26. Ser arte entre las ruinas

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C A P Í T U L O   V E I N T I S E I S

Ser arte entre las ruinas

Estoy sentada escuchando lo que sea que esté diciendo la profesora de inglés, mi mente ni mis manos se han despegado del celular esperando un mensaje de Clark para saber cómo le fue en los entrenamientos.

Mi vista circula por el aula hasta que lo veo en la esquina sentado prestando atención a clases, sus ojos azules desvían la mirada y voltea observando. 

Desde la pequeña y algo sincera conversación que tuvimos el ambiente entre nosotros se ha tranquilizado.

No nos hemos vuelto mejores amigos por siempre o algo así, pero ahora nos hemos vuelto más tolerables el uno con el otro.  

Andrew me sonríe de lado y le devuelvo el gesto, haciendo de esta nuestra única interacción en todo el día. 

Se siente tan extraño, teniendo en cuenta que estuvimos a punto de besarnos y que llegué a tener sentimientos por él. 

El celular vibra sobre la mesa recibiendo un mensaje.

“Lo siento, he estado entrenando todo el día. ¿Quieres alegrar mis ojos con tu presencia mientras estoy semi desnudo y mojado?” 

Las comisuras de mi boca se elevan por el mensaje, es así de fácil como el día cambia, en un instante, con un mensaje suyo. 

¿Cómo es posible que una persona pueda cambiar tu día? Sólo son mensajes, ni siquiera es su presencia.  

La mitad de mi atención se encuentra en las diapositivas que se proyectan, la otra mitad está en el correo que aunque haya eliminado, hace que los recuerdos se avivan. 

Cierro los ojos, pasando las manos heladas por mi rostro con frustración, intentando tranquilizar las emociones que están alborotando mi mente. 

Una alerta de mensaje suena en mi celular. Es un número desconocido y lo abro. Y me arrepiento de inmediato.

"No te atrevas a venir a la conmemoración del funeral de Dexter. ASESINA."

No puedo respirar. El celular se me cae de las manos y aterriza sobre mi cuaderno en un sonido sordo. 

¿Cómo consiguieron mi número? Cambié todo cuando dejé la ciudad. Borré todas mis cuentas sociales. 

Apenas voy a casa por temor a encontrarme con algún ex compañero. 

Me duele el pecho, tengo un hormigueo en los ojos al leer la última palabra. Al leer que aún me siguen culpando por algo que no hice. 

Me levanto y recojo las cosas que tengo en el escritorio, haciendo más ruido del necesario. Salgo del aula corriendo, escuchando las protestas de la profesora a mis espaldas. No me detengo hasta que salgo del edificio. 

Le mando un mensaje a mamá, esperando que me diga si alguien ha preguntado por mí. 

"Un amigo de tu instituto me encontró en el supermercado y me preguntó por ti. Le di tu número. ¿Pasó algo?"

Guardo el celular. No puedo culpar a mamá, pensó que «ese amigo» no tenía malas intenciones, pero… Jesús. Siento que retrocedí en el tiempo. 

El clima se encuentra de la misma manera en la que estoy. El viento sopla enérgico haciendo que el cabello oculte mi rostro, percibo el sonido del vaivén de las hojas de los árboles que están en el césped. 

El sonido estrepitoso de las voces alrededor me provocan ansiedad. 

—Acacia, ¿estás bien? —El toque de la cálida mano de Andrew sobre mi hombro me reconforta parcialmente, pero el mareo persiste, el dolor persiste. 

El amor a colores ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora