Capítulo Veinte: Campamento.

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Michelle

—¡¿Has visto la hora, Michelle Evans?!

El grito de mamá me despierta bruscamente, levanto mi cabeza con rapidez, giro mi cabeza y miro mi reloj.

5:45 a.m

Mierda, el autobús se va a las 7.

Si fuera por mí, ni siquiera iría a esa acampada a la que todos los años la escuela nos obliga a ir.

Me levanto como flash, mis piernas se enredan en mis sabanas que cayeron mientras dormía al piso y me resbalo.

Salgo de mi habitación para entrar al baño.

***

Bajo del autobús al llegar a la escuela, camino hasta la acera con pereza mientras leo el libro que mamá me compró apenas ayer.

Apenas llegó al colegio, cierro mi libro y lo guardo en mi bolso.

El bullicio me obliga a poner los ojos en blanco. Todos los grados que irán esperan con sus maletas y bolsos que la hora llegue para subir a los autobuses que nos llevarán al bosque.

Me acomodo junto a mi clase, y reviso por encima mi bolso para asegurarme de que no falte nada.

—¡Muy bien, cada grado suba a su autobús correspondido, en quince minutos partimos! ¡Quién no suba o baje por cualquier tontera, se quedará abajo y perderá puntos extras en el examen! —la Sra. Kennedy, profesora de danza, grita con autoridad, todos hacemos caso.

Se forma una fila en la puerta del bus, insulto por mis adentros cuando me doy cuenta que estoy casi al final.

Es temprano, para ser exactos, las seis de la mañana. Mi cuerpo no es resistente al frío, me congelo con tan solo pensar en que el lugar al que iremos es aún más frío en la noche, y que estaremos todo el fin de semana ahí.

Al parecer da igual que sea verano.

Intento calentar mis manos por debajo de mis guantes de lana, todos están abrigados así que no me avergüenza mi bufanda y chaqueta gigante.

Subí apenas llega mi turno, camino hasta encontrar un asiento vacío, termino sentándome en el penúltimo asiento ya que es uno de los pocos que está vacío.

Compañeros siguen entrando, me imagino que Juli ya está arriba ya que ella siempre llega temprano a estas cosas y siempre es la primera en subir.

Garriet entra, lo miro seriamente, su mirada choca con la mía y luego con el asiento vacío a mi lado, mira el de atrás mío y se queda pensando.

Los dos últimos asientos vacíos.

Mira hacia atrás de él, lo veo sonreír divertido y luego camino hacia el que está detrás mío. Suelto un suspiro de alivio ya que no lo quería estas nueve horas a mi lado.

Sube el último pasajero, mi corazón se acelera al ver esa cabellera rubia acercarse.

Bryce mira todos los asientos llenos, buscando dónde tomar asiento. Su mirada choca con mi persona, pero lo evito.

—Siéntate, hermano. No hay más asientos. —escucho la voz de Garret.

Bryce lo escucha, vuelve a mirarme y rasca su nuca en un tic nervioso.

Camina los últimos pasos, y termina tomando asiento. Miro la ventana sin decir una sola palabra.

Miro por el reflejo a Bryce mirándome, abre la boca para decir algo pero el Sr. Williams cierra la puerta y grita para que todos escuchemos.

—¡Ya vamos a partir! ¡Estaré en el asiento de copiloto por si se les ofrece alguna cosa, tienes un problema o duda, búsquenme!

Y sin más desaparece por el pasillo.

Pasan unos segundos, y el autobús parte. Miro el recorrido con tranquilidad, bueno más bien fingiéndola. La presencia de Bryce me pone mal.

El bullicio en todo el bus hace que sea menos incómodo el ambiente, minutos más tarde aparece el Sr. Williams repartiendo unas mantas.

Bryce recibe ambas y me entrega una.

—Gracias. —digo de forma cortes, como si fuera cualquier persona, un desconocido.

—Michelle, quería... hablar contigo. —me dice, mis sentidos se alertan.

—¿Sobre qué? —pregunto sin mirarlo, abriendo la manta color rojo.

—Sobre la otra noche. Yo no quería ser rudo con Juli, de verdad lo...

—Bryce. —lo interrumpo— No es conmigo con quien debes hablar, lo que hiciste fue a Juli no a mí.

—Lo sé, pero... —su mano encuentra la mía deteniendo mi movimiento, mi pulso se acelera— Con quién quiero estar bien es contigo.

Alzo finalmente la mirada, lo miro fijamente y noto cómo se pone nervioso.

Recuerdo lo que pasó hace unos días, y lo que estaba apunto de salir de mis labios, cambia.

—Lo siento, Bryce. Pero no es momento.

Y esa es mi última palabra en todo el viaje.

𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓, Bryce LoskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora