El vacío que llenas

Capítulo 3

Dean caminaba por la calle buscando la dirección que tenía en la mano, detestaba llegar tarde a esta cita importante para ese empleo al que había postulado. Aun no salía de su asombro cuando el día anterior le informaron que su cita había sido pospuesta para hoy y que al final ya no serían varios niveles de entrevistas sino que la habían reducido a una última para ese día. Se sentía inquieto y algo nervioso porque si la cagaba, perdería una excelente oportunidad de empleo que le venía muy bien en esos momentos y para su currículo sería invaluable.

La propuesta de este empleo había sido tan inesperada e inusual como la noticia de que solo sería una entrevista presencial. Mudarse desde casi el otro extremo del país y comenzar todo de nuevo en un lugar distinto y bastante alejado de su familia lo tenía casi intimidado por el cambio, pero no quiso demostrarlo cuando su madre le preguntó por enésima vez si estaba seguro de querer tomar el empleo al que se había presentado. Ni en un millón de años le diría que estaba aterrado.

Claro, pero su hermano menor se había dado cuenta, lo bueno era que no había hecho ningún comentario y solo le deseó suerte, al igual que su otro hermano pequeño. Aunque no eran menores de edad sino es que para él siempre serían sus hermanitos. Uno era universitario en Londres y el otro había comenzado en una prestigiosa firma de abogados a miles de kilómetros de su casa. Su padre les dio el boleto de avión a todos sus hijos para que abandonaran el nido, un incentivo monetario para que alquile en un buen lugar, la dirección y teléfono de contactos que por casualidad eran amigos de su padre así que estarían en buenas manos. A él le había tocado llegar con el mejor amigo de su progenitor, Robert.

Soltó un gruñido al recordar como de desprendido era su padre con su familia.

Respiró profundo y se detuvo frente a la misma cafetería en la que el día anterior también hizo una parada, sacó su móvil mientras recordaba con algo de miseria, como la noche anterior se había sentido aliviado cuando le habían llevado su auto desde la aduana, pero cómo lo había llevado en un camión de carga de autos y remolcado a la cochera de la casa que había alquilado no tuvo tiempo de prenderlo y verificar que estuviera todo bien.

Estúpido.

Aun maldiciéndose por lo tonto que había sido, marcó a Robert quien tenía un gran taller de mecánica de autos.

—Robert.

—Hola, Dean, tu padre llamó hace un par de días avisándome que pronto me llamarías ¿cómo te trata la ciudad? Me dijeron que no tuviste problema para instalarte en la casa que te dejé preparada.

—Sí todo bien y hasta ahora, la ciudad, no ha tenido tiempo de nada más que de fregarme el auto.

—No se diga más, iré mañana con mi copia de la llave y echaré un vistazo a tu auto enseguida.

Odiaba tener que permitirle a alguien que se ocupe de su "bebé" pero él ya no tendría el tiempo suficiente así que le explicó lo que pensaba que podía suceder con su coche, recalcándole que lo tratara como si fuera suyo y con burlas de parte del amigo de su padre, cortaron la llamada. Dean había tomado un curso de mecánica precisamente para que nadie le pusiera una mano encima, pero él iba a necesitar su auto lo más pronto posible así que debía tragarse el orgullo y dejar que otros lo toquen de manera tan íntima.

Aun maldiciendo, guardó su teléfono, cruzó la calle donde a unos metros estaba la entrada al edificio de la empresa de logística a la que había postulado, "Cazando Soluciones", y apresuró el paso. Siguió maldiciendo en silencio mientras cruzaba el umbral del edificio y corría a los ascensores. No podía sacarse de la cabeza cómo era posible que justo su auto fallara en un día tan importante para él. Dean se arrepentía una y otra vez de no haber verificado el estado de su auto anoche de ese modo hubiera salido mucho antes para tomar un taxi porque no siempre era algo rápido de conseguir uno y menos para dirigirse al centro de la ciudad.