La primera presentación

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La vida con Jean siempre transcurría en las sombras. No porque quisieran ocultarlo, sino porque ella aún no lograba superar su luto. Cuando Jean le cedió una habitación en la casa de Mondstadt, Venti quedó maravillado con la idea de tener su propio espacio. No recordaba la última vez que había tenido una habitación solo para él. La primera vez que estuvo en la casa de los Gunnhildr, para él fue un shock. Era increíble que una casa tan grande y bonita le perteneciera solo a cuatro personas: Jean, Bárbara, su nana y un agente de seguridad personal.

Al entrar, una escalera de caracol ascendía con elegancia hacia el segundo piso. A un lado, el recibidor exudaba calidez, prometiendo un interior acogedor. Una sala familiar en tonos cálidos reposaba a un costado, y en su centro, un piano de cola negro parecía sacado de un museo. Pero lo más intrigante estaba en el centro de la residencia: un jardín interior. Entre verdor y flores, una fuente añadía su murmullo suave al ambiente. La casona, vista desde su umbral, ya se revelaba como un universo de elegancia y serenidad, un testigo silencioso de historias de sus dueños. Aquello para Venti significó el mundo. Después de tantas cosas que vivió, por fin, tendría una familia.

En sus primeros días, además de las revisiones médicas, Jean le brindó un cambio de imagen. A pesar de que Venti solía cortarse el cabello tan corto como pudiera, aunque en ese momento no estaba seguro del porqué odiaba que creciera de más, Jean lo convenció de dejarlo un poco más largo y estilizado, pero solo ligeramente. Al principio, había estado renuente, pero el corte lo hacía ver muy diferente de cómo se reconocía a sí mismo. Lo vio como la oportunidad perfecta para, en todos los sentidos, empezar de cero. El Venti de aquel entonces tenía unos 15 o 16 años, aunque él no estaba seguro de su edad real, ya que los doctores lo estimaban mucho menor debido a su precaria salud física, baja estatura y huesos débiles. Bajo el cuidado de Jean, comenzó a comer de manera saludable, a hacer ejercicio, y ella lo adoptó como su tutor legal cuando apenas tenía 22 años. Fue durante este proceso que poco a poco Jean volvió a sonreír, y todos en la residencia sabían que la llegada de Venti había tenido un efecto positivo en ella.


Durante su primer año, Jean se concentró al 100% en cuidar de él y de Barbara, compartiendo con ellos su pasión por la música. Jean eligió el nombre de Venti, ya que le resultaba extraño referirse a él como "el chico de los platos", como él prefería que lo llamaran. Venti nunca le reveló a Jean su nombre de nacimiento: "Barbatos". Años después, solo lo recordaría gracias a un libro que leyó por casualidad. Jean pasaba la mayor parte del tiempo trabajando en los negocios familiares y estudiando contaduría y leyes mercantiles. Barbara estudiaba en casa, mientras que Venti se dedicaba a la música, aprendiendo nuevos instrumentos. De vez en cuando, Venti se acercaba a la tutora privada de Barbara, lo que le proporcionó habilidades avanzadas en matemáticas e idiomas. Gracias a sus años en los barcos, Venti ya dominaba cuatro idiomas.

Con sus hermanas, siempre practicó canto; nunca fue su verdadera intención decidir ser cantante, Barbara por su lado sí, por lo que él en aquel entonces se esforzaba en ayudarla a perseguir su sueño, dándole clases de baile, canto, presencia y actuación. Jean siempre le advertía a su hermanita que no iba a ser un sueño fácil y, sin embargo, Venti se comprometió a ayudar a ambas a lograrlo. 

A finales de mayo de aquel año, casi un año después de que renació como Venti, recibieron un ramo de flores silvestres impresionante. Venti había conocido el lujo cuando trabajaba en los barcos, pero nunca había visto flores tan hermosas como aquellas. Perfumaban toda la planta baja de la residencia. "Una entrega de parte de la familia Ragnvindr", anunció el mensajero. 

Jean detuvo nuestras prácticas de canto, donde Bárbara se entrenaba y yo tocaba el piano para practicar. Sin embargo, Bárbara aprovechó el momento para sentarse a tocar su hermano, y ambos se pusieron a cantar. Fue la primera vez que todos en la casa escucharon a ambos cantar en voz alta. Bárbara tenía mucha práctica, pero debido a su edad, Jean no la quería presionar tanto. Venti dejó a todos sin palabras, pero Jean no estaba segura de proponerle algo del calibre de volverlo una figura pública, sobre todo cuando apenas conocía su pasado. Era demasiado para alguien como él, no obstante, su nana lo abrazó y le felicitó por la increíble habilidad musical que tenía.

