Venti había batallado con la ansiedad durante la noche, intentando componer y desechando borradores arrugados. El insomnio lo atormentaba, y la soledad se volvía palpable.Con la frustración acumulada, abrió la ventana, permitiendo que la brisa nocturna se colara. Escribió versos que expresaban su deseo de conexión y su temor a la soledad. Sin embargo, la creación artística no logró calmar su ansiedad por completo.
"Dios, estoy tan solo..."
Así que abrí la ventana...
"Para escuchar a la gente pasar..."
No sabía ni qué hora era. Xiao, al parecer, no respondería en lo que quedaba de la noche, y aunque escribir le había ayudado a controlar su ansiedad, no la había calmado por completo.
"Soy un cobarde. Solo quiero sentirme bien..."
De nuevo, otro tachón. Durante las horas que pasaban, no tuvo piedad en arrancar hoja tras hoja, quedándose apenas con un par de estrofas completas. Frustrado, se acostó en su cama, tomó su teléfono y escribió: "Buenas noches, Xiao. Hablamos mañana".
El gesto le resultó extraño, ya que habían pasado varias noches despidiéndose por llamada o durmiendo juntos.
En su agotamiento, Venti se sumergió en un sueño inquieto. Se encontró en un lugar extraño, una habitación excéntrica con cosas doradas y ventanas inmensas. La realidad se distorsionaba; las paredes blancas se volvían negras, y una sensación de miedo lo envolvía mientras caía en un caos de telas blancas y murmullos.
Las lágrimas invadieron sus mejillas.
"Nadie, nadie, nadie..."
Leyó en las paredes blancas, que de pronto se tiñeron de negro. Se sentó en el piso y se encontró entre un mar de telas blancas que lo cubrían desde el cuello hasta el infinito. Su cabello creció y un montón de murmullos se hicieron presentes a su alrededor.
De pronto, el piso bajo él tambaleó y lo hizo caer, despidiéndose del traje blanco que llevaba.
Cayó en un cojín de plumas, donde se encontraba solo, cubierto por su larga cabellera.
"Es mejor que una mujer..." escuchó muy al fondo del nuevo lugar donde estaba, seguido de gente murmurando precios a su alrededor.
En este extraño escenario, escuchó voces que mencionaban a Barbatos, comparándolo con la "gallina de los huevos de oro". Una sensación de pavor lo envolvía mientras rezaba para escapar de ese lugar.
"Nadie, nadie, nadie..."
De pronto, unas sábanas cálidas lo cubrieron, e inquieto intentó quitárselas de encima. Abrió los ojos y Jean estaba junto a él, cubriéndolo. Jean lo miró a los ojos, y en su semblante, Venti pudo notar que le asustaba un poco lo que veía.
—Ven... — Él la abrazó y se puso a llorar un rato, sin saber por qué. Jean se limitó a corresponderle el abrazo y acariciarle el cabello. Después de un rato, el de ojos celestes se separó y se levantó para lavarse la cara.
Jean, quien ya estaba habituada a este tipo de situaciones desde que lo había adoptado, simplemente salió de la habitación.
Venti se lavó la cara; ahí estaba de nuevo, él, su nueva versión, aquella que le permitía ser libre. Notó cómo su cabello había crecido un poco más de lo habitual y tomó unas tijeras que siempre llevaba consigo. Comenzó a cortarse el cabello.
"He sido grande y pequeño, grande y pequeño de nuevo, y aun así, nadie me ha querido..."
Lo único largo que quedó fueron sus mechones del frente, que sabía que era algo distintivo que debía mantener por su carrera. Por un momento, consideró cortarlos, pero algo lo detuvo. Con los pies pesados, volvió a meterse en la cama, tomó su teléfono. Eran las 3:07 de la mañana. Apenas había dormido dos horas que se sintieron como años con la pesadilla tan vívida que había presenciado.
En ese momento, Xiao lo llamó. Venti carraspeó antes de hablar; lo último que quería era que el menor notara que algo le pasaba, y tampoco deseaba hacerlo cargar con sus problemas.
"Perdón por no contestar, pero... el novio idiota de mi papá me ofreció llevarme a Mondstadt".
—Pero yo no estoy ahí, estoy en el viñedo. ¿Es más cerca? —cuestionó Venti mientras acomodaba las almohadas en forma de nido para recostarse.
"Es que ÉL va a la ciudad a hacer unas cosas, pero regresa a Liyue a la mañana siguiente. Mi papá accedió y, muy a mi pesar, hablé con él a solas para preguntarle si había algún problema si me dejaba en el viñedo. En resumen, se ha ganado que lo odie un poco menos".
—¿Cuándo vienes entonces? —preguntó, estirándose mientras miraba el techo con interés.
"Probablemente salga en unas horas, así que llegaré mañana por la noche. Iremos en su auto, lo que a mi papá tampoco le encanta porque es una bestia deportiva".
—Vamos, esos autos son increíbles. No creo que no quieras venir en uno.
"En fin, después de estos días, él regresa a su país, así que mi papá está prácticamente ansioso porque no lo volverá a ver hasta Navidad.".
—¿Cómo te sentirías si estuvieras en la misma situación? —aunque hasta el momento solo eran amigos, Venti sentía un cariño especial hacia él. Sin embargo, no se atrevía a expresarle mucho.
"Pues no sé, tendría que vivir la situación..." se limitó a contestar el otro.
—Bueno... —suspiró Venti—. Es tarde, iré a dormir.
"Buenas noches, Venti. Te quiero." Y sin esperar respuesta, el menor colgó
"Tal vez solo necesito alguien a quien besar. Dame un beso honesto y todo estará bien".
El resto de la noche, Venti no pudo cerrar los ojos. Y ni siquiera era por la pesadilla que tuvo más tarde, sino porque se admitió a sí mismo que alguien le gustaba, que Xiao le gustaba, y que probablemente lo vería en un par de horas. Tenía que admitir que era bastante inexperto en ese tipo de sentimientos.
Cuando tocaron la puerta de su habitación para avisarle que bajara a desayunar, Venti no se movió del sueño que lo había invadido tras la vela, pero afortunadamente, había terminado su primera canción propia en dos años antes de ceder al cansancio.
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Baladas en verano
Teen FictionAU: Venti es un popular cantante cuya vida como celebridad parece irle viento en popa, sin embargo es prisionero de su pasado, mismo que regresa a él cuando recibe un misterioso mensaje tras una presentación de un chico que dice conocerlo. Venti no...