Capítulo 21

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Lucas Brown


Hace dos meses atrás estaba de novio, en una relación de dos años que a pesar de sus discusiones y peleas creía que nos queríamos, que podía volver a enamorarme de Jazmín como la primera vez. Pero eso no pasó, solo se volvio cansador y tóxico, los celos eran agobiantes y la infidelidad por ella me hizo tomar la decisión de no forzar lo que ya no va.

Me sentí traicionado, si, pero las cosas ya no eran como antes, así que no había nada por lo que luchar.

Luego de separarme, me sentí liberado al ya no tener que sentirme como un imbécil cuando la miraba encantado, cuándo fantaseaba con besarla y probar cada rincón de su cuerpo. Esa fiesta me hizo realidad lo que tanto soñé, sus labios suaves encajando perfectamente con los míos y sus manos en mi piel logrando que todo dentro de mí ardiera.

Kay, ella es la única mujer que logra desestabilizarme y estabilizarme con una simple mirada de sus ojos verdes brillantes.

Sacudo la cabeza cuando atrapó el balón, lo miro entre mis manos a la vez que sigo pensando.

— Lucasito, lanzalo de una vez! — el grito de Ian me hace alzar la vista hacia él que está vario metros lejos de mi.

Agarro firmé el balón con una mano, tomando impulso dando un paso hacia atrás lo lanzó hacia él que empieza a correr hasta que logra atraparlo y me lo vuelve a lanzar.

Ian me invitó a practicar en el campo del club, ya que se encuentra nervioso por los próximos partidos, no lo dijo pero lo noto. Acepte por él y porque desde el accidente no practicaba, a pesar de ir a fisioterapia decidí dejar el equipo y centrarme en la universidad.

Después de varios pases, correr por el campo y taclearnos cómo dos gorilas, nos dejamos caer en el césped sudados y cansados.

— En que pensabas hoy que estabas tan distraído? — era obvio que iba a preguntar, se pone de lado sosteniendo su cabeza con la palma de su mano.

Bufó, mirandolo de reojo.

— Eres un chismoso.

Él ríe pasando una mano por cabello rubio mojado por el sudor.

— Claro que lo soy. En este grupo el único que no es chismoso eres tú.

— Porque no tengo alma de anciana chismosa, ustedes sí.

Me siento en el césped flexionando las piernas y apoyando mis brazos en mis rodillas.

— Obvio. — sonrió ampliamente pero sus ojos impacientes, anciosos por saber siguen viéndome. — Venga. Cuentale al tío Ian en que pensabas.

— No.

— Guardarse las cosas hace mal, sabías no? Uno nunca sabe cuándo puede explotar. — pone una mano en su pecho. — Habla con tu amigo Ian, siempre te escucharé.

Arqueo una ceja.

— No que eras el tío Ian?

Toma uns ramita y me la tira al pecho.

— Solo habla! — exclama.

Me quedo en silencio con una mueca indecisa en mi rostro.

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