Aquel ramo de flores traía consigo una invitación a una velada. El joven heredero de los Ragnvindr, Diluc, había regresado del extranjero tras graduarse en la universidad y ser aceptado para continuar su maestría en Negocios Internacionales en la Universidad de Mondstadt. La nana se rió cuando Jean leyó la carta en voz alta, ya que todo el mundo, menos Venti, parecía entender lo que aquella velada significaba en realidad. Él no hizo muchas preguntas en ese momento, pero se admitió a sí mismo que estaba ligeramente nervioso por ser tomado en cuenta para un evento de ese tipo. 


Cuando la fecha se acercó, Venti no podía entender el alboroto. Jean traía al mensajero yendo y viniendo con mil y un cajas de la sastrería, vestidos de diversas formas y tamaños. Mientras tanto, Bárbara se puso el mismo vestido de gala que Jean usó algunos años atrás. El vestido era un despliegue de elegancia en azul cielo, con un exquisito tejido satinado y muchos detalles de encaje, mientras que una fina banda en la cintura acentuaba la zona; parecía una muñeca. Pero la sorpresa para todos fue Jean; su vestido era en un tono azul oscuro, complementando perfectamente la melena rubia de la joven. Su cabello estaba recogido en un elegante moño bajo, con algunos mechones sueltos que enmarcaban delicadamente su rostro. El maquillaje resaltaba sus intensos ojos color cobalto con sombras suaves y un delineado sutil. Un toque de rubor y labios en un tono neutro completaban el look, realzando su belleza natural con un estilo refinado y atemporal. 

La nana veía a Jean no creyendo lo bien que se veía; parecía una diva, una actriz yendo a una premiación o alfombra roja. Bárbara la abrazó, y los tres juntos se tomaron una foto del recuerdo. Su primera salida en sociedad como familia. Venti, con sus dos hermanas, contrastaba vistiendo un traje en tonos olivo. El saco entallado resaltaba su figura juvenil, mientras que los pantalones, de corte clásico, añadían un toque de sofisticación. La camisa blanca debajo equilibraba la paleta de colores, y una corbata a juego completaba el conjunto con estilo y frescura. 

Una limosina aparcó en breve y se fueron rumbo al viñedo del amanecer. En el viaje, Jean explicaba brevemente quiénes eran quiénes, para que Venti no se sintiera perdido entre tantas personas. 

Al llegar, la entrada del viñedo estaba adornada por luces; se veía un ambiente romántico, con mesas largas llenas de invitados. Venti se sintió abrumado, así que todo el tiempo se mantuvo con Barbara sentado en su mesa, vio a lo lejos cómo Jean era acompañada por una chica un poco más alta que ella de cabello castaño, hacia un área apartada, donde ambas saludaron a un joven de cabello largo y pelirrojo. 

Un suave murmullo de conversaciones y risas flotaba en el aire mientras los invitados, elegantemente vestidos, se reunían entre barricas de roble y mesas adornadas con velas titilantes. El aroma de uvas maduras se mezclaba con notas florales, creando una atmósfera embriagadora para dar inicio a una velada llena de promesas. Jean fue llamada a dar unas palabras de bienvenida a Diluc, quien agradeció su presencia y anunció que tomaría personalmente el cargo de los negocios de su familia. Una ola de aplausos los acompañó y comenzaron a pedirle a Jean que interpretara alguna canción, a lo que se negó en ese momento. 

A pesar de sus dudas iniciales, Barbara logró persuadir a Venti para que participara en el evento musical. Con cierta timidez, Venti se ofreció a interpretar algunas sonatas, y la banda, generosamente, le cedió el uso del piano. La atmósfera vibraba con anticipación mientras los invitados, en sus asientos, aguardaban con expectación. 

Cuando Venti comenzó a entonar las primeras notas, una ola de asombro se apoderó del lugar. Su voz, melódica y cautivadora, llenó la estancia, creando un momento mágico que dejó a los presentes maravillados. Venti sintió la verdadera felicidad; nunca había disfrutado haciendo algo frente a tanta gente. 

Solo pudo sonreír y hacer una pequeña reverencia antes de volver a su lugar. Uno de los antiguos mentores de Jean en la escena musical pidió hablar con ambos minutos después de la presentación, sugirió que comenzaran un nuevo proyecto con Venti. Después de la velada, se quedaron a pernoctar en el viñedo, donde antes de irse a dormir, tanto Jean como Venti se sentaron a discutir el asunto y el resto ha sido historia desde entonces.

Baladas en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora