Enzo
Abi se había adueñado de una de mis camisetas. Le cubría un poco más abajo del trasero y las mangas le quedaban casi hasta los codos.
Estaba escrutando entre mis libros y álbumes, que en realidad eran muy pocos, pero formaban parte de mis posesiones más preciadas.
No hablábamos de nada. De vez en cuando ella me dedicaba una sonrisa ladeada, jugueteando, y yo le correspondía. Pero estaba demasiado ocupado admirando cómo le quedaba mi ropa. A pesar de que no era muy alta, sus piernas eran perfectas y estaban bien torneadas. Ella jamás me mencionó nada sobre ir al gimnasio o hacer ejercicio, pero supuse que era algo que guardaba para ella.
Un mensaje de Milo detuvo mis pensamientos y tuve que dejar de observar a Abigail. Ella pareció darse cuenta, ya que, sin dejar de leer el libro, se sentó a mi lado en la cama y estiró sus piernas para colocarlas sobre mi regazo.
Sonreí para mí y abrí el texto.
»Deborah y nosotros en camino a tu habitación. ABORTA LA MISIÓN, IDIOTA.
Rodeé los ojos, pero no pude calmar los nervios que ya habían hecho aparición.
Rápidamente me levanté y comencé a vestirme.
—¿Qué sucede?—Preguntó la castaña.
—Tienes que irte ahora. Deborah y los chicos ya van a llegar.
—Dios... ¿por qué simplemente no acepta nuestra relación?
Impedí que una risa burlona se escapara de mis labios. ¿Cuál jodida relación?
Ella entendió e imitó mis pasos. Se quitó la camiseta para sustituirla por la suya, su falda y su suéter de niña de diez años. No le dije nada porque no quería ofenderla. Siempre se molestaba conmigo cuando le decía algo sobre su atuendo.
Se cepilló el cabello con un peine de Deborah y casi me da un ataque al corazón. Estaba usando sus cosas como si le importara un comino lo que pensara mi compañera de habitación. Abigail sabía perfectamente de quién era eso.
Se acomodó toda esa mata café sobre su hombro derecho y se colocó su bolso tan pulcramente como si en todo ese rato hubiera estado ahí.
Intenté acomodar mi cama, las almohadas y mi pijama, pero fue inútil. El tiempo se me agotaba y tenía que sacar a Abigail de ahí en ese instante.
—¿Saldremos mañana?
—¿Por qué crees que saldremos mañana?
—Para... ¿celebrar?
Enarcó sus cejas pobladas y una sonrisa tímida me iluminó el mundo. Lamentablemente seguía teniendo el mismo efecto en mí, aunque yo dijese todo lo contrario.
No la amaba. Ya no. Ella me había mandado al diablo.
—De acuerdo. Te llamaré para avisar, ¿sí?
Caminamos a la puerta y la abrí. Me recargué en el marco mientras seguía hablándole.
Era tan bonita. Jodidamente bonita, pero un completo dolor de cabeza para mí y para mis amigos.
Abigail no dejaba de sonreír y eso ocasionaba muchas cosas en mi interior. No sexuales, ni eróticas: solamente sentimentales.
—Sí, está bien.
Se paró de puntitas para despedirse de mí. Me besó la comisura de los labios y yo me encargué de besar su frente. Fue el gesto más romántico que se me vino a la cabeza.
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PERSPECTIVA
Teen Fiction«Siempre hay un chico malo, una chica buena y una mala en el medio. Afortunadamente no siempre la buena consigue lo que quiere.» hueleachxrros (ángela pjb) ©