XII. Solo

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Capítulo dedicado a: HolaSoyAmbar

Me encontraba esperando a Mike mientras me distraía revisando mi celular, Adrian se había ido sin motivo alguno... No puedo aceptarlo, se lo dije a Laila, que aún confiaba en él, pero porque era su hermana, podía decirle a Adrian y empeorar las cosas. Pero es que no puedo, han pasado muchos años, aunque haya sido mi mejor amigo, por más mejor amigo, han transcurrido los años, él ha estado en lugares y se ha juntado con personas, no sé que pudo aprender, qué piensa, la confianza que le tenía no la puede recuperar por más que yo intente dársela, las personas cambian con el tiempo, y no sé si Adrian sigue siendo el mismo, porque lo desconozco. Menuda mierda, sigo haciéndome cuestiones que nunca me llevan a un lugar concreto. Estoy cansado de la vida, estoy cansado de no tener a nadie en quién depositar toda mi confianza... cansado de estar solo

Sólo quisiera ser feliz y convertirme en un alma sin penas... ser... Libre.

Me senté en mi cama y apoyé mis codos en mis rodillas, me quedé observando mis manos, mis nudillos huesudos y pálidos. Bajé un poco mi mirada hasta mis muñecas, tan blancas como la nieve, pálidas, frías, con una línea de color gris que se notaba un poco. Mi vena. Recordé cuando en el baño Mike me apretó muy fuerte y comenzó a dolerme de los cojones, y esa sensación me gustó. Recordé lo que me dijo Adrian «Mike no es quién crees». Está loco, es un desquiciado celoso, ¿acaso no tengo derecho de tener amigos?, ahora solo falta que me diga que Julián es narcotraficante y que Camille se prostituye.

Volví a ver mis brazos.
¿Qué pasaría si esas muñecas se mancharan?.
Tomé una navaja para cortar papel que estaba sobre mi mesa, la observé lentamente mientras la giraba con cuidado en sí misma, de repente mi piel comenzó a gritar que lo hiciese de una buena vez. Y lo hice.

Y por un momento me sentí bien.

Sentía que a medida que la sangre manchaba mi pálida piel, mis pensamientos y preocupaciones se iban despojando de mi cabeza, como si por un momento esa sangre fuese mi impureza y estuviese siendo expulsada de mi cuerpo, y por las aperturas estuviese entrando un granito de tranquilidad. Rojo casi negro, así era mi alma, espesa, caliente y opresiva, de nuevo, de nuevo. ¿Cuántas cortadas tengo por cada brazo?. Llegó un punto dónde el dolor que me hacía sentir bien estaba aumentando y la sangre comenzaba a caer sobre las baldosas frías del piso comenzando a mezclarse con mi llanto, la navaja llena de sangre cayó al suelo embarrándose completamente de sangre sobre el piso, mis manos temblaban, las llevé a mi cara y con ellas callé mis sollozos deteniendo mis lágrimas. Como me odio.

Me levanté porque comencé a sentirme mareado, abrí con desdén la puerta del baño, por la trayectoria de mi cama hacia la puerta había un camino de gotas de sangre, entré al baño y abrí el grifo, me lavé la sangre, el agua al hacer contacto con mis heridas ardían como si estuviese metiendo las manos al fuego, pero me gustó esa sensación. tomé papel higiénico, y terminé de limpiar la sangre seca, me quité la camisa que traía y salí del baño, volví a limpiarme la sangre que salía de mis heridas con mi camisa, las presioné un tiempo, dolían, pero estaba comenzando a salir demasiada sangre y tenía que detenerla.

luego tiré la camisa blanca manchada al piso y saqué una sudadera negra, me la puse a modo que tapara mis cortadas y que nadie se diese cuenta de mi dolor, que nadie se diese cuenta de mis penas. Que nadie se diese cuenta que soy un desgraciado... que ni la muerte se diese cuenta que quiero morir.

Oí un ruido en el pasillo y por un segundo pensé que era Mike, pero luego sonó esa voz grave de fumadora que hizo que bufara

-¡¡Alex!! -gritó Elizabeth en el pasillo, salí de mi habitación ella caminaba tambaleante hacia mi

Alex ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora