12. Dona de la tristeza

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Yelsha
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Abro los ojos dando un nuevo inicio, pero solo quiero cerrarlos y quedarme en cama hasta el día siguiente.

—Levántate— me reto Loreyna desde la puerta— hoy es un día difícil para todos.

Lo hago sin responderle. Cuando salgo del baño con el uniforme puesto, ella sigue en mi puerta esperándome.

—Lorey, no tienes que estar pegada a mí todo el día.

—Lo voy a intentar.

Pero literalmente son solo intentos; ni siquiera cuando me lavo los dientes me deja sola. Subo al tren del lado de la ventana y, cuando Loreyna está por sentarse a mi lado, Nathaniel la toma de la mano y la lleva al asiento de atrás. Le sonrío en agradecimiento. Me coloco los audífonos intentando no pensar, pero cada calle por la que paso me recuerda los momentos que viví con mi padre. Si sigo así, me pondré a llorar antes de llegar a la escuela. Para mi suerte, una voz me regresa a la realidad.

—Hola, Yelsha. ¿Estás bien? —el cabello rubio de Maya brilla con el sol y verla a mi lado me recuerda que tal vez mi realidad no es tan mala.

—Ahora sí— noto que está nerviosa, intento recordar si hoy tenemos algún examen o trabajo importante que he olvidado, pero no es así— ¿Por qué estás nerviosa?

—¿Nerviosa? No, nada que ver— se muerde el labio.

"Me encanta cuando hace eso."
"Cálmate."

—Vas a arrancarte los dedos— le tomo la mano. Ella solo se queda mirándolas— Maya, ¿qué tienes?

—Yo... me gustaría hablar contigo— mira a los lados— pero a solas— susurra.

—¿De qué? —digo en el mismo tono.

—Después te digo— aparta la cara, pero aún así noto que se ha sonrojado— pero ahora podríamos hablar de Alex.

Suspirando con fuerza, digo— ¿No puede ser otra cosa?

—Yel, por favor. Tiene un buen proyecto.

—Maya, no, ni siquiera quiero acercarme— Alex no me agrada; es un idiota atrapado en un niño guapo y eso es lo que más me molesta— además, es Alex, ¿qué de bueno puede ofrecer al mundo?

—No te diría que lo vieras si no fuera un buen proyecto— dice un poco resentida. Eso me enoja más con Alex; aún sin estar presente, me hace pelear con Maya. No entiendo qué le ve de bueno.

—Si mi tío decide ver su mesa y perder su tiempo, no lo detendré. Pero es todo— Maya me abraza feliz.

—Ya es un gran paso— dice, no muy convencida.

—No voy a hacer las paces con Alex—insisto.

—Está bien. Está bien.

El tren se detiene frente al colegio. Maya baja saltando mientras tararea una canción que parece de feria; está tan contenta que es inevitable no copiar sus movimientos.

—¿Por qué saltamos?— pregunto sin detenerme.

—Estoy feliz, además Victoria dice que así se aleja la negatividad.

Me sorprende descubrir que de hecho es una buena forma de aliviar la tristeza, o tal vez solo es Maya.

—¿Por qué están saltando, Yely?— Valeria mira a los lados, avergonzada.

—Me temo que no siempre funciona— dice Maya, deteniéndose en seco.

Apenas logro tapar mi boca para evitar que se me escape una carcajada.

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