13. Fue un impulso

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Maya
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Escucho un par de toques en la puerta de mi habitación antes de que se abra, dejando ver la expresión de angustia en mi hermana.

—Estás empezando a preocuparme —me limito a acurrucarme más entre mis sábanas y almohadas—. Dime qué te pasa, por favor. —Siento el borde de mi cama hundirse.

—No es nada grave, una tontería adolescente, como la llamas —le resto importancia.

—¿Sí? Pues no me parece. Al principio creí que te habían expulsado, pero tu profesora llamó para preguntarme si seguías enferma. No soy doctora, pero tres días con fiebre es demasiado, ¿no crees? Ya no es creíble.

—No quiero ir a clases, Vico. —Me acerco para que me abrace y lo hace—. Inventa otra cosa.

—¿Te están haciendo bullying? —aunque su voz es sumamente preocupada, no puedo evitar reírme de lo absurdo.

—No, pero me alegra que me cuides.

—Ya cuéntame, me estás matando —suplico.

Suspiro, realmente soy injusta con mi hermana dejando que la angustia la carcomiera. De todas formas, sé que puedo confiar en ella.

—Besé a Yelsha —escucho cómo retiene el aliento— y me gustó.

—¡Oh... Por... Dios! —dice de forma pausada—. ¡JA! ¡Lo sabía! ¿Cómo fue?

—¿Estás... sonriendo? ¿De verdad? ¿No se supone que es malo? —la miro confundida.

—¿Te rechazó el beso? —alza las cejas.

—No.

—Entonces también le gustas.

—No lo sé, salí corriendo para que no me alcanzara.

—No era una pregunta. Le gustas. Espera, ¿cómo que corriste?

—Me asustas —me envuelvo de nuevo con las sábanas—. No quiero verla, no puedo, Vico, y sé que no lo entiendes porque no estás en esta posición.

—Bueno, una vez besé a mi jefe, pero él no me correspondió. Eso fue incómodo y también me asustó. También corrí —me quita la sábana de la cara.

—¿Qué hiciste después?

—También me oculté, pero tenía que trabajar. Intenté evitarlo, pero fue imposible. Así que hablamos. No te diría que fue lo más cómodo o el mejor momento, pero... aunque él no me correspondió, me entendió y todo quedó ahí, como si nada hubiera pasado.

—Moraleja.

—Moraleja: si son buenas personas, aunque no te correspondan, hablar es la solución, no esconderse —me corre el pelo de la cara—. Piensa lo que quieras, pero tú y yo sabemos que Yelsha es buena persona.

—Lo es —reafirmo.

—Oye, ¿por qué piensas que es malo que te guste Yelsha? Digo, malo sería si te gusta el novio de tu amiga o un profesor casado.

—Es por mamá... —me estremezco.
Victoria hace silencio mientras su mirada se oscurece—. Casi la había olvidado —menciona secamente.

—Tampoco quería mencionarla —bajo la voz.

—Lamento no haberte sacado de sus garras antes, pero... ya no tienes por qué preocuparte por ella. Estás conmigo ahora —cierra los ojos, negando con la cabeza en un intento de borrar algún recuerdo—. Lo único que debe preocuparte ahora es saber si le gustas.

—Mañana hablaré con ella —evito a toda costa volver al tema de nuestra madre.

—No. Lo harás hoy. Tienes dos horas antes de entrar a clases —me jala los brazos, sacándome de la cama.

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