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Deborah

Las puertas de la habitación se abrieron.

Maldita sea.

—Deb, esto es para ti.
—¿Qué es eso? —Estiré la mano hacia Monique, mi madre, y me entregó aquel sobre blanco que marcaría el futuro de mi verano.
—De la universidad de San Diego.
—Han respondido rápido.
—Eras una de las mejores candidatas para esto. Tenían que aceptarte.

Asentí energéticamente. Yo sabía que me escogerían.

Me había inscrito en una campaña para pasar el verano completo en la Universidad de California en San Diego. Era solamente un programa para conocer el campus y las instalaciones, pero para mí era mucho más que eso.

Quería largarme de Florida durante un tiempo y no ver a mi familia, y mucho menos a mi padre.
De todos modos casi no mantenía el contacto con él. Salía de viaje cada mes y volvía al menos tres días para después volver a irse.

Mamá estaba ya tan harta de eso que mejor se consiguió un amante.

Ni mi padre lo sabía, ni ella estaba al tanto de que yo sí. Y lo conocía, que era lo peor.

Era uno de mis profesores en la escuela. Ugh.

—Gracias. Voy a empezar a empacar.
—Tu vuelo sale mañana por la noche.
—¿Has comprado el boleto ya?
—Sí. Suponía que iba a llegarte esta carta.

La miré de reojo y se mordió el labio.

No. Ella lo sabía por dos razones:

1. O mi maestro (su amante) tenía algo que ver con esto
2. O él mismo le había informado que me habían aceptado

Quería creerme la segunda.

Ella cerró la puerta antes de que yo empezara a cuestionarla.

Bueno, la entendía.

Dejaría las maletas para más tarde. Necesitaba todavía otra razón para irme de ahí.

Enzo

Esos idiotas no tenían ni idea de lo que les esperaba aquí.
Sí, se veían todavía muy pequeños. Eran de primer grado, supongo.

La inocencia todavía se les veía en la cara.
Le di un codazo a Gerard en el abdomen.

-No puedo creer que tengamos que ser guías de estos imbéciles.
-Relájate. Mañana llegan más.
-Espero que haya chicas buenas.

Con buenas no nos referíamos a su forma de ser. ¡Necesitábamos unas cuantas zorras en el grupo para guiar!
El verano cada vez parecía más y más aburrido.

Definitivamente sería largo.

—Bueno, iremos por este lado para enseñarles las aulas de química y física. Les encantará.

El entusiasmo en mi voz era completamente falso, pero tenía que hacerlo si quería seguir en el equipo de fútbol.
Era mi única oportunidad para continuar. Casi era la única razón por la cual seguía estudiando, pero tampoco podía dejar la escuela.

Dejé que los nuevos siguieran a mis compañeros y yo me quedé atrás mirándole el trasero a algunas chicas que iban pasando por ahí.

Sí... Nada bueno, como ya lo había dicho. ¿Dónde habían dejado la carne?

Deborah

—¿Vas a dejarme aquí sola?
—Lo siento, Nina. Es la única oportunidad que tengo para poder terminar la preparatoria.
—Pero... ¿tan lejos?

Miré a mi pequeña hermana sentada al borde de su cama. Sostenía su muñeca favorita en la mano derecha mientras me veía con curiosidad.

—Sí, sólo un poco lejos.
—Estarás del otro lado del país.
—Perdóname, Nina.

Solamente a ella le pedía perdón por algo tan banal. Sabía que no la podía dejar sola porque mi madre nunca estaba en la casa, y ya mencioné el caso de mi padre.

Hubiera deseado llevarla conmigo, pero si iba a hacer de las mías en California prefería que no se enterara.

—Te perdono. Pero, por favor, cuando tengas que ir a la universidad, no vayas hasta allá.

No le iba a prometer nada. ¿Qué tal si terminaba gustándome?

No, imposible. No suelo engancharme tan rápido con algo.

-Te veré pronto.

Esas fueron las últimas palabras que le dije antes de salir de su habitación.

Me estaba esperando un taxi que me llevaría al aeropuerto.
Eran las ocho de la mañana y el vuelo duraría más de cuatro horas.

Enzo

Segundo día de ser guías y estábamos muertos. Ni siquiera había algo que nos impulsara a levantarnos esa mañana, pero no teníamos otra opción.

Era eso, o despedirnos del equipo para el segundo año.

—No voy a perder la maldita beca por ustedes, idiotas—dijo Milo, poniéndose de pie con un salto y se puso los pantalones.

Maldito cerdo.

—¿No piensas darte una ducha, al menos?
—Por Dios, no.
—Eres un asco.

Pero yo sí me levanté para entrar a la ducha y al menos despejarme un poco, e intenté olvidarme de que tenía otro día que afrontar.

Después de mí fue Gerard, y por último, Sam.
A pesar de que eran unos completos estúpidos, eran casi mis hermanos y sin ellos no hubiera sobrevivido ni el primer día de universidad.

Deborah

Llegué al campus, aproximadamente a las cuatro de la tarde.
Estaba exhausta y ese día todavía no terminaba. Faltaba un recorrido de "bienvenida" y después me darían la llave de mi habitación.

Sólo esperaba no tener que compartirla con una niña parlanchina adicta a las compras y a hablar de chicos. Como si no supiera suficiente de ellos ya.

Me acomodé en la parte trasera del grupo de personas que también estarían ahí todo el verano. La mayoría eran de mi edad, pero mucho más... enfocados, que yo.

Yo nada más tenía un propósito, y era terminar el verano allí para poder entrar a la universidad que yo quería.
Y esa era Harvard. Sí, ya sé. Una tontería, pero era mi sueño en su momento.

Ya tendrán tiempo para conocerme después.


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