8. Te gusta Maya

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Yelsha
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La voz del profesor de matemáticas se escucha lejana en mi cabeza mientras explica por enésima vez el ejercicio. A mi lado, Loreyna mordisquea su lápiz mientras mira su cuaderno como si fuera una bomba a punto de estallar que debe ser desactivada.

Mi vista se desvía hacia el asiento del frente y topa con esa singular cabellera rubia que caracteriza a Maya. Me reclino en una de mis manos, soltando un suspiro que no tenía contemplado. Se ve tan linda mientras escribe.

—¡Ce n'est pas possible! Tu fond pour elle —volteo con mi prima, que sonríe ampliamente.

—¿Eh? ¿Encontraste la respuesta? —Ella niega con la cabeza—. Entonces la tuya, por si acaso —digo, haciendo que me suelte un puñetazo en el brazo—. ¡Si tanto te enoja, háblame en español!

—¿Por qué no me has dicho que te gusta Maya? Sé que es evidente, pero ¿cuánto tiempo más vas a pretender que no? —susurra, dejando completamente de lado el libro.

—El necesario, hasta que deje de sentir algo por ella —tomo mi libro y empiezo a trabajar en los ejercicios avanzados.

—Deja eso —me quita el lápiz—. Tienes que decirle.

—¿Estás demente? A Maya no le gustan las mujeres, y aunque así fuera, eso no garantiza que yo le guste. Que algo entre nosotras pase es imposible.

—Eso tú no lo sabes —nos callamos de pronto cuando Maya se gira.

—¿Tienen borrador? —Loreyna le extiende el suyo—. Gracias.

—Lorey, olvida el tema, ¿puedes? —suplico, sabiendo que mi prima hará todo menos olvidar el tema.

—No, Yelsha, desde que Maya está aquí, todo ha mejorado. Ya casi no escapas de casa y has vuelto a sonreír. Estás siendo más tú, con ella cerca.

—Exacto, no voy a arruinar eso. Lorey, es imposible que le guste —reitero.

—¿Y si ella siente lo mismo? ¿Entonces qué? Nathaniel lo hizo; me dijo lo que sentía y yo le correspondí. Míranos, podrían ser ustedes dos.

Apreto los labios. Es demasiado arriesgado y lo último que quiero es que se aleje.

—No quiero hablar de esto en matemáticas —vuelvo a tomar mi lápiz, cuando en eso el timbre suena.

—Ahora ya no es matemáticas —se burla de mí.

—Eres insoportable cuando quieres —murmuro—. Si logras averiguar que ella siente, aunque sea una pequeña atracción hacia mí, se lo diré —digo, guardando todas mis cosas de golpe y acercándome a Maya.

—¿Cómo te fue? —intento no sonar extraña.

—Creo que necesito tutoría —dice derrotada—. ¿Qué hay de ti?

Abro la boca para responder, pero Nathaniel se me adelanta.

—Por favor, te apuesto mi almuerzo a que has resuelto los ejercicios de la siguiente semana.

—No, le faltan tres para acabarlos, le debes tu almuerzo a Maya —termina Loreyna, rodeando a Maya con un brazo. Trago grueso. ¿Qué planea esta loca?

—Vaya, ya entiendo por qué Alex te llama Tony Stark —apreto la mandíbula al escuchar el ridículo apodo de la ridícula persona que me lo puso.

—Puedo ayudarte con matemáticas si quieres —Maya sonríe.

—Yelsha, como te adoro —se lanza sobre mí en un abrazo. Me tenso al instante. Miro a Loreyna, que sonríe con malicia.

"Por favor, Loreyna Aranza Lomely, no digas una estupidez."

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