en blanco, todos los problemas se van de inmediato, dejándome disfrutar completamente el momento.

Nos separamos para volver a juntar nuestros labios, lo repetimos demasiadas veces como para contarlas.

Nos separamos después de unos minutos, Bryce da un corto beso en mis labios para finalizar.

Respiramos agitadamente. Sus mejillas sonrojadas, sus labios hinchados y brillosos. Quedo un poco hipnotizada por su belleza.

—Eres hermosa, Michelle. —habla, seca mis lágrimas con sus pulgares.

No sonrío en respuesta, aún estoy repasando todo en mi pequeño cerebro.

Bryce sí sonríe levemente, toma mi mano y la entrelaza con la suya en un gesto totalmente cursi y romántico.

—Te llevaré a casa.

Asiento después de unos segundos, tira suavemente de mí para girarnos y retomar el camino de vuelta.

Debo estar soñando.







girlysogirly

𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓, Bryce LoskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora