Capítulo 27

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Kay

Ser una persona madura conlleva enfrentar las consecuencias de tus decisiones. Ser adulto no es cuestión de edad, sino de como afrontamos y vemos las cosas.

En mi primera relación amorosa, fui ciega y me negué a ver qué él chico del que estaba enamorada fue el que me metió en un ciclo vicioso de desprecio hacia mi cuerpo. Luego, la muerte de mis padres, me encerré, me consumí pero lo calle y no busque con quién desahogarme. Y ahora calle mis sentimientos hacia mi mejor amigo por miedo a perderlo, perder su amistad.

En estos meses y semanas fui una inmadura que se aisló, perdió el control de su vida y terminó con lo que más quería. Pero eso cambiará, dejaré mis miedos atrás, dónde pertenecen.

Así que entró a la oficina de la directora de la academia donde la veo a ella y a su nieto, uno al lado del otro en el otro extremo del escritorio. Los saludo con un apretón de mano y la reunión empieza.

— Kay, primero que nada de mi parte te ofrezco una disculpa por mi nieto y sus acciones de idiota. — habla con voz molesta y apenada, Sebastián asiente. — Jamás creí que esto pasaría, sea un simple beso o no, tu consentimiento no estaba dado y te aplaudo por haberlo agarrado de las orejas en mi lugar. Pero más que nada, entiendo tu decisión de dejar la academia.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho mientras me siento en la silla frente a ambos.

— La verdad siendo molestia al saber que mi rechazó directo no fue válido para tus oídos, Sebastián. — me dirijo a él de manera directa. — No vine por tus disculpas, ya las dijiste y decido creer que son sinceras.

— Lo son, Harrison. Jamás en mi vida hice algo así y me siento muy decepcionado de mí comportamiento. — habla con sinceridad en su tono.

Su abuela lo mira severa pero se que también le cree.

— Lo entiendo por eso mismo. — asiento y miro a Miranda, la directora. — Y no me voy por lo sucedido, al principio sí pero ahora no, lo haré por mi bien mismo. Tengo muchas cosas de que hacerme cargo y que en un equipo cuento conmigo es una responsabilidad que hoy ya no puedo cargar, además que estaré fuera del país por un tiempo.

Miranda suspira de manera sonora pero asiente.

— Lo entiendo Kay, así como una vez te pedí que vuelvas, está vez te pido que seas feliz dónde sea que vayas o hagas pero nunca dejes de bailar, te hace brillar de una manera mágica. — murmura con algo de incomodidad, ya que no es de soltar palabras tan profundas.

Una calidez siento ante sus palabras y las agradezco de todo corazón.

Los tres nos levantamos de nuestros lugar, Sebastián se retira con un último lo siento y un apretón de manos.

— Gracias por las palabras, y por dejarme volver cuando me encontraba perdida en las dos veces que estuve así. — le sonrió al estar solas. — Está academia siempre será como mi segunda casa, mi segunda famila.

Se acerca a mí deslizando su vestido negro que roza el suelo, me rodea con sus brazos tomándome por sorpresa pero correspondo y en segundos ella se separa.

— Te deseo lo mejor, Kay.

— Igualmente, directora. — nos sonreímos.

Salgo de la oficina, y doy un último vistazo a mi salón donde los demás están practicando y alzo mi mano a modo de despedida al ver a las chicas, ellas me lanzan un beso y siguen bailando.

Al estar por completo afuera, miro una vez más y sonrió ante un recuerdo.

Mi papá y mi mamá estaban a mi lado viendo el cartel de la academia frente a nosotros.

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