III: Renacer Melódico

15 3 0
                                    


Cuando el verano llegó a su fin, Bárbara solía merodear la cabaña la mayor parte del tiempo. Llevaba dulces, comida, revistas y libros a Venti, quien nunca la atendía. Sin embargo, él siempre le dejaba notas agradeciéndole todo lo que le llevaba.

Una tormenta de otoño se desató cuando el mayordomo que lo apoyaba le informó sobre una visita importante que estaba por llegar. Venti se negó diciendo que la dejara pasar por la tormenta. Sin embargo, no esperaba que lo incordiaran tan abruptamente como la "loca" que entró, como le advirtieron los empleados.

—Ven, eres un grosero por no tener las agallas de venir a saludarme en persona, después de todo lo que yo he hecho por ti, por Jean y por Bárbara —exclamó una mujer alta y voluptuosa, de cabello castaño, mientras abría violentamente las ventanas y encendía las luces de la habitación.

Después buscar donde sentarse, continuó gritándole acerca de los dramas que Venti había causado en los últimos meses.

"—....y llego a Mondstadt emocionada, con regalos para absolutamente todos, solo para encontrarme con que el príncipe Venti, primero de Mondstadt, se ha retirado al encierro en un intento cobarde de arreglar su vida."

La joven arrojó una almohada sobre la cama de Venti, justo cuando un relámpago iluminó la habitación, interrumpiendo el suministro eléctrico.

—Cálmate, Scrooge de la vida cotidiana—dijo la joven, sentándose en el rodapié de la habitación mientras encendía un cigarrillo para fumar.

—Yo también te extrañé, Lisa. ¿Puedes fumar fuera? —Venti se levantó de la cama para darle un abrazo a su invitada y acompañarla fuera.

—Hace un clima terrible. Vine hasta aquí porque Bárbara me dijo que no la has recibido. ¿Cómo puedes hacerle eso a tu propia hermanita? Estás demente, cariño. Ya conozco todo el chisme, y "señorito Venti" —resaltó esto último con sarcasmo—. La solución a tus problemas no es alejarte.

—Si viniste hasta acá para eso... —Ella lo interrumpió tras una bocanada de humo.

—No, Ven. Te recuerdo que esta es mi casa de descanso, cariño. Así que seremos roomies, tú y yo hablaremos mañana, porque ahora mismo necesito un baño hirviendo—. Y así de impredecible como llegó, así mismo se fue del lugar indicándole al personal dónde dejar sus maletas, aunque tampoco era muy difícil ya que la cabaña tenía solo cuatro habitaciones. 

Lisa siempre se sentía como en casa en cualquiera de sus propiedades. Después de todo, decir que eran como familia era poco. En realidad, ambas eran primas terceras. Sin embargo, los familiares no eran unidos, a excepción de ellas. Lisa había sido una leona guardiana con Jean desde muy pequeña. Se llevan apenas 3 años de diferencia y, por circunstancias de la vida, en un baile de debutantes se habían conocido y vuelto inseparables. Cuando la tragedia llegó a la familia Gunnhildr, ella estuvo ahí. Aunque Jean sí la alejó mucho de su vida, hasta que llegó Venti y volvió a ser un poco más abierta con ella de sus problemas.

Lisa, siempre fue hábil para evitar los reflectores, es hija del Primer Ministro del parlamento de Mondstadt. Su singular belleza, acentuada por la cascada de cabellos castaños que caen en suaves ondas, la convierte en una figura atractiva y enigmática. Sus ojos verdes, resplandeciendo con destellos dorados, parecen custodiar conocimientos ancestrales adquiridos durante sus numerosos viajes. Envuelta en atuendos que combinan armoniosamente tonos morados y dorados, su presencia destaca con una mezcla cautivadora de serenidad e intriga. A pesar de su atractivo, Lisa prefiere mantenerse en las sombras, lejos de la atención pública.

—Buenos días, Ven —saludó de manera coqueta, como era su costumbre, mientras bebía un té de manzanilla y, como siempre, fumaba. Era algo que Jean siempre le reprendía—. Te ves terrible, mi niño.

Baladas en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora