Enzo
—¿Ya viste a esa de allá?—Me preguntó Gerard discretamente sobre el hombro-. Está buena.
—Siempre y cuando me dejes a la del fondo no tendremos ningún problema—le sonreí—. Hablo en serio, idiota.
—Entiendo.Le miró de reojo para después volver a verme a mí. Asintió con la cabeza, dándome el consentimiento de quedarme con ella.
Como fuera que se llamara.Llevaba el cabello corto, un poco debajo de las orejas, de un color rosa pastel que estaba volviéndome loco. Además, tenía un cuerpo de ensueño, y se veía todavía mejor con la ropa ajustada que llevaba encima.
Y, definitivamente, ese no era su color de cabello natural. Tal vez un rubio, ya que su tez era muy clara.No podía dejar de mirarla, y tampoco podía dejar de imaginarla entre mis sábanas. Ninguna podía resistirse a mí, pero ella parecía difícil.
Me gustaba.Empezamos el recorrido a las cinco de la tarde, cuando el sol estaba poniéndose y empezaba a hacer más viento del común.
Conforme avanzamos por los jardines del campus, me dediqué a mirarla todavía más.
Ella parecía no darse cuenta, o simplemente estaba demasiado acostumbrada a que le admiraran su belleza.No pude concentrarme ni un sólo segundo, y fue por eso que Sam tomó mi lugar como líder del recorrido.
Deborah
¿Qué se creía ese idiota? No podía quitarme la mirada de encima y estaba comenzando a hartarme, de verdad.
Quería alejarme del grupo e irme a mi habitación, pero todavía no nos asignaban ninguna así que tenía que resistir a que el recorrido terminara.—Quiero largarme ya—gruñó una chica morena delante de mí, cruzándose de brazos y echando la cabeza hacia atrás—. ¿Alguien tiene un cigarrillo?
—Yo—respondí sin pensarlo. Ella se giró para escanearme desde los pies hasta la raíz de mi cabello rosa.
—Gracias. Soy Wine—se presentó, un poco engreída para mi gusto.
—¿Wine? ¿Vino, en inglés?
—Algo así. Es una parte de mi nombre real, pero es una porquería—se rió mientras yo encendía su cigarrillo.
—Ni hablemos del mío. Soy Deborah.
—¿Deb?
—Para mis amigos—rodé los ojos, y me di cuenta de que nos habíamos alejado del grupo de los nuevos—. Tal vez podrías llamarme así.
—Sería buena idea. Larguémonos de aquí.Wine y yo retrocedimos discretamente hasta que estuvimos lo suficientemente lejos de todos los demás. Ambas suspiramos cuando logramos escabullirnos detrás de unos arbustos.
Nos sentamos ahí y la miré fumar. También tenía ganas, así que saqué uno y me lo puse entre los labios para encenderlo.A la primera calada me di cuenta de lo mucho que necesitaba fumar un rato.
—Y dime, Deborah, ¿de dónde vienes?
—Florida.
—Woah, del otro lado del país.
—¿De dónde vienes tú?
—Nuevo México—se encogió de hombros—. Tal parece que soy una prodigio que quería estar fuera de su lugar natal por un tiempo.
—Te entiendo completamente.
—Sí, bueno, ojalá fuera así—sonrió, pretenciosa—. ¿Has visto al bombón que tenemos como guía?
—¿Al rubio bonito de labios hinchados?
—No, aunque igual me lo daría, ¿qué dices?
—Ew, no.
—Me refiero al alto, medio moreno.Ah, el que parecía que su vida dependía de mi presencia.
—Tal vez lo haya visto un poco. Nada nuevo, supongo.
—Eres selectiva con eso de los chicos, eh—terminó el cigarrillo, lo dejó en el césped y lo pisó—. ¿O no?
—Nada de aquí me impresiona, y mucho menos un bad boy al que estás acostumbrada.—No sé qué clase de virgen me crees.
Nos reímos al mismo tiempo.
Si ella era virgen, entonces yo era una completa santa, persignada y bautizada con agua bendita.—Sólo soy el cliché de todas las novelas románticas.
—Bueno, tenemos algo en común—susurré.
—¿También tú?
—Siempre hay un chico malo, una chica buena y una mala en el medio. Afortunadamente no siempre la buena consigue lo que quiere.
—Pero tampoco la mala.
—Eso es más complicado. No creo en cuentos de hadas.Ella sonrió de lado y apoyó sus manos en el césped recién cortado.
Después de darle la última calada al cigarrillo, hice lo mismo que ella y lo apagué con mi zapato.Enzo
Mierda.
Se había escapado y no me había dado cuenta hasta demasiado tarde, cuando ya estábamos pasando por las aulas más importantes del segundo piso.—Carajo, Enzo. Ha sido mi culpa.
—No. Yo sabía que algo así iba a pasar. Podía verlo en su cara.
—No seas absurdo-se burló Sam.
—Y no se ha ido sola—dijo Gerard—. Wine estaba con ella.
—¿Qué hacía Wine aquí?
—Tal vez estaba aburrida, ya sabes. Necesitaba un poco de Enzo en su día.Negué con la cabeza. Wine no era ninguna buena influencia, pero tampoco parecía que la otra lo era.
La llamo "la otra" porque no tenía ni una maldita idea de cuál era su nombre. Los registros no los tenía yo.—Supongo que tengo que ir a buscarlas.
—Van a volver. Wine tiene que traerla de regreso.
—¿Y si no es así?—Conocía a esa zorra.
—No querrá quedarse con una niña, Enzo. Tranquilízate ya. Voy a llamarla.Sam se alejó de nosotros para marcar el número de Wine. Sabía que sería incómodo hablar con ella frente a mí.
Nuestra situación era algo complicada, como siempre.
Como con todas aquí.Deborah
—No voy a volver. Es aburrido—gruñó Wine a su teléfono. Supuse que era alguien encargado del recorrido—. Bien, sólo porque él lo ha pedido... Ya lo sé... Estaré ahí como en... siete minutos... Adiós.
Se lo guardó en el bolsillo del pantalón y se puso de pie con destreza.
—Tengo que irme, pero te regresaré con los demás.
—Déjame aquí. Me las arreglaré.
—Ni loca.
—No eres nueva, ¿cierto?También me levanté y me puse unos lentes de sol redondos. A pesar de que estaba oscureciendo, me gustaba usarlos.
—Soy de segundo año.
—Ah, vaya. ¿Qué estudias?
—Tercer semestre de pediatría.
—Genial. ¿Te gustan los niños?
—Mmm, los niños grandes—volvió a reírse y yo hice lo mismo—. Tengo que llevarte con los guías.Enzo
Las chicas aparecieron más rápido de lo que pensé.
La que estaba a lado de Wine era un poco más alta que ella. Su forma de caminar remarcaba sus pequeñas curvas y su cabello ondeaba cada vez que se movía, a pesar de que era corto.La chica sonrió de lado al vernos esperándola.
—Aquí tienen a la nueva.
—Gracias, Wine—agradeció Sam—. No vuelvas a hacerlo.Wine le susurró algo a la pelirrosa y ésta rió.
Después, se dio la vuelta para irse del campus. No tenía nada que hacer aquí a inicios del verano. Y nosotros tampoco, pero lo necesitábamos más que a nada.—¿Cómo te llamas?
—Deborah.
—Deborah, soy Enzo. Que no vuelva a pasar, o nos meterás en problemas a los tres.Señalé a mis amigos y ellos levantaron las manos como para saludarla, a lo que ella respondió con un asentimiento de cabeza y después me miró de reojo.
—¿Qué clase de nombre es Enzo?
—Origen germano: el príncipe de su tierra. Será mejor que te acostumbres.Chasqueó la lengua y rodó los ojos. Típico de las niñas caprichosas.
No podía ver su expresión de los ojos porque estaban cubiertos por esos patéticos lentes, que para mi mala suerte le quedaban de maravilla.—Ridículo. Y no creas que me impresionas, Enzo —dijo en tono despectivo—. El príncipe de su tierra no me moja las bragas ni un ápice.
Mis amigos se rieron y yo me quedé con la boca abierta de la impresión. No me esperaba esta reacción de la chica de nombre extraño, pero me daba completamente igual.
—Tu habitación es la doce—le dije, tendiéndole la llave—. La que, casualmente, también es la mía. Buena suerte.
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PERSPECTIVA
Teen Fiction«Siempre hay un chico malo, una chica buena y una mala en el medio. Afortunadamente no siempre la buena consigue lo que quiere.» hueleachxrros (ángela pjb) ©