27. Esperando el último minuto

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C A P Í T U L O  V E I N T I S I E T E

Esperando el último minuto

Un golpe en la cabeza me saca del limbo en el que estoy.

Siento un vaivén y abro los ojos hacia la luz. La cuadrícula blanca del techo y la iluminación pasan tan rápido que debo entrecerrar los ojos para no marearme. 

Los susurros suenan cada vez más lejanos, empiezo a buscar desesperadamente hacia los lados a Clark, pero solo veo a dos señores en ropa celeste corriendo precipitadamente con estoicas caras. 

Intento mirar encima de mi cabeza, pero el dolor punzante de mis costillas hace que gima del sufrimiento que me provoca moverme.  

Ingresan por unas puertas, se detienen, siento que me elevo y que vuelvo a quedar estática en otro lado. 

Las personas a mi alrededor se mueven de un lado a otro tan rápido que solo veo manchas algunas veces. 

Una persona, que no puedo reconocer si es hombre o mujer porque tiene un tapabocas, un mandil celeste y unas tijeras en la mano, comienza a cortar mi camiseta y mi sostén. 

El pantalón y mis bragas lo siguen, dejándome completamente desnuda en la camilla. 

No tengo vergüenza alguna ante mi desnudez porque el dolor en mi pecho se ha intensificado velozmente, haciendo que vuelva y regrese de un ensueño. 

—Cla… Clark —intento decirlo con voz fuerte pero fallo.

—Traigan la mascarilla de oxígeno. 

—¿Dónde… don…?

—Cuenta hacia atrás.

Me colocan una cosa de plástico en la boca y poco a poco, el sueño se vuelve tan pesado que no puedo mantener los ojos abiertos por mucho tiempo. 

(…)

Un dolor fatal en la cabeza me despierta, muevo la cabeza tratando de apaciguar el dolor, pero la punzada en mis costillas me provoca tanto sufrimiento que lágrimas caen despavoridas por mis mejillas. 

—¡Cariño! No te muevas. 

Escucho pasos que resuenan como tambores en el espacio, pronto aparecen otros pares de pisadas que solo acentúan el dolor de cabeza que estoy sintiendo. 

—Le voy a suministrar morfina para que el dolor cese. 

Entreabro los ojos viendo a una señora colocando un líquido en un tubo, sigo la dirección de este delgado y transparente objeto hasta que veo que se detiene en el dorso de mi mano. 

La muevo haciendo que una pequeña molestia se acentúe alrededor de la aguja que está metida en mi piel. 

—Vas a estar bien —dice la señora que me ha inyectado. 

Mamá aparece en mi visión, luciendo ojos rojos por haber llorado, lo sé a simple vista porque me sucede lo mismo cuando lloro. 

Veo por el lugar, las paredes mitad amarillas, mitad blancas me rodean. 

Papá está sentado al final de la cama donde estoy recostada, sobando la pierna sobre la manta que me cubre. 

(…)

Al despertar por segunda vez, mamá me informa lo que tengo, que parece una receta para un postre por los múltiples daños que tengo. 

Cómo preparar un puré de Acacia Adams:

3 costillas rotas.

1 pulmón perforado.

3 chichones en la frente.

El amor a colores ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora