Melodías del corazón

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Pese a la turbulenta noche y el excelente trabajo en el baño para evitar una resaca, Venti despertó sin los efectos físicos colaterales del exceso de alcohol. Sin embargo, se sentía avergonzado porque recordaba todo lo que le había dicho a Xiao durante la llamada.

Para su sorpresa, al bajar a desayunar, solo se encontró con Bárbara, quien estaba tan alegre como siempre.

—Vamos —le dijo la rubia al verlo llegar.

—¿Dónde está Jean? —preguntó Venti, notando cómo el semblante de Bárbara cambió repentinamente. Al ver su reacción, decidió no insistir en el tema y simplemente la siguió hasta la mesa para desayunar.

Durante la comida, que resultó más picante de lo que Venti estaba acostumbrado y en nada se parecía a las joyas culinarias de Liyue, Bárbara le contó que Jean había cedido ante una botella de champaña durante la cena después del evento.

—Jean no suele beber más de una copa por una razón —dijo Bárbara molesta. Venti notó las ojeras marcadas en el rostro de su hermana mayor, y aunque se alegraba de que pudiera cuidarse por sí misma, también se preocupaba por ella.

Después de terminar el desayuno, cada uno fue a recoger sus maletas y luego se reunieron. Jean necesitó ser trasladada en silla de ruedas con la ayuda del personal hasta el aeropuerto. Era evidente que la resaca de Venti era prácticamente absorbida por la de Jean, ya que esta última no podía pronunciar palabras comprensibles, llevaba puestos unos lentes de sol oscuros, su cabello estaba despeinado y emanaba un olor que indicaba que necesitaba un baño con urgencia, además de un poco de perfume.

Bárbara tomó otro abrigo, recién perfumado, y se lo puso antes de abordar el avión.

—Esto será un problema de Jean en el futuro, yo me rindo —comentó resignada.

Después de un viaje de cuatro horas, durante el cual Jean lidió constantemente con náuseas, finalmente llegaron a casa. La nana de Bárbara regañó a Jean, aún semi-dormida, por su consumo excesivo de alcohol y la llevó rápidamente al baño.

Venti no se había atrevido a leer los mensajes de Xiao durante todo el día. Aún no había procesado la vergüenza que sentía por haberse mostrado de esa forma con él. Miró el reloj en su habitación, eran las 6 de la tarde, tomó su teléfono y decidió escribirle a Xiao: "Llegué a casa, estoy desempacando y tomaré un baño".

Se levantó para dirigirse al baño cuando el timbre sonó.

Un repartidor lo hizo firmar un recibo de entrega antes de entregarle una caja llena de flores blancas junto con una nota de bienvenida. Sin embargo, ese regalo no era para él ni para Bárbara, sino para su aún semi-dormida hermana mayor. Venti subió de nuevo a la habitación de Jean con la caja en sus manos y la entregó. Después de despedir al repartidor, Jean abrió la tarjeta adjunta. La nana y Venti intercambiaron miradas cómplices, suponiendo de quién era el regalo.

Jean leyó varias veces el mensaje de la tarjeta, luego la cerró y la dejó sobre las flores. No mencionó nada más y se recostó en su cama. La nana y Venti se miraron confundidos. La nana tomó las flores para ponerlas en agua, pero Jean no reaccionó, al parecer, se había quedado dormida.

Ambos aprovecharon la situación para abrir la tarjeta, pero solo encontraron un breve mensaje que decía: "Bienvenida de nuevo. —DR", seguido de un dibujo mal hecho de una pequeña tortuga.

Desilusionados, salieron de la habitación para continuar con sus actividades. Venti se dirigió a su habitación con hambre, pero recordó que no se quedaría allí por mucho tiempo, así que decidió recostarse en la cama y admirar el espacio que rara vez utilizaba para dormir.

La habitación de Venti era más como un armario que un dormitorio propiamente dicho. Solo tenía una cama y frente a ella, dos estantes separados por una cajonera gris y un cuadro con dibujos científicos de flores que había comprado. La pared de enfrente era de un color verde oliva oscuro y estaba enmarcada por una ventana que combinaba con la arquitectura exterior. El resto de la habitación era de color blanco, a excepción del piso, que era de un tono café pálido.

Durante todo el año, solo usaba esa habitación durante los periodos de ensayos o grabaciones que no solían durar más de cuatro meses, y eran bastante esporádicos. Además de la ropa, Venti no tenía muchas cosas, solía tener un teclado, pero lo perdió en un traslado en el aeropuerto. Por lo tanto, se limitaba a usar el piano de cola que había en la biblioteca de la casa o el piano que había en el viñedo. No solía componer sus canciones desde su primer EP debido a la falta de inspiración y al hecho de que la discográfica contratara a compositores para ello. Él solo se limitaba a hacer pequeñas correcciones en las letras.

Mientras veía videos sobre su breve visita a Inazuma, recibió los mensajes de Xiao, quien le preguntaba si estaba bien. No podía mentirse a sí mismo, estaba avergonzado. No solo por encontrarse en una situación poco favorecedora, sino también por las cosas que le había pedido a Xiao que le dijera y por las respuestas que el menor le había dado.

Sin embargo, recordaba esos momentos y no podía evitar sentirse apreciado. Deseaba escucharlo de nuevo, algo que nunca había experimentado antes. Aunque sus recuerdos visuales estuvieran distorsionados por el alcohol, las palabras de Xiao resonaban en su mente como melodías simples pero repetitivas, torturándolo dulcemente.

"Hola", escribió. Si había algo que debía admitir, era que Xiao era demasiado atento. Prácticamente le había enviado mensajes cada hora desde que amaneció en Liyue, y Venti lo sabía porque Xiao se lo había mencionado explícitamente.

Un par de horas pasaron sin respuesta, y Venti decidió poner su ropa sucia en el lavado y comenzar a empacar nuevas prendas para al menos un mes completo. Su armario de uso diario estaba compuesto principalmente por jeans, especialmente shorts en colores azul y negro, camisas holgadas y algunos sacos de colores llamativos. Por otro lado, en el "armario de Persona Famosa", como Bárbara lo había apodado, predominaban los trajes blancos, pantalones negros de vestir y camisas blancas, junto con prendas que se mantenían dentro de la gama acromática, incluyendo la ropa que usaba para viajar o para ocasiones más informales.

Sin embargo, Venti tenía una obsesión que compartía en ambos estilos de vestir: los sombreros. Le encantaba coleccionar sombreros ridículos, especialmente los de estilo de cubeta. Sentía una especie de obligación de comprarlos cuando se topaba con alguno.

Después de cerrar con dificultad su maleta, Venti echó un último vistazo a su habitación para asegurarse de no olvidar nada. Lo único fuera de lugar era una libreta negra con su nombre grabado en ella.

La tomó como si fuera algo podrido y la arrojó al cesto de basura. Era mejor así; algún día tendría que dejarlo ir y esperaba que ese día llegara pronto.

Sentado en la cama, Venti contemplaba el cuadro de mariposas mientras su estómago gruñía de hambre. Sin embargo, su mente aún estaba pendiente de la respuesta de Xiao, que aún no llegaba.

"¿Qué flores te gustan?", escribió Venti antes de guardar su teléfono y bajar a comer.


Baladas en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora