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Deborah

Si pensaba que me afectaba estar con él en la misma habitación, se equivocaba. La verdad era que me daba completamente lo mismo.

Ni que nunca hubiera visto a un chico de cerca. O, mejor dicho: ni que nunca hubiera dormido con ninguno.

—Bien, gracias—le guiñé el ojo, intentando no parecer coqueta (lo cual fue un fracaso) puesto que todas las zorras de aquí lo hacen exactamente para coquetear.

—Te veré ahí.

—Como sea.

Giré sobre mis talones y, cuando estuve por dar el primer paso, la voz ridícula de Enzo me detuvo en seco.

—Eh, Deborah, es por acá.

Señaló hacia atrás de él y rodé los ojos.

—Lo sé. Es obvio que no quiero estar aquí todavía. ¿Podrías dejar de mandarme?

—Nope. No lo haré. Es mi trabajo, por lo tanto tú eres mi responsabilidad.

Solté una sonora carcajada y vi a los amigos de ese idiota riéndose.

Ninguno de ellos era tan feo. De hecho, podría meterme en los pantalones del chico de labios hinchados de la manera más sencilla.

—De ninguna forma soy tu responsabilidad—me acerqué los pocos pasos que teníamos de distancia hasta estar lo suficientemente cerca como para que nuestras respiraciones chocaran—. Puede que te funcione con las demás aquí, pero no conmigo, niño bonito.

—Mira, niña bonita—me imitó—, no voy a meterme en problemas por tu necedad. ¡Quédate aquí y hazme caso!

Me agarró el antebrazo y fui lo suficientemente astuta como para librarme de él de inmediato.


—Voy a quedarme aquí porque también metería en problemas a tus amigos.

—Sí, no te preocupes por nosotros—dijo uno castaño de ojos bonitos—. El único jodido aquí es él.

—¡No es verdad! —Interrumpió el rubio—. Soy Sam, por cierto —estiró su mano hacia mí, pero yo me presenté dándole un beso sonoro en la mejilla.

—Soy Deborah.

Al separarse, me di cuenta de que tenía la boca entreabierta y los ojos de la misma manera. Definitivamente no se esperaba que eso pasara, y tampoco yo.

Pero también me daba igual. Nada nuevo.

—Voy a la habitación.

—¡Espérame despierta!—Exclamó Enzo, divertido.

¿Por qué? ¡Se suponía que era para darle celos!

Seguí caminando sin hacerle caso y moviendo, casi exageradamente, mis caderas. Sentía la mirada de los cuatro sobre mí, así que sonreí para mí y me adentré en el edificio.

Enzo

Me quedé perplejo viéndola caminar hacia el interior de las habitaciones.

—Parece ser peor que Wine—escuché decir a Sam.

—No. Parece ser mucho mejor que ella—dijo Gerard.

Fue ahí que me di cuenta de que mis amigos estaban casi babeando por Deborah.

No era que tuviera nada de especial, o al menos pensaba eso.

Al verla en la parte trasera del grupo de nuevos, no esperaba que terminara siendo así. La primera impresión siempre es la más importante, así que cualquier cosa que hiciera después no me haría cambiar de opinión: ella no era una zorra.

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