Canciones del Alma Rota

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Desde su rincón, con audífonos puestos, Venti intentaba calmarse al escuchar el nocturno más famoso de Léonard Fontaine, un músico clásico de su ciudad. Se esforzaba por aislarse del exterior, pero los demonios internos comenzaron a hacerse presentes en su mente. De repente, Sumeru venía muy vivamente a su mente con sus paisajes desérticos, su verdadera identidad; su antiguo yo se manifestaba en sus pensamientos. Venti se veía a sí mismo vestido de mujer, recordando su nombre legal, Barbatos, que dejó atrás.

"Alguien escribió esta canción antes.
Y podría decirte de dónde es."

—Eula... — mencionó Venti mientras Eula tomaba su bolsa y salía molesta del lugar.

Jean volteó de inmediato y vio a Venti con lágrimas en los ojos, luchando por contenerse. La rubia corrió a abrazarlo, lo llamó varias veces hasta que su teléfono comenzó a vibrar, haciendo que Venti volviera a la realidad y contestara. Sin mirar a Jean a los ojos, salió de la habitación, saludó a su novio, pretendiendo estar bien, ocultando su tristeza en la voz.

"Marco el 4-7-3-6-2-5-1 para tranquilizarme.
Por favor, solo ríete conmigo."

—Estaba algo ocupado, cielo. Una disculpa — procedió a escuchar atentamente a Xiao mientras intentaba calmarse.

Caminó por los largos pasillos de la empresa hasta que encontró una puerta de servicio y se sentó al final del largo pasillo de bodegas, sabiendo que nadie lo molestaría allí. Apenas respondió con monosílabos, tan inmerso en sus pensamientos que no podía prestar atención a la conversación. Su mente era una sopa de fideos negra que le causaba náuseas al intentar concentrarse en algo que no fuera su pasado.

"Porque ya sabes que estoy pidiendo algo prestado,
Estos sonidos, ya se han usado."

—Xiao, tengo que colgar. ¿Te molestaría si hablamos por mensaje? Tengo un día ocupado — pronunció de la forma más dulce que pudo. Después de colgar, revisó el chat, asegurándose de tener guardado un mensaje que su novio le había enviado semanas atrás. Aunque no solía tomar decisiones tan impulsivas, sabía lo que tenía que hacer, lo necesitaba con urgencia.

Tras una breve parada en el baño, Venti regresó por sus cosas, todavía molesto por la situación con Jean y sin entender realmente por qué le molestaba. No era su culpa, pero todo se salió de control, y probablemente no hubiera sucedido si hubiera hablado de su boda. La rubia, con miedo evidente en su andar, lo siguió hasta la camioneta que los esperaba. Durante el gélido silencio en el camino a casa, el cantante subió a su habitación, tomó suficiente ropa para una semana y sus documentos de viaje. En cuanto tuvo la oportunidad, salió de casa, tratando de pasar desapercibido para sus hermanas, vecinos, fans y la prensa.

Llegó a la ventana de la estación de autobuses más cercana y compró un solo boleto de ida a Liyue. Se sentó a esperar en un café, sintiendo la paranoia crecer con cada hombre mayor que veía pasar cerca de él. Dependía de Jean en situaciones relacionadas con su trabajo debido a su ansiedad social.

Dentro del café, llegó una mujer alta, esbelta y de cabello rubio pálido, acompañada por tres mujeres más. Parecían viajar a Liyue debido a su acento al hablar. Mientras el grupo se acomodaba en el autobús, Venti eligió uno de los lugares más solitarios, ya que no había mucha gente viajando durante la semana.

"Cuando ocurrió el terremoto,
me hizo pensar ¿Qué estarías haciendo?"

Durante gran parte del viaje, Venti durmió y fue despertado por la chica de cabello azul. Le pidió amablemente que le pasara su pluma, que había caído debajo de su asiento. Venti buscó el objeto y se lo entregó, agradeciéndole por molestarlo. La chica, que parecía ser una secretaria por su vestimenta, llevaba una blusa turquesa, pantalones blancos y sandalias elegantes. Su cabello largo y ondulado agregaba encanto a su imagen profesional.

Baladas en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora