Capítulo 2

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Las sombras cubrían su cuerpo serpenteando su piel haciéndolo estremecer; no de miedo, no de placer, sino de incertidumbre. Jadeos cortos escapaban de su boca, bocanadas de aire se le escapaba en un intento por controlar sus reacciones. Él levantó la vista, pero no podía ver nada, la oscuridad lo acechaba cada vez más a pesar de ver una luz brillante que era como un faro de salvación al que no podía llegar a pesar de sentirlo y verlo tan cerca. Se sentía feliz de ponerlo a salvo, se sentía feliz de sentir lo sentía, se sentía feliz por haberlo dicho, pero aun así en el fondo de su alma una tristeza lo carcomía como un feroz virus consumiéndolo a fuego lento.

Su piel se sentía caliente y las sombras frías. Su voz no salía por más que intentaba gritar, y sin embargo ¿a quién le rogaría por su vida? ¿Alguien acaso vendría a salvarlo? No, estaba solo en ese lugar lúgubre y desolado en el cual solo estaban las malditas sombras intentando devorarlo.

—Castiel, Castiel.

Otra vez, esa voz que lo llamaba con insistencia desde muy lejos, a la cual no podía ni reconocer a quién pertenecía ni recordar si alguna vez la había escuchado, pero que la urgencia en su llamado siempre angustiaba hasta lo más profundo de su ser.

—Cas...

Un solo gemido escapó de sus labios, agónico cómo si fuera lo único que él pudiera soltar, rendido a no poder pronunciar palabra alguna, solo lamentos y una desesperada necesidad de tenerlo, pero ¿a quién?

La necesidad de sentir sus brazos alrededor de su cuerpo, sentir sus labios moviéndose muy cerca de su oído formulando palabras desconocidas, palabras que no podía recordar. Todo eso lo atormentaba mucho más que las sombras lo terminaran por engullir por completo y no poder saber de esa persona cuyo recuerdo le era esquivo. Otro jadeo y gemido conjuntos hicieron que despertara de golpe justo en el momento en que veía una silueta formándose en aquella luz que siempre tenía delante de él cuando tenía ese extraño sueño perturbador.

Con sudor bañando todo su cuerpo, Castiel, se levantó de su cama algo mareado y desorientado. Se quedó parado en medio de su habitación intentando reconocer donde se encontraba. Siempre le ocurría eso y siempre necesitaba unos momentos para poder ubicarse, sacarse del sistema aquella pesadilla que venía a él a veces. Hacía un tiempo que no las tenía y si bien siempre era lo mismo, esta vez había algo distinto.

Aquella silueta.

¿Era alguien que lo rescataría de las sombras?

¿Era alguien que respondía a su llamado silencioso de ayuda?

Respiró hondo mientras poco a poco regresaba a él su vida y de ese modo podía sentirse algo más tranquilo, aunque la sensación fea de la pesadilla lo perseguiría por el resto del día. Estaba seguro que le daría miedo al caer la noche, pero tener que dormir con la aprensión de que esos malos sueños volvieran, era algo que no podía evitar. No, él tenía que dejarse de idioteces y plantarse bien sin que eso afecte su vida más de lo que afectaba en las noches o días en los que sucedía.

Intentando no pensar más, fue a darse un baño y prepararse para su día en la oficina. Permitir acobardarse por una pesadilla no estaba permitido a pesar de que estuviera aterrado por dentro.

******

Castiel Novak estaba sentado en su escritorio, tenía la vista puesta en su computadora sin en realidad prestar la más mínima atención al documento que tenía en pantalla. Era la enésima vez que le pasaba y no estaba muy seguro de que era lo que le estaba sucediendo, o mejor dicho, sí lo sabía, pero no quería perturbarse más de la cuenta. Hacía dos noches en la cual había tenido aquella pesadilla y la noche anterior, la había vuelto a tener solo que con un significativo cambio que le evitó conciliar de nuevo el sueño y eso lo tenía tenso y cansado.

El vacío que llenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora