d i e c i n u e v e

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Enzo

—¿Qué fue lo que pasó exactamente?

Deborah había llegado una media hora después de haber sido golpeado por Sam.

Ella se ocupó de conseguir un botiquín y empezó a cuidarme las heridas con desinfectante y algodones.

—Sam. Eso fue lo que pasó.

—De eso me di cuenta. Wine está cuidándolo ahora mismo...—Por supuesto que sí. Ella no perdería la oportunidad de meterse con el rubio—. ¿Me dirás qué sucedió?

—Él vino como un loco a reclamarme... Está enojado porque le dijiste que no, Deb. Es un idiota y siempre lo será. Está celoso.

—Nunca quise que esto pasara.

Se escuchó realmente arrepentida. Mis fuerzas no me permitían tocarle la cara, acariciarla y decirle que estaba bien.

A mí me gustaba, de cualquier modo, esa situación. Tenía a Deborah para mí y lo disfrutaba.

—No importa. Yo también pude darle una paliza.

—También me di cuenta—soltó una risita y se acomodó en la cama para tener un mejor acceso a mi rostro amoratado. Comenzaba a sentir que el ojo se me cerraba sin mi consentimiento—. Deberías descansar.

—Lo haré... ¿Dónde estabas?

—¿A qué te refieres? —La vi enarcando sus cejas y dejó la almohadilla de algodón a un lado—. No tengo por qué darte explicaciones de mi vida.

—No pido que lo hagas, sólo pregunté.

—Estaba hablando con Milo—se encogió de hombros y volvió a su trabajo de enfermera. Mi mente empezó a trabajar en una nueva fantasía con ella.

Deborah

Minutos antes.

—¿Qué te pasó en la cara? —Le pregunté a Sam a medida que se acercaba lentamente a mí. Milo y yo íbamos de camino a su edificio, y de ahí yo me iría al mío.

—Fui a golpear a tu novio—replicó con desdén. En vez de sentir pena por él, me enfurecí por su comentario—. Valió la pena. Le rompí la cara a ese...—se retorció de pronto cuando se tocó la ceja abierta — imbécil. 

—Ambos son imbéciles. Son amigos... Se supone—interfirió Milo, quien lo miraba con los brazos cruzados y sin entender nada—. Mira quién viene ahí.

Una morena despampanante apareció en mi campo de visión. Utilizaba un short tan corto que podía ver el elástico de su ropa interior —si es que estaba utilizando—y en la parte de arriba llevaba una sudadera algo suelta. Al menos armonizaba su atuendo tan extraño.

—¿Sam...?—Pareció alterarse al ver la cara del rubio. Contuve un bufido y solamente miré a Milo —. ¿Estás bien?

—¿Me veo bien? —Cuestionó con ironía. No dejaba de verme y me incomodé—. Enzo y yo nos peleamos. Es todo.

—Una pelea de gatas, ya veo—murmuró Milo y se rio.

—Tengo que ir a verlo.

—Me ocuparé de Sam—susurró Wine, acercándose por completo a él y rodeándole la cara con delicadeza. Casi olvidé que era una zorra.

—Perdona, Milo—me disculpé antes de salir corriendo hacia mi habitación. Con un poco de suerte, Enzo seguiría ahí.

—No hay problema—le escuché decir. Ya estaba demasiado lejos como para responder.

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