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Un mes, ya tenía un mes trabajando en la cafetería, en este tiempo habían pasado cosas en su trabajo, así como fuera de este. En el trabajo había cambiado de puesto varias veces, su primer día fue agotador, sobre todo en la mañana, a primeras horas el establecimiento era muy concurrido por trabajadores que acaparaban el café, la gran mayoría siempre lo pedían negro, para despertar enseguida y durar en el trabajo.

Ese primer día Zemo no sabía muy bien cuál sería su puesto, aun no estaba listo para ser el que levantara las ordenes, tal como lo hacía una de sus compañeras, ni tampoco estar en la caja registradora, no podía manejar dinero, aun no, además de que quien lo operaba era Pietro, el hermano de Wanda y mucho menos estar en la cocina, no era correcto interrumpir el orden que llevaba Wanda en la cocina junto con otras dos chicas, lugar donde se la pasaban toda la mañana y pocas horas en la tarde, así que el solo se limitó a repartir las ordenes que salían de la cocina.

La primera semana se limitó en las mañanas a solo repartir, ya en las tardes tomaba el papel de mesero. La segunda semana siguió igual, solo que tuvo que modificar su léxico, las personas lo veían un poco raro, en el buen sentido, de que les parecía raro que un hombre hablara de esa forma y trabajara en un lugar tan sencillo como esa cafetería, además de que otros pocos no lograban entender lo que en ocasiones decía, así que poco a poco fue cambiando palabras.

A mediados de la tercera semana, su puesto cambio. Una tarde Wanda se sentía enferma, además de que se le notaba en el semblante, ella estaba en la cocina preparando los postres que faltaban, así como aquellos que se guardarían para la mañana siguiente, Zemo la noto cuando entro por un pedido, observo que estaba pálida, sin mucha fuerza, se preocupó, enseguida le pidió a otra compañera si podía atender el pedido que él debía entregar, cosa que acepto sin problema, Zemo pertenecía a esa pequeña parte de la población de la cual es difícil negársele algo.

–Wanda deja eso, deberías descansar ­– le hablo Zemo acercándosele.

–No, no, tengo que hacer esto, además, me siento bien.

–Claro que no Wanda, no te ves muy bien. – Zemo pone una mano en el brazo de ella, enseguida con el contacto nota su piel caliente. ­– Wanda... pero ¿qué? – con cuidado le da media vuelta hasta posicionarla frente a él, eleva su mano y toca la frente de ella. – Estas hirviendo, vámonos, no puedes estar aquí.

Alarmado la acomoda a su lado, pasando un brazo por el costado de ella para guiarla a la salida, pero ella se lo pone difícil, comienza a moverse para que no se la lleve.

–No Zemo, necesito terminar.

–No... vamos afuera, te llevare con Pietro. – Wanda vuelve a removerse en su lugar. – Esta bien, está bien, ¿Qué es lo que ibas a preparar? Yo lo puedo hacer, solo dime que es y lo hago.

–¿Enserio podrías hacerlo? – pregunta dudosa.

–Claro que sí, soy bueno en la repostería. – afirma.

–No se... iba a hacer pastelillos entre otras cosas.

–Mira, ¿Qué tal si me permites preparar postres que yo sepa? Además de que son los típicos de Sokovia, seria sensacional para la venta.

Wanda lo observa un poco dudosa, no cree que Zemo sea un estuche de monerías, pero, a decir verdad, este tiempo trabajando la ha sorprendido, así que no sería mal dejarlo en la cocina para que le ayude.

–Está bien, puedes preparar todo lo que sepas, con la condición de que nos des a probar.

–Te prometo que te van a encantar.

Ambos ríen.

Se deja llevar por Zemo hacia donde Pietro, el cual se preocupa enseguida por ella al verla, él le repite que se ve enferma. Dejan a cargo algunos puestos y rápidamente salen los hermanos por las puertas del establecimiento.

Fuego  (WinterBarón)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora