Capítulo 33

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-¿Está bien si las dejo solas?-Preguntó la señora Caan con seriedad, Adriana y Alfhild estaban en la sala del hogar de la familia

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-¿Está bien si las dejo solas?-Preguntó la señora Caan con seriedad, Adriana y Alfhild estaban en la sala del hogar de la familia.

 -Por supuesto señora Caan, si Adriana se porta mal puedo llamarla-Dijo Alfhild divertida-Nosotras cuidaremos su casa.

 -¡Compra chocolate si puedes!-Exclamó Adriana poniendo un mechón detrás de su oreja.

 -Ya puedes decirme por qué me invitaste a tu casa.

 La castaña se sorprendió cuando Adriana le pidió que cerrara los ojos pero inmediatamente le hizo caso, escuchó a la rubia abriendo la heladera y sacando algo pesado, cuando escuchó la orden de que abriera los ojos frente a ella había un pastel en forma de corazón de color rojo escrito con salsa de chocolate "Lo siento", ella sabía que su mejor amiga no era muy buena pidiendo disculpas pero también sabía que era muy mala pastelera así que quedó encantada cuando ella le explicó que lo hizo durante el fin de semana pensando que le haría feliz y era cierto notando que estaba muy alegre porque la sonrisa se le notaba genuina en el rostro, no podía estar demasiado tiempo enojada con Adriana, Alfhild fue hacia su amiga a abrazarla con unas pequeñas lágrimas mientras que la chica reía susurrando lo sentimental que se ponía.

 Los sentimientos de Alfhild estaban hechos un desastre esos últimos días, ella solo quería empezar las clases en la universidad para distraerse con algo porque parecía que cada vez que pensaba en sus errores se hundía muchísimo más en su miseria como si un dios la estuviera castigando por maldades inexistentes que haya cometido, ella solo procedía a llamarse a sí misma una maldición, a llamar a toda su raza una maldición, tenía el deseo de sentir amor pero todo lo que era ese sentimiento le dejaba un sabor amargo en la lengua, como si hubiera tomado demasiado y a la mañana siguiente tuviera la peor resaca, así sentía que funcionaba su cerebro porque nada parecía normal.

 Alfhild clavó su cuchara en el borde del pastel llevándose un bocado a su boca sorprendida porque le había salido bien, la rubia le había notificado que estaba practicando pero ambas pasaron la tarde comiendo ese pastel que estaba relleno con frutillas y varios frutos rojos, agradecía de tener una amiga adentrándose a la creación de postres y ya había perdonado las cosas que Adriana le había dicho, sabía que la rubia podía llegar a ser muy directa e insensible pero eran mejores amigas y siempre estarían juntas, mientras veían la televisión y Alfhild miraba de reojo a la joven Caan enojándose consigo misma porque pudo notar una mirada de preocupación, quiso ignorarla pero le preocupaba que la mirara de esa forma.


 El joven tenía la extraña costumbre de pasear por el cementerio de madrugada, Malcom tenía extraños hábitos desde su adolescencia a los que recurría para escapar de los lugares donde no se sentía cómodo, amaba la madrugada porque la ciudad estaba callada porque odiaba los sonidos fuertes, había invitado a alguien que lo acompañara a su extraño lugar de encuentro pero no tenía ni idea si se iba a presentar, era demasiado extraño recibir un mensaje a la una de la mañana para pasear por el cementerio, él había saltado la reja como si se tratara de algo de todos los días, vio al muchacho al otro lado fumando un cigarrillo a la mitad.

Ella (Grises #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora