Capítulo 22

160 26 4
                                    


Hans estaba parado esperando la reacción real de Dean, pero este solo lo miraba con terror, porque ese era el sentimiento que destilaba a oleadas, mientras que Castiel solo lo veía confundido. El día anterior, cuando Gabriel le dijo su plan, él estuvo de acuerdo, pero ahora se sentía que andaba a lo ciego.

Lo que su hermano mayor le había propuesto era que llamara a Castiel y le diera la opción de otra clínica renombrada en Europa donde el tratamiento era mucho más avanzado que en el país; además, que se ofreciera para ser el donante y de ese modo asegurarle que esta vez sí tendría éxito su deseo de ser padre. Hans pensó que Castiel se negaría, pero no había sido así, aceptando casi de inmediato y con una cuota de agradecimiento cuando él le dijo para salir de viaje en cuanto tuviera los boletos, los que, le aseguró, tendría en las próximas horas; por esa razón, se encontraba allí, para llevarse a Castiel a Europa, pero sin fecha de retorno próxima.

—Ya está decidido, Winchester, me estoy llevando a Castiel en este instante, él ya aceptó irse. Así lo acordamos —enfatizó el llevárselo como si fuera para siempre.

Vio cómo Dean ponía a su espalda a Castiel, quién seguía sin decir ni una palabra, y lo enfrentaba con los puños a ambos lados del cuerpo.

Era todo un espectáculo y lo estaba disfrutando.

—Dije: No. Te. Lo. Llevarás —gruñó cada palabra.

Hans miró por un instante a un lado de la oficina donde estaban invisibles al ojo humano sus dos hermanos que miraban la escena en silencio y a la expectativa.

Sí, era todo un circo de tres pistas.

—¿Y qué vas a hacer para impedirlo, Winchester?


******

Dean estaba más allá de todo raciocinio y solo sentía que actuaba más por naturaleza que por lógica. No entendía bien de donde venía todo el miedo que sentía, pero iba a hacer caso a sus instintos y no dejaría que alejaran a Castiel de su lado.

—Lo que sea necesario —respondió Dean—, pero no te lo llevarás.

—Dean... —la voz ronca de Castiel a su espalda solo hizo que se le erizara la piel y un sentimiento casi enloquecedor lo invadió.

—Cas, no te muevas de donde estás —le advirtió.

No, no iba a permitir que se lo arrebataran.

—Cas aceptó irse.

—No, él no lo hizo.

—De hecho, Dean, sí lo hice —respondió Castiel saliendo de detrás de su espalda con la expresión tranquila. Él no podía creer lo que escuchaba y sintió que algo se rompía dentro de él, cómo si sintiera que, a Castiel, una sombra negra lo cubría y se lo arrebataba—. Sabes, no sé, pero creo que aquí se están mal entendiendo las cosas.

Castiel dijo eso último mirando de Dean a Hans.

—No, no hay malos entendido, Castiel —la voz de Hans era seria—. Te dije que nos iríamos y tú aceptaste, es lo que se acordó.

Dean frunció el ceño y sin pensarlo se abalanzó hacía Hans tomándolo por un instante distraído, pero rápidamente lo neutralizó con un movimiento de ninja y lo pegó contra la pared, aunque más parecía que lo había estampado, sujetándole el brazo en un ángulo no del todo doloroso, pero que le impedía soltarse. Al menos, no lo había estrellado con fuerza descomunal contra el piso y eso secretamente lo agradecía.

—Hans, suéltalo —la voz mortalmente seria de Castiel hizo que lo soltara de inmediato y Dean lo empujó sin moverlo en realidad, jaló a su amigo lejos de Hans y trato de controlar sus ganas de patearlo—. No iré contigo, lo siento —aseguró Castiel dejando que Dean lo alejara—. He comprendido muchas cosas y una de ellas es que lo que pensaba querer no era en realidad lo que necesitaba.

El vacío que llenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora