Melodías entre Uvas

135 25 1
                                    


La mañana siguiente, Venti despertó sintiéndose extraño. Sabía que tendría que pedir permiso antes, pero le aterraba la idea de pasar por ello, no por escuchar un no como respuesta, sino porque implicaba que estaba a nada de verlo a él.

Caminaba sigilosamente hacia la cocina, escuchando a los trabajadores ir y venir. Bajó el ritmo de sus pasos para evitar ser detectado. Llegó a la habitación, y una mujer del servicio le indicó que su plato estaba en la mesa del patio. Venti agradeció y salió por la puerta que le indicaron.

Al salir, vio la mesa con un único plato cubierto por una tapa para evitar las moscas, y a sus hermanas; la mayor fingiendo leer mientras observaba atentamente la escena que se desarrollaba frente a ella. Mientras tanto, la menor estaba jugando con su teléfono.

—Buenos días —saludó Venti con su mejor sonrisa mientras se sentaba y se acomodaba para desayunar.

La mirada de Jean estaba totalmente clavada en Diluc, era más que evidente. El problema era que no era una mirada de amor, sino de odio, ya que fruncía tanto el ceño que parecía que iba a explotar.

—¿Qué hizo el señor frío ahora? —cuestionó Venti mientras comía. Jean bajó el libro y suspiró, calmándose un poco.

—Nada. Ese es el problema. En fin, no lo entenderías —contestó fastidiada—. Por cierto, si puede venir tu amigo, no te preocupes por ello —mencionó tranquilamente mientras le daba otro sorbo a su café.

Venti dejó de comer, miró a Jean como si quisiera hablarle telepáticamente, y la rubia asintió. Jean lo miró brevemente antes de dirigir su atención de nuevo al pelirrojo frente a ellos.

—Hablaste mientras dormías y solo lo haces cuando algo te preocupa —se levantó de su asiento y le dio una palmadita antes de retirarse de la mesa—. Necesito despejarme. —El castaño continuó mirándola con una expresión de circunstancias mientras se iba, por lo que ahora dirigió su mirada a su hermana menor.

—No me preguntes. Cuando desperté vi que volvieron de quién sabe dónde y Jean fue a mi habitación a terminar de dormir. Supongo que algo salió mal —dijo sin levantar la vista de su teléfono—. ¿Has leído los últimos rumores sobre ti?

—¿Mis... qué? —contestó el castaño con la boca llena.

—La estrella del momento, Venti, ha entrado en un periodo de descanso, según rumores. Aseguran haberlo visto deambulando por Liyue después de su último concierto, con una fuerte congestión alcohólica, acompañado de alguien hasta ahora misterioso. Tras los indicios de que el cantante de tan solo 23 años había ingresado a rehabilitación a finales del año pasado, la audiencia opina que tal vez es hora de que madure y deje de comportarse como un adolescente, aunque su apariencia diga lo contrario —Bárbara le devolvió la mirada con una sonrisa sarcástica.

Venti rodó los ojos. Nunca fue muy amigo de la prensa, pero agradecía a Jean que supiera controlarla mejor que él.

—No saben de lo que hablan —contestó fastidiado mientras terminaba de tomar su desayuno—. Además, ¿cuál es el problema? Nunca me he puesto como una persona inalcanzable, así que no debería estar huyendo.

—Bueno, dejemos los chismes de lado... —bufó la mayor para no irritarlo, ya que sabía mejor que nadie lo que era tener a Venti en tu contra—. Tengo que preguntarte algo —admitió avergonzada, lo que extrañó a Venti, ya que ella solía preguntarle las cosas sin rodeos.

—Conocí a alguien por internet, pero quiero conocerlo en persona, algo así como lo que tú tienes con ese chico —el castaño se sonrojó por un momento, pero le hizo una seña con las manos para que continuara—. El problema es que evidentemente no puedo decirle quién soy realmente, y él conoce a mi alter ego.

Baladas en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora