Lágrimas en la noche

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Inazuma era famoso por sus bebidas malas, sin embargo, a Venti le gustaban. Desde un licor de ciruela por aquí hasta un vino extraño por allá, aunque no se comparaban en absoluto con el producto estrella de Mondstadt.

Se sentó en una silla apartada de la barra y de la mirada del público en general; afortunadamente, el lugar no estaba demasiado concurrido. El mesero comenzó a servirle copa tras copa. La buena noticia era que, tras la copa número 12, Venti ya se sentía más consistente, más como él mismo.

Una chica mucho más alta que él, aunque aparentemente no mucho mayor, se acercó y lo invitó a tomar una copa. Minutos después, volvía a sentirse mareado. La chica le propuso continuar la fiesta, y Venti, con sus ojos celestes, aceptó. No paraban de reír juntos hasta que ella vomitó en uno de los pasillos de regreso. Venti, en su propia fiesta interna, le dijo adiós a la chica y, sin darse cuenta, terminó afuera de su propia puerta.

Abrió su habitación, encendió la luz y su teléfono, que había apagado para hacer más creíble su coartada. Fue directamente al baño y comenzó a reírse sin motivo al mirar el inodoro. Por accidente, se tomó una foto que salió movida y apenas podía reconocerse en ella. Se acostó en el piso del baño y, a duras penas, tomó la regadera de mano y se echó agua en la cabeza. Una vez sintió su cabeza empapada, cerró la llave y tomó nuevamente su celular, abriendo la conversación con Xiao.

"Hola, estás de shai."

Se sentó, tomó una toalla y se la puso en el cuello para evitar causar más desastres de los que ya había provocado. Vio el icono verde junto al nombre de Xiao, indicando que estaba en línea, pero después de unos segundos desapareció. A pesar de que todavía tenía mucho alcohol en su sistema, no pudo evitar darse cuenta de que habían ignorado su mensaje, lo cual lo molestó más de lo que le gustaría admitir. Murmuró palabras para sí mismo y volvió a escribir.

"¿Qué te pasa, por qué no sabes con quién hablas?"

Esperó media hora, recostado de nuevo en el piso, y volvió a echarse agua en un intento de no quedarse dormido. Como pudo, se sentó y gateó hasta su maleta para ponerse algo que no oliera mal.

Después de tantos años de lidiar con su mala adicción al alcohol, Venti había desarrollado habilidades para sobrellevar la embriaguez por sí solo. Más que por supervivencia, lo hacía para evitar que sus hermanas tuvieran que bañarlo o que él les vomitara encima.

Se lavó los dientes, se puso su pijama de manera descuidada y, pasito a pasito, caminó hasta su cama, donde pateó el montón de almohadas que había acomodado antes de salir en un intento bastante pobre de hacerlo pasar por él. Sin embargo, él no era tan gordito. Apagó la luz, se acomodó entre las almohadas y se quedó mirando el oscuro techo mientras el hipo lo molestaba por un rato. Su concentración fue interrumpida cuando su teléfono se iluminó.

"Lo siento, estaba hablando con un amigo." Leer la palabra "amigo" enfureció a Venti sin razón, y comenzó a hacer un berrinche en su cama. Afortunadamente, no había nadie cerca para presenciar su comportamiento tan irracional.

"NOOO, no puedes hacerme eso" "¿Qué?" preguntó Venti, frustrado.

"Adiós."

"Chao."

"Adiós."

"Respóndeme!!!!"

"No te entiendo, ¿estás bien?" Venti comenzó a llorar, sintiéndose engañado y solo. En este punto, solo su hipo le hacía compañía, recordándole que seguía vivo.

"¿Dónde estás?" le escribió.

"Estoy aquí contigo." Venti negó y le gritó "no" a la pantalla de su celular como si el otro pudiera escucharlo. En un momento de claridad, se dio cuenta de que eso no iba a suceder, lo que lo hizo llorar aún más intensamente.

Desde su habitación, Xiao esperó pacientemente a que el mayor le contestara. Sin embargo, tras 20 minutos sin obtener respuesta, comenzó a llamarlo por videollamada.

De repente, Venti no pudo controlar su llanto, por más que lo intentara. Veía cómo las llamadas perdidas se acumulaban a medida que pasaban los minutos. Aunque estaba menos ebrio que antes, comenzó a estresarse, ya que solía hincharse cada vez que lloraba y preferiría morir antes que Xiao lo viera con ojos de sapo.

Aunque no lo pareciera, Venti era bastante vanidoso; esta característica también le había ayudado en su carrera.

En la llamada número 23, contestó con la cámara apagada. Escuchaba que el otro le hablaba, pero las palabras sonaban como caligrafía en el aire.

—Espera, espera un momento— le gritaba a su teléfono mientras lo dejaba a un lado del lavabo de su habitación. Tomó una crema desinflamatoria que llevaba consigo para sus giras, pero estaba tan oscuro y mareado que terminó manchando con crema todo el espejo en un intento desesperado de encender la luz integrada.

De repente, miró debajo de él y todo comenzó a moverse lentamente. —¡Xiao, no te escucho!— le dijo un poco desesperado. Abrió los ojos frente al espejo, todo lo que pudo, y se aplicó crema en las zonas hinchadas.

Tomó el teléfono con sus dos manos y, como pudo, activó la cámara. —Estoy bien, Xiao— dijo medio susurrando, pero a la vez gritando, ya no era capaz de modular su volumen.

"Venti, ve a dormir, no estás bien", escuchó desde la otra línea. El olor a mentol con lavanda de su crema lo había hecho despertar un poco más.

—Xiao, no, ven a calmarme— un hipo inesperado volvió a molestarlo. —No quiero dormir solo.

Venti escuchó una risita de fondo y, un poco menos mareado, caminó de vuelta a su cama.

"Duérmete, Ven, tienes que descansar", le dijo Xiao. Venti hizo una cara de puchero, ya recostado podía distinguir un poco más el cabello verde de Xiao a través de la pantalla.

—No— contestó haciendo pucheros.

"¿Quieres que te dé algo a cambio?" Venti asintió con la cabeza. "Pero debes descansar para que tus ojos no se vean rojos e hinchados". El mayor volvió a lagrimear y Xiao entró en desesperación al otro lado de la línea.

"No, Venti, tú eres bonito, no llores", su humor cambió radicalmente y pudo notar cómo, a pesar de que Xiao no tenía mucha luz en su rostro, se veía visiblemente sonrojado.

—¿Me darás un besito cuando nos veamos?— le cuestionó mientras se limpiaba las lágrimas y los mocos. La crema no había servido de mucho después de todo, ya que su rostro seguía hinchado.

"...sí... pero duérmete, si no, no te lo daré".

— ¿Cuántos? — sentenció el de cabello oscuro.

"Los que quieras". Satisfecho con la respuesta, Venti cayó en los brazos de Morfeo.

Baladas en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora