2. Castillo de arena

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                 Yelsha                                              

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Después de un rato viendo las estrellas, recuerdo que le dije que la llevaría a su casa, y eso hago.

Decidimos tomar el tren, ya que Maya se ha alejado bastante. La dejo sentarse junto a la ventana, haciendo un sacrificio para no marearme, con tal de que ella pueda seguir viendo el cielo. Es obvio que la chica me interesa; de otro modo, jamás le cedería a alguien el asiento de la ventana. El vagón está vacío, y la tenue luz azul ilumina apenas más que las estrellas.

—Gracias por todo —me dice con la mirada encendida—. Y perdón por hacerte llevarme.

—¿Siempre te disculpas por todo? —Intento sonar normal, pero mi cabeza da vueltas.

—Ni siquiera lo hago tan seguido. Bueno, acabo de hacerlo, pero no es el punto.

Sonrío como puedo, seguro estoy pálida por el mareo—. Maya, te conozco hace una hora y ya me has pedido más disculpas que toda mi familia junta en un año. Bueno, tal vez exagero, pero van unas seis veces.

—Deberías estudiar para trabajar con el FBI o unirte a una banda criminal, eres buena recordando detalles.

—¿Quién dice que no trabajo con uno de los dos? —Bromeo.

—Perdón, no me desaparezcas en condiciones misteriosas.

Río—. Por favor, incluso jugando pides disculpas. ¿Por qué lo haces?

—No lo sé —se encoge de hombros.

—Sí que lo sabes —insisto—. Solo que tu mente te hace creer que no, pero si buscas la razón, sin duda la encontrarás.

—¿Cómo estás tan segura?

—Mi psicóloga siempre me lo dice —digo casualmente—. Espero que no creas que estoy loca, lastimarías mi frágil corazón —coloco una mano en mi pecho como si realmente me doliera. Maya me empuja suavemente mientras sonríe.

—¡Claro que no! —Finge estar ofendida—. ¿En qué año crees que vivo? ¿2000?

—No desvíes el tema —le recuerdo. Ella suelta un largo suspiro y frunce un poco el ceño, como buscando una respuesta.

—No suelo ser buena haciendo amigos. Supongo que me disculpo tanto por miedo a equivocarme y crear rechazo —al fin me mira a los ojos, y mis náuseas desaparecen por un momento—. Veo que a ti se te da bien. ¿Algún consejo?

Su pregunta me toma por sorpresa, por lo que tardo un momento en responder—. Yo creo que no deberías tener miedo a "equivocarte". Tarde o temprano descubrirán cómo eres realmente. No puedes fingir toda la vida.

—¿Y si no les agrado?

—Entonces no sería un lugar en el que querrías quedarte. ¿Por qué te quedarías con personas que matan tu esencia? Serías cualquiera, menos tú.

Maya analiza mis palabras, volviendo la mirada a las estrellas. Por un momento, temo que no esté siendo honesta, solo para agradarme. La idea de que alguien finja para gustarme hace que la bilis suba por mi garganta, pero no la dejo salir, aunque me duela.

—Yelsha, ¿te agrado?

—¿Eres tú? —logro decir.

—Es la primera vez que me siento realmente yo. Tú... Por alguna razón me das esa confianza. Es extraño, quizá solo sea porque estoy empezando de cero —sonríe ligeramente, pero la sonrisa desaparece al verme. Se acerca tanto a mí que dejo de respirar—. Yel, estás pálida, ¿qué sucede?

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