Entre Rosas y Despedidas

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La mañana siguiente fue como un cuadro perfecto de felicidad. No hizo falta endulzar los tés y cafés que se sirvieron en el desayuno, mientras las flores alrededor de la residencia lucían en todo su esplendor bajo el cálido sol de verano. Las mariposas revoloteaban por el patio y las uvas parecían más jugosas que nunca, como si todo el amor del mundo hubiera infundido vida en cada fruto.

Bárbara observaba con asombro a su hermano mayor, irradiando felicidad junto a su nuevo novio. Era un espectáculo inusual para ella; nunca antes había presenciado a Jean de esa manera.

Jean, por su parte, no podía evitar echar miradas furtivas al chico que, a pesar de su timidez, trataba a Venti con una delicadeza y dulzura que resultaba abrumadora. Trataba de no mirarlo directamente, agradeciendo en silencio que Diluc no estuviera presente, ya que el amor juvenil le traía recuerdos de un pasado distante.

—Cariño, ¿quieres más té? —preguntó Venti, a lo que el de cabello verde asintió.

Jean y Bárbara terminaron de desayunar en silencio, respetando la burbuja rosa en la que se encontraban los enamorados.

Fresas, cerezas y un beso de ángel, así es como se componía su vino de verano.

Recorrieron la ciudad juntos, tomados de la mano como si sus vidas dependieran de ese contacto. Venti compró varios recuerdos del viñedo para que Xiao pudiera llevarlos a su familia.

Disfrutaron de helado en la plaza, se bañaron en la costa después de comer y se entregaron a besos, abrazos y palabras cursis propias de adolescentes enamorados.

"Te adoro, te amo, te necesito, mi amor, mi vida, mi corazón, mi sol, no puedo vivir sin ti".

Xiao acariciaba los mechones que caían sobre la frente de Venti mientras este se sumergía en un sueño tranquilo tras una tarde llena de romance.

"Mis ojos se sienten pesados y mis labios ya no pueden hablar, He intentado levantarme, pero no encuentro mis pies".

—¿No puedes quedarte un poco más? —preguntó Xiao con esperanza, aferrándose a la esperanza de que su separación fuera lo más breve posible.

—No lo sé, tengo que preparar el próximo espectáculo. Probablemente regrese a Mondstadt en unos días —contestó Venti, con una pizca de desánimo en su voz.

Xiao tomó las manos de su novio con cariño, apretándolas ligeramente para sentirlo más cerca.

—¿Podrías venir de visita algún día? —Venti asintió y le dio un beso en la frente.

—Haré todo lo posible. Tengo que revisar mi agenda con Jean, pero sí, me escaparé en cuanto pueda —Xiao sonrió al escuchar esas palabras.

El timbre del teléfono de Xiao rompió su burbuja de felicidad. Era su padrastro, anunciando que estaba por llegar para que tuvieran tiempo suficiente de despedirse. El brillo en los ojos de Venti poco a poco se desvaneció, pero se esforzó en mantener una sonrisa convincente para que Xiao no se preocupara.

Ambos caminaron hacia las afueras del viñedo, tomados de la mano mientras admiraban los colores naranjas que se anunciaban en el cielo antes de la puesta de sol.

Xiao abrazó a Venti por la cintura y este apoyó su cabeza en su hombro. Permanecieron así hasta que las luces de un automóvil se acercaron, marcando la partida del menor.

—Te escribiré cuando llegue a casa. Cuídate —dijo Xiao, tomando el rostro de Venti entre sus manos y dándole un beso en los labios. Venti, incapaz de contenerse, profundizó el beso en un intento desesperado de retenerlo.

Cuando finalmente se separaron por falta de aire, Xiao se despidió con un gesto de la mano.

Venti observó cómo el vehículo se alejaba, resistiendo las ganas de llorar pero sintiéndose extraño por dentro, se estaban llevando su nuevo motivo de vivir y le dolía el pecho porque se enfrentaria con la agria soledad de nuevo.

Baladas en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora