Voces en la oscuridad

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Advertencia: El siguiente capitulo puede tocar temas sensibles para algunas audiencias, se recomienda discreción.

"Salgo para Inazuma hoy en la noche", le respondió, ignorando el último mensaje del menor.

Tras una junta de 5 horas, donde su presencia solo fue necesaria 15 minutos, les anunciaron un último showcase (concierto breve de una a tres canciones) en la inauguración de un museo dentro del famoso conglomerado de islas. Una llamada entrante llegó a los pocos minutos. Venti sonrió a la pantalla y contestó de inmediato.

—Hola, chico té verde —saludó animado el mayor mientras reempacaba sus cosas. "¿Vuelves al puerto de Liyue?" negó sin pronunciar palabras —Iremos directo por aire, la compañía nos consiguió vuelos directos, así que estaré ahí dos días.

"Bueno, cuídate, Venti... ¿Prefieres que te llame así?" el mayor afirmó sonoramente, mientras terminaba de cerrar su maleta.

—Por favor, no me llames jamás por ese nombre —El chico verde afirmó desde el otro lado de la línea, Venti podía escuchar cómo dos mujeres hablaban de fondo. —Te dejo, tengo que salir ya, nos vemos en un rato.

Colgó sin esperar respuesta. Para ser sinceros, se encontraba cansado, así que esperaba poder dormir bien durante el viaje. A decir verdad, solo había dormido, no descansado como tal, durante los últimos días, ya que había tenido una racha de puras pesadillas, lo cual sabía que no era buena señal para su salud mental.

Una vez dentro del avión, agradeció su fortuna al viajar en primera clase, lo cual le alegraba especialmente porque podría estirarse a sus anchas en los asientos. Llevó consigo un antifaz y un libro. Bárbara cayó en los brazos de Morfeo apenas inició el vuelo.

Jean se acercó a él una vez la azafata indicó que podían levantarse de sus asientos.

—Después de esto... —se tomó una pausa, mirándolo atentamente, casi como si supiera que el pelinegro ocultaba algo—. Estamos invitados al viñedo. Sé que prometí darte tu espacio, pero me encantaría que vinieras con nosotros.

Venti le sonrió y asintió. Tras su incidente a finales del año pasado, Jean le prometió que apenas la gira concluyera dejaría de estar vigilándolo las 24/7, confiaría en que tendría el autocontrol suficiente para no volverse a sobrepasar con la bebida. Jean lo despeinó y sonrió, luego regresó a su asiento.

Venti de pronto sintió cómo su cuerpo le pedía a gritos un poco de sueño, por lo que al igual que Bárbara, no tardó mucho en ceder. Abrió los ojos. Aquel lugar era tal y como lo recordaba, últimamente más presente durante las lagunas mentales que tenía en sus peores momentos: oscuro, húmedo y con eco sonoro.

Una grieta en la parte superior de la pared era donde la luz luchaba por iluminar el lugar; era lo único que le decía que existía algo más afuera. Estaba arrodillado en un suelo tan oscuro que no podía discernir de qué material estaba hecho. Se sentó sobre sus talones y sintió en su tobillo izquierdo una sensación fría que provenía de unos grilletes; sus manos también estaban atadas con cuerdas porosas por el frente.

El cabello le cubría el rostro. Tenía un flequillo largo que no le permitía ver mucho más allá de sí mismo y sentía mechones aún más grandes que le llegaban a la parte baja del pecho cada vez que movía la cabeza.

"Nuestro Ángel", escuchó en un elegante acento a lo lejos. Su cuerpo se tensó y se sintió adolorido. Sus nudos se esfumaron y de pronto se vio cegado por una luz muy brillante. Incapaz de abrir los ojos, se los cubrió con las palmas.

Escuchaba voces de hombres en idiomas que no podía entender. Dejó caer la cabeza al frente y por fin pudo abrir los ojos. Estaba vestido de ángel, su cabello era largo y levantó la vista. Estaba encerrado en una caja de espejos; él no podía ver nada del exterior, pero el exterior sí a él. Ahí se dio cuenta...

Baladas en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora