Clark

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Fallando en el proceso de mejorar


No dejo a Adams sola en ningún momento. No cuando la policía no ha logrado hacer nada con todo el asunto de Mike.

Me escabullo en el edificio de la residencia de las chicas para verla. Parece que no está durmiendo bien y odio verla así. 

Toco la puerta de su habitación y entro cuando escucho su voz al otro lado de la puerta. 

Sonríe al verme, sentada frente al escritorio tecleando en la computadora.

—Hola. —Se pone de pie y se acerca a abrazarme. 

La envuelvo con fuerza contra mi pecho, sintiendo sus manos en mi espalda.

—¿Ocupada? 

—Solo un poco. —Inclina la cabeza hacia su computadora—. Un ensayo que debo terminar para mañana. 

Paso las manos por sus mejillas, dibujando más pecas que tiene sobre la nariz. 

—¿Cómo estás?

—Cansada —dice y bosteza dando énfasis—. Tengo hambre. 

Sujeto sus hombros y bajo la cabeza dándole un beso. 

—Traeré comida. Tú termina lo que tengas que hacer y después veremos una serie o lo que quieras. ¿Si? 

Entrelaza nuestros dedos con una sonrisa pequeña en su rostro. 

—Gracias Clark. 

Le doy un beso rápido y salgo volando del edificio hacia el auto. Conduzco hasta el lugar de las donas y estaciono detrás del auto de Leclerc. 

«Oh, genial. Otra vez.»

Entro al local, evitando ver hacia las personas, pero choco de frente contra Leclerc que está comprando donas. 

Inclina la cabeza en saludo y me quedo a su lado en silencio. La chica del mostrador toma mi pedido y desaparece buscando mi comida. 

—¿Cómo está Acacia? 

—Bien. 

Asiente la cabeza. 

—¿Escuchaste que encerraron a Mike? 

Giro la cabeza hacia él, atraído genuinamente por lo que dice. 

—¿De verdad? 

—Si. Hoy por la mañana. Se lo llevaron en una patrulla. 

El alivio que me invade me hace sonreír. No pensé que iban a encerrarlo y hacerlo pagar por lo que hizo. 

Estoy que salto de la felicidad. Al fin.

—Una noticia buena —murmuro. Espero que esto ayude a Adams a dormir bien. 

—¿Clark? —Encaro a Andrew—. Si Acacia necesita algo…

—No, gracias. No necesita nada. 

Leclerc se ríe sin ganas. 

—Típico. 

Sacudo la cabeza, creyendo que no escuché lo que dijo, pero sí que lo hice. 

—¿Qué cosa? 

—Tú y tu falso comportamiento de «todo está bien, yo lo puedo manejar», porque sino lo recuerdas, no puedes hacer todo bien. 

La chica del mostrador nos ve desde el otro lado con la bolsa de donas que pedí. 

—¿Te recuerdo lo que me hiciste? —murmuro entre dientes. 

—Si, por supuesto. Todo es mi culpa, es que estoy tan dañado que me gusta hacer daño a los demás. —Sujeta su bolsa de papel—. No fuiste el único que la perdió.

—Sé que la querías…

Se ríe llamando la atención de las pocas personas del local.

—Tú no sabes una mierda. No me trates de analizar. —Me mira con ira—. Solo espero que no arrastres esa porquería hacia Acacia. Ella no lo merece. 

Se va sin mirarme otra vez, sin esperar que le responda. Las manos me tiemblan de la rabia. 

No debería afectarme las palabras de Andrew, pero carajo, lo hace. 

Respiro para controlarme. No quiero seguir a Leclerc y armar una pelea verbal en mitad de la calle. 

Tomo mi bolsa de donas y dejo el billete sobre la encimera. 

Llego al dormitorio de Adams y la encuentro dormida en su cama. Me recuesto a su lado, esperando que el cansancio que tengo se apodere de mi cuerpo y pueda dormir un poco. 

Pero no puedo. 

Finjo que estoy durmiendo cuando siento sus ojos en mí. 

(...)

—Oyeee, ¿estás bien? 

Alzo la cabeza hacia la voz de Taylor. Pasa la mano por mi rostro llamando mi atención.

—Si, estoy distraído no es nada. 

—¿Por hoy?

Sacudo la cabeza intentando concentrarme y saber qué es hoy. 

—Si, los padres de Adams. Si. 

—¿Seguro que estás bien?

Asiento con la cabeza y salgo de casa hacia el auto. 

Conduzco sin rumbo escuchando de fondo a Yellow, el auto parece saber a donde ir cuando horas después estaciono y salgo. 

Trago saliva con fuerza. No había vuelto hace mucho tiempo y la conciencia me pesa. 

Pago un ramo de flores en el puesto fuera del cementerio y voy por el camino de piedra hasta el nombre de ella. 

Exhalo viendo las flores frescas que mis padres debieron haber dejado. 

Como una bala, me duele en el pecho ver su nombre y la fecha, me duele saber que ya no puedo escuchar su voz ni verla cuando cantaba desafinado y me obligaba a bailar con ella. 

Me duele saber que pude haber causado esto. 

Dejo las flores a un lado y me siento, sin tener palabras para decir porque ya he dicho todo lo que he querido decirle. 

Y ninguna respuesta vino. 

Suspiro recordando lo diferente que éramos y que cometimos tantos errores juntos. 

Sonrío al ver la cicatriz imperceptible que tengo en el tobillo que me hice a su lado. 

No puedo cambiar nada. 

El celular vibra en mi bolsillo y la foto de Adams, junto a mí, que aparece en la pantalla. 

No pienso seguir cometiendo los mismos errores con ella. No lo haré.

 No lo haré

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El amor a colores ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora