Capítulo 7

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Era un día tranquilo en la oficina.

Castiel estaba sentado frente a su computadora organizando su calendario para que coincidieran con las fechas que le habían dado en la clínica del doctor Morris porque el tratamiento que se avecinaba necesitaba tener toda su atención y no quería correr ningún riesgo, a pesar de lo confiado que al parecer estaba el doctor sobre el procedimiento a seguir. Él no se quería confiar y necesitaba dejar todo en orden.

Esa mañana habían llegado sus resultados de los exámenes que se había realizado y al parecer todo estaba bien para comenzar con el tratamiento. Durante la semana que había pasado, Dean había estado metido en el trabajo y quedando con su amigo al que veía siempre para almorzar y después del trabajo dejando poco margen para que ambos se tomaran algún descanso juntos. En toda una semana habían sido muy pocas las ocasiones en la que pudieron conversar de cosas que no fueran del trabajo y, aunque fuera inverosímil de creer, sentía como si lo extrañara. Algo estúpido porque recién se conocían y aun así, le parecía estar algo desplazado por ese amigo que recién había llegado y al cual no conocía, aún.

No podía negar que tenía bastante curiosidad por saber cómo era.

Su teléfono sonó con el sonido que le tenía asignado a Gabriel sacándolo de sus pensamientos y gruñó de pronto sintiendo que toda la cólera que había reservado para cuando hablara con su amigo se soltara de improviso, el muy bastardo ignoró todas sus llamas y sus mensajes a propósito. De eso estaba muy seguro.

—Hasta que te dignas a dar muestras de vida —no pudo dejar de lado el rencor en su voz.

—Serafín, sabes que iba a estar ocupado, pero ya estoy en la ciudad —le comunicó como si eso fuera lo más genial del mundo lo que hizo que Castiel gruñera más fuerte.

—Tenemos que hablar, hablar muy seriamente, ¿a qué hora estás aquí?

Escuchó la puerta abrirse y al levantar la mirada vio una cabeza asomarse.

Una cabeza que conocía muy bien.

Bastardo, sabía que estaba más que cabreado.

—Mi comandante, ¿me extrañaste? —Preguntó Gabriel con una estúpida sonrisa en el rostro, pero sin aun adentrarse a su oficina.

Chico listo.

******

Castiel estaba mortalmente serio.

Solo lo vio bajar su mano y dejar el teléfono a un lado sin dejar de fulminarlo con la mirada.

«Sí, estaba metido en mucha mierda», pensó Gabriel algo inquieto.

—A ver, seraf... —la mirada funesta que le dio Castiel lo hizo callar de inmediato porque sabía que debía ser precavido con lo que decía, así que decidió ser más serio—. De acuerdo, cálmate —habló levantando las manos en señal de rendición, mientras entraba a la oficina y cerraba la puerta con el pie. Si iba a ser pateado prefería no tener audiencia—. No puedes culparme por querer tenerte seguro y tienes que aceptar que al lugar donde fueron eran bastante...

—Bastante aceptable si no es que hubiera entrado Zack como un gorila a punto de matar a todos y más a Dean ¡qué no tenía la culpa de nada! —la voz de Castiel iba aumentando con cada palabra, lo que significaba que estaba más que cabreado de lo que aparentaba.

La verdad era que Castiel sí sabía que tanto estaban sus niveles de cólera en realidad, solo que le molestaba que estuvieran teniendo una discusión por Dean Winchester.

— ¿Aceptable? Castiel, ese era un bar de mala muerte con demonios...

El bufido que soltó su hermano era tan encantador como desconcertante.

El vacío que llenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora