O9 ⧽ Yeojin.

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—Odio la cereza. —sentenció la pequeña Yerim de 9 años de edad— En especial cuando la ponen en trozitos en mi helado; le da una textura asquerosa. ¿Tú qué opinas Sebastian?

El gran oso de peluche que se encontraba a su lado permaneció en silencio.

—"Oh claro Yerim, la cereza es asquerosa, ¡no debiste haberla elegido!" —respondió por él distorsionando su voz— Sería genial si tú también pudieras hablar, así no se burlarían de mí cuando respondo por ti... y podríamos comer helado juntos, como verdaderos amigos...

Bajó la cabeza, dejando que un fino mechón de cabello cubriera su cara.
No era fácil ser Choi Yerim. Ella siempre estaba alejada en los recreos y nadie se acercaba a hablarle. Su único refugio era su imaginación. Estaba sola, y lo sabía, pero en su corazón albergaba la esperanza de conocer pronto a alguien a quien pudiera llamar amigo.

—Mejor vámonos Sebas, a mamá no le gusta que esté sola en la calle. —dijo levantándose de la acera y tomando el oso entre sus brazos, con cuidado de no derramar helado sobre él.

—¡Ayuda!, ¡ayudaaa! ¡No puedo frenar! —gritó alguien a lo lejos. Yerim se sobresaltó al escucharlo.

—¿Qué? —confundida, entrecerró los ojos para poder divisar mejor a la persona que se acercaba por la calle.

Era una niña de aproximadmente su edad. Llevaba puesto un vestido anaranjado hasta la rodilla y tenía una corta cabellera color castaño claro. Iba montada en una pequeña bicicleta colorida de la cual parecía haber perdido totalmente el control.

Los ojos de Yerim se abrieron grandes como platos al comprender la situación. Rápidamente corrió hacia la niña desconocida, dejando caer al suelo su helado y su oso de peluche en el camino. Sin embargo se paró en seco al ver que era demsiado tarde y la pequeña ya se encontraba tendida en el suelo. Caminó lento y asustada en su dirección para ayudarla a levantarse.

—¿Estás bien? —preguntó al llegar a su lado, extendiéndole su mano amistosamente.

—Eso creo... —respondio con una sonrisa— ¡auch!

Yerim tragó saliva al ver como la sangre brotaba de una rodilla de la chica.

—N-no te preocupes, yo te curaré. Ven.

Con su ayuda la más pequeñita se levantó.

—Creo que no puedo caminar... —susurró con lágrimas en sus ojos a causa del dolor.

—Déjame ayudarte. —ofreció la mayor tomándola del brazo y pasándolo alrededor de su cuello— Apóyate en mi lo necesario, mi casa no está lejos.

Así fueron despacito hasta la casa de Yerim. La castañita hacía pucheros y cada tanto se le escapaba un sollozo.

—Pasa, no hay nadie. —dijo al entrar en el gran living-comedor— Mamá volverá pronto de comprar y mi hermano está arriba jugando videojuegos que es como si no estuviera. Siéntate aquí, yo iré a buscar las vendas. ¡No te muevas! —gritó desde lo alto de la escalera mientras se apresuraba a buscar la caja de primeros auxilios.

La chiquita de vestido naranja permaneció en silencio mientras esperaba a su salvadora. Le pareció muy dulce de su parte todo lo que estaba haciendo cuando ni siquiera se conocían. 'No debí haber andado en bicicleta sola... ¡mira lo que logras, Yeojin! causarle problemas a otra persona.' Observó hacia los costados, revisando que la otra chica no estuviera cerca. Débilmente intentó levantarse.

Comenzó a caminar en dirección a la puerta, cada pisada le dolía y su carita no podía ocultarlo, pero no quería ser una molestia. De repente sintió un calor sobre su mano y notó la presión en el agarre de su salvadora.

❝Rude Love❞ ; HYERIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